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De cómo el Plesiosaurio de Villa de Leyva encontró su
cabeza
Por casi 70 años el cráneo de un plesiosaurio encontrado
en Villa de Leyva estuvo en el Museo de Paleontología de la Universidad de
California, en Berkeley. El Servicio Geológico Colombiano lo recuperó y hoy se
exhibe junto con su esqueleto original en el Museo Geológico José Royo y Gómez.
Servicio Geológico Colombiano recuperó el plesiosaurio
encontrado en Villa de Leyva De cómo el plesiosaurio de Villa de Leyva encontró
su cabeza.
Foto: Lisbeth Fog |
Durante muchas décadas, la exhibición de un plesiosaurio,
un reptil marino de casi seis metros de largo en el Museo Geológico José Royo y
Gómez cautivó las miradas de los visitantes por su largo cuello, su pequeño
cuerpo y cuatro especies de aletas, ‘armado’ sobre una camilla de arena. Vivió
en el somero mar del cretácico inferior, hace unos 125 millones de años,
afortunadamente porque era carnívoro y mejor no tener que encontrárselo de
frente cuando nadaba bajo el agua buscando sus presas, posiblemente camarones,
calamares, algunas ostras y unos peces de mayor tamaño.
Una mirada más profunda y curiosa podría haberse dado
cuenta de que el cráneo de ese espécimen tenía una contextura diferente, más
negro y más brillante. Los paleontólogos lo sabían: era una réplica y el
original se encontraba en el Museo de Paleontología de la Universidad de
California (UCMP) en Berkeley.
A Marcela Gómez, paleontóloga a cargo del Museo del
Servicio Geológico Colombiano (SGC), experta en unos cuasi-primos del
espécimen, los pliosaurios, le cayó como anillo al dedo un requerimiento del
Ministerio de Cultura enviado a varias entidades del país para recuperar
material que hubiera salido del país. Este era un caso que merecía una
dedicación especial. Y hoy, luego de algunos meses de investigación y trámites
administrativos, el esqueleto del plesiosaurio, conocido como Callawayasaurus
colombiensis tiene su cráneo original con forma de botín corto y enormes
dientes.
¿Cómo había salido?
Esa fue la primera pregunta y las cosas se dieron, como
dicen por ahí. El paleontólogo y profesor del Departamento de Geociencias de la
Universidad de los Andes, Leslie Noè, experto en ambos grupos de organismos,
tiene un interés especial: saber cómo se movían los cuellos de estos reptiles
marinos prehistóricos. Pero también le inquietaba revisar específicamente el
cráneo original del plesiosaurio encontrado en 1949, así como otro espécimen
descubierto cuatro años antes también en Villa de Leyva. Las descripciones
realizadas entonces podían ser mejor descritas hoy en día gracias al avance en
el conocimiento.
Con recursos de su universidad para una estancia en
California, viajó al Museo de Paleontología en 2017. Como buen investigador, no
solamente entraría a los depósitos donde guardan los fósiles en diversos
cajones y podría revisarlos con sus propias manos enguantadas, sino también
tendría acceso a los archivos históricos donde encontraría la prueba reina.
Descubrió que desde 1938, durante los trabajos de
exploración de la Richmond Petroleum Company, se reporta material
paleontológico que llama la atención de la comunidad científica estadounidense.
Son los geólogos de la Tropical Oil Company quienes hallan el primer plesiosaurio
en 1945, lo excavan, y ese mismo año el propio José Royo y Gómez, entonces
director del Museo Geológico lo entrega al UCMP para su estudio. Este holotipo,
o primer ejemplar descrito de este grupo, viaja a California. Lo mismo sucede
en 1949, pero en esta ocasión viaja solamente el cráneo del nuevo hallazgo y en
calidad de préstamo. El paleontólogo Samuel Wells, del UCMP, es el encargado de
preparar las piezas y en contraprestación provee al Museo Geológico de una
réplica, comprometiéndose a entregar el cráneo original una vez termine su
estudio y logre su publicación en la literatura científica, lo cual
efectivamente sucede en 1962.
Toda esta evidencia la comparte Noè con Gómez, su colega
y esposa, la trabajan y la analizan conjuntamente, y luego ella la presenta a
los miembros del Comité de Dirección del SGC, presidido por su director, Oscar
Paredes, y la institución procede a reclamar la pieza. Luego de un proceso que
duró unos meses, Gómez viajó a California y seis días después aterrizó en
Bogotá con el cráneo. Esta semana la pareja de paleontólogos, con el apoyo de
otros colegas del Museo, abrieron la valija, desempacaron una a una las
diferentes piezas y armaron el rompecabezas hasta lograr el cráneo completo.
Los tesoros que nos pertenecen
Esta historia forma parte del interés del SGC por poner
orden en casa, y proteger el patrimonio geológico y paleontológico de la
nación. Además es su función, para lo cual tiene que actuar. “El decreto regula
cómo se hará la excavación, que haya unos planes concretos, unos permisos para
poder hacer las excavaciones, que quienes tienen fósiles los reporten y se
registren y así poder tener un inventario de la riqueza que tiene Colombia”,
explica Gómez a Semana.
Además, busca recuperar los tesoros geológicos y
paleontológicos que se han encontrado en nuestro territorio y han salido del
país, muchas veces llenando las arcas del comercio ilegal de estas piezas.
El director Paredes explicó algunas de las acciones que
ha emprendido para cumplir con esa función: creó el Grupo de Trabajo interno
Museo Geológico e Investigaciones Asociadas, ahora tiene asiento en la Comisión
Intersectorial Nacional del Patrimonio Mundial, que vela por el patrimonio
cultural y natural de la Nación, y forma parte del Convenio Interadministrativo
para Prevenir y Contrarrestar el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales
colombianos, Geológicos y Paleontológicos.
Paredes dijo a Semana que espera la suscripción del
decreto en las próximas semanas, teniendo en cuenta que el trabajo empezó en
2014 y ha sido consultado con diferentes sectores de la sociedad.
¿De quién son los fósiles?
“En Colombia el subsuelo es del Estado o de todos”,
explica Gómez.
En la vida real si usted tiene un fósil en casa, puede
quedarse con él, siempre y cuando lo reporte ante el SGC y pida la ‘tenencia’,
“lo que significa formalizar que la persona tiene parte del patrimonio, que
eventualmente puede ser consultado por cualquier persona; existe también la
posibilidad que lo entregue al museo más cercano, a una universidad o al SGC”,
continúa.
“Es importante
destacar que el decreto no pretende entorpecer la investigación de carácter
paleontológico”, aclara Paredes. Para la colecta, extracción y excavación de
restos paleontológicos, las universidades colombianas acreditadas por el
Ministerio de Educación Nacional con programa aprobado de geología, ingeniería
geológica, geociencias o biología y los Centros de investigación geológica y
paleontológica acreditados por Colciencias están exentos de solicitar autorización
al SGC.
Y es que en realidad son tesoros que hablan de la
evolución y extinción de las especies en nuestro planeta y su estudio puede dar
pistas sobre nuestra propia especie. “Como seres humanos estamos interesados en
conocer qué va a pasar con nosotros; también aparecemos y desapareceremos,
queremos saber cuándo y por qué desapareceremos”, explica Gómez. “Estas son
‘ventanas’ del pasado que son muy raras; la idea del SGC es protegerlas y
hacerlo tanto con el sitio donde se encuentran como con las piezas que se
encuentran en esos yacimientos paleontológicos”.
Y remata: “Lo importante es que no pase lo que sucedió
con este cráneo”, remata Gómez. En medio de todo, éste fue un caso fácil.
Referencias:
Lisbeth Fog Corradine. De cómo el Plesiosaurio de Villa de Leyva
encontró su cabeza. Fuente Revista Semana 06.04.2018 (https://www.semana.com/educacion/articulo/servicio-geologico-colombiano-recupero-el-plesiosaurio-encontrado-en-villa-de-leyva/562660)
[Ultima consulta 08.04.2018].
El fósil que recuperó su cráneo después de 66 años
Después de medio siglo, el Servicio Geológico Colombiano
completó uno de sus fósiles más valiosos: un plesiosaurio. El paradero de su
cabeza fue un mito por años. Gracias a dos paleontólogos, la semana pasada
regresó este patrimonio nacional al país.
Leslie Noe (izq.) prepara el montaje del cráneo original,
apoyado por un funcionario del SGC. / Cristian Garavito - El Espectador
|
La semana pasada se deshizo un mito
dentro del Servicio Geológico Colombiano (SGC). Después de medio siglo de
rumores, volvió al Museo de Paleontología, ubicado en Bogotá, la cabeza de un
plesiosaurio, un animal que inspiró la forma del monstruo del lago Ness. Por
décadas se dijo que su cráneo había sido robada por los gringos, que el fósil
no podía rastrearse entre la historia y que el resto de este reptil marino que
habitó los océanos del planeta hace 125 millones de años, estaría siempre
incompleto. Una pareja de paleontólogos; ella, colombiana; él, británico, son
los autores del regreso de esta pieza prehistórica al país.
Marcela Gómez y su esposo, Leslie Noe,
se dedican a redescubrir la fauna colombiana del Cretácico inferior. Una era
geológica en la que solo el 18 % de la superficie de la Tierra estaba sobre el
nivel del mar. El resto era agua habitada por animales hoy extintos como el
plesiosaurio, que por su largo cuello de hasta doce metros y sus cuatro aletas,
fue asociado por primera vez con una especie de tortuga atravesada por una
serpiente. Ninguna especie actual se le parece y hace falta reexaminar sus
restos para entenderlos.
Así que ambos científicos tenían
tres fósiles nacionales que revisar y uno de ellos sin cabeza: el primero,
conservado en el Museo de la Universidad de California, en Berkeley, otro
expuesto dentro del SGC (sin cabeza) y el último conservado en un museo de
Boyacá. Todos fueron hallados en Villa de Leyva durante la década de los
cuarenta.
La misma comisión se lo había
llevado. Después del primer hallazgo, estos científicos participaron en el
descubrimiento del fósil que reside en Bogotá. Este, a diferencia del primero,
tenía el cráneo en buen estado y por eso se lo pidieron en préstamo a Enrique
Hubach, entonces director del Servicio. Con él completarían la descripción.
Pero los años pasaron y con ellos
una decena de cartas escritas durante 1950 y 1960 pidiéndole al director del
Museo de Berkeley la devolución del cráneo, que supuestamente iba a tardar solo
dos años.
Esa correspondencia fue suficiente
para que Leslie y Marcela revivieran desde el Servicio Geológico Colombiano lo
que se daba por perdido. Óscar Paredes, su director actual, escribió a la
Universidad de California, contando la historia que entre sus más de 20
antecesores se había desvanecido.
La respuesta, esperada por medio
siglo, llegó en contadas horas. “Sí, eso es de ustedes”, dijeron. “Era claro:
hay unas cartas de préstamo, hay una resolución que dice que podía salir.
Parece que cuando ellos vinieron acá originalmente vinieron por barco, o sea
que es posible que hayan salido igual y no existe registro de licencias de
exportación”, explica Gómez, quien viajó hace una semana a Berkeley para
recoger el fósil.
En una caja con sellos diplomáticos
que trajo consigo en el avión, estaban las partes fosilizadas de un reptil que,
según estos científicos, nunca hubiera podido levantar la cabeza, porque sus
vértebras próximas al cráneo estaban tan pegadas que ese movimiento le hubiera
dolido. Pero en cambio, su cuello le servía para alimentarse del fondo del mar,
un banquete de amonitas y criaturas míticas que nadaron sobre lo que hoy es el
territorio colombiano hace millones de años. Por eso es patrimonio nacional.
Una pieza prehistórica tan valiosa que, después de 66 años, tenía que recobrar
su cabeza original.
Referencias:
Camila Taborda. El fósil que recuperó su cráneo después de 66 años. Fuente Periódico El Espectador 06.04.2018 (https://www.elespectador.com/noticias/ciencia/el-fosil-que-recupero-su-craneo-despues-de-66-anos-articulo-748416) [Ultima consulta 08.04.2018].
Así fue como Colombia recuperó un
cráneo perdido hace 66 años
En una trama detectivesca, científicos
del Servicio Geológico encontraron la pieza en EE.UU.
Hasta hace menos de un mes, un mito
rondaba entre los estantes del Museo José Royo y Gómez, del Servicio Geológico
Colombiano (SGC), en Bogotá. Se decía que a mediados del siglo pasado, paleontólogos estadounidenses habían engañado
a científicos colombianos al entregarles, a cambio de una pieza original, la
réplica de un cráneo prehistórico encontrado durante excavaciones
conjuntas en Villa de Leyva, en 1949.
De hecho, apenas un par de semanas
atrás, una prótesis de resina era la única referencia que podían tener los
visitantes del SGC sobre la cabeza del esqueleto del Callawayasaurus
colombiensis, un plesiosaurio que se encuentra exhibido en el museo y
representa una de sus muestras más emblemáticas, pues fue gracias a ella como
se decidió la construcción de ese recinto. Ahora, y gracias a la labor de paleontólogos del SGC y de la Universidad de los
Andes, el misterio, digno de una novela científica, fue resuelto, y el
cráneo original está custodiado dentro una urna de vidrio, junto con el resto
de su esqueleto.
Los plesiosaurios son fácilmente reconocibles por su pequeña cabeza, largo cuello incrustado en un cuerpo chico y redondo, con una cola corta. |
Con más de 10 metros de largo, los plesiosaurios fueron los mayores reptiles
marinos de su tiempo, el Cretácico inferior –hace 130 millones de años–. El
ejemplar del SGC se fosilizó cuando su cadáver se posó sobre el lecho marino,
quedando cubierto por sedimentos que ayudaron a su preservación.
La osamenta del animal, fácilmente reconocible por su pequeña cabeza, largo cuello incrustado en un cuerpo chico y redondo, con una cola corta, permaneció convertida en roca hasta que fue hallada por paleontólogos colombianos del entonces Instituto Geológico Nacional (hoy el SGC) y de la Universidad de California en Berkeley que conformaban una comisión de vertebrados para conocer en detalle la fauna del territorio nacional a mediados del siglo pasado.
El grupo de investigación estaba liderado por el español José Royo y Gómez (en cuyo honor se nombró el museo donde hoy reposa el esqueleto) y por el estadounidense Rueben Arthur Stirton, profesor de Berkeley. Cinco años antes, en octubre de 1944, el Ministerio de Minas expidió una resolución que establecía que los holotipos, es decir, los primeros ejemplares descritos para cada género y especie que se encontraran en Colombia, debían ir al Museo Paleontológico de Berkeley, y que los segundos ejemplares –conocidos en el argot científico como paratipos–, réplicas y moldes se quedarían en Colombia.
La osamenta del animal, fácilmente reconocible por su pequeña cabeza, largo cuello incrustado en un cuerpo chico y redondo, con una cola corta, permaneció convertida en roca hasta que fue hallada por paleontólogos colombianos del entonces Instituto Geológico Nacional (hoy el SGC) y de la Universidad de California en Berkeley que conformaban una comisión de vertebrados para conocer en detalle la fauna del territorio nacional a mediados del siglo pasado.
El grupo de investigación estaba liderado por el español José Royo y Gómez (en cuyo honor se nombró el museo donde hoy reposa el esqueleto) y por el estadounidense Rueben Arthur Stirton, profesor de Berkeley. Cinco años antes, en octubre de 1944, el Ministerio de Minas expidió una resolución que establecía que los holotipos, es decir, los primeros ejemplares descritos para cada género y especie que se encontraran en Colombia, debían ir al Museo Paleontológico de Berkeley, y que los segundos ejemplares –conocidos en el argot científico como paratipos–, réplicas y moldes se quedarían en Colombia.
En 1952, S. P. Welles, paleontólogo de Berkeley, trajo a Colombia el cráneo del paratipo, pero días después volvió a pedir el cráneo original en préstamo al SGC. |
Para suerte de Colombia, el Callawayasaurus entraba en este segundo grupo, pues
en 1945 se llevaron a cabo las excavaciones de un primer espécimen que había
sido encontrado por geólogos de la Tropical Oil Company en la Loma La Catalina,
en Villa de Leyva, a solo unos metros de donde ocurrió el segundo hallazgo.
Aquel ejemplar fue llevado en su totalidad en cajas numeradas hasta Berkeley.
Pero este reptil prehistórico carecía de algo que el nuevo descubrimiento sí
tenía: un cráneo altamente preservado, lo cual significaba un tesoro para los
científicos dedicados al estudio de este tipo de muestras.
Los
plesiosaurios son fácilmente reconocibles por su pequeña cabeza, largo cuello
incrustado en un cuerpo chico y redondo, con una cola corta.
Sin
embargo, y según consta en las libretas de campo de Stirton, los investigadores
de Berkeley tomaron prestado el cráneo del Callawayasaurus para “prepararlo y
estudiarlo”. Durante tres años, el SGC perdió el rastro del cráneo, hasta que, en mayo
de 1952, S. P. Welles, paleontólogo de Berkeley, le remitió al SGC una carta en
la que decía que vendría a Bogotá por tres semanas, trayendo el cráneo del
paratipo, el cual ayudaría a montar en el esqueleto completo. Efectivamente,
así fue: el investigador no solo trajo el cráneo, sino también la réplica en
resina. Pero, curiosamente, días después volvió a pedir el cráneo original en
préstamo al SGC, para seguir estudiándolo. Su petición fue aceptada por el
instituto.
En junio de 1955, Enrique Hubach, director de la entidad, le escribió a Welles una misiva en la cual le solicitaba la devolución de la pieza, y, siete meses después, Welles respondió pidiendo un plazo de un año o dos para terminar de estudiar el cráneo. A partir de ahí, nada más se supo del cráneo. Hoy, 66 años después, se resuelve el misterio.
En junio de 1955, Enrique Hubach, director de la entidad, le escribió a Welles una misiva en la cual le solicitaba la devolución de la pieza, y, siete meses después, Welles respondió pidiendo un plazo de un año o dos para terminar de estudiar el cráneo. A partir de ahí, nada más se supo del cráneo. Hoy, 66 años después, se resuelve el misterio.
El misterio del cráneo, digno de una novela científica, fue resuelto, y el cráneo original está custodiado dentro una urna de vidrio, junto con el resto de su esqueleto. |
“Entrar a juzgar si aquel acuerdo que permitía a los estadounidenses tomar los holotipos
era bueno o malo no tiene sentido ahora, porque al pasado es muy difícil
echarle la culpa. Digamos que con esas excavaciones se les abrieron
oportunidades a los colombianos para empezar a hacer prospecciones
paleontológicas y conocer la fauna; a los norteamericanos, por su parte, les
permitió explorar qué había en este pedazo del mundo. Digamos que había
intereses comunes, y este fue el acuerdo al que llegaron”, considera la
paleontóloga Marcela Gómez, quien lideró, desde el 2017, el proceso para que
Colombia recuperara el cráneo del Callawayasaurus.
En la mañana del 30 de noviembre del año pasado, Gómez envió a la rectoría de la Universidad de Berkeley un correo electrónico solicitando la devolución del cráneo de la discordia, y adjuntó todas las pruebas recopiladas durante los últimos meses para que el caso fuera lo suficientemente sólido para que no hubiera objeciones del claustro estadounidense. Para su sorpresa, esa misma tarde obtuvo respuesta: Berkeley devolvería el cráneo.
Gómez fue la encargada de asistir a la ceremonia protocolaria –con cónsul a bordo– para la entrega del cráneo en California y traerlo al país en marzo de este año en una valija diplomática. Ella explica que la recuperación de la pieza ósea forma parte de una estrategia del SGC para presentar un proyecto de decreto que le otorgue a la entidad funciones para la protección del patrimonio geológico y paleontológico del país, así como de tener la potestad para declarar zonas de protección.
Además, se trata del primer paso para que el SGC sea parte de la Comisión Intersectorial de Patrimonio Mundial, encargada de evaluar las propuestas que se le envían a la Unesco para declarar a los lugares como patrimonios. Asimismo, esperan volverse un actor activo en la prevención del tráfico ilícito de bienes culturales.
Frente a por qué la Universidad de Berkeley respondió tan rápido a su solicitud de devolver el cráneo, metido en un cajón como cualquier objeto, Gómez cree que en esa institución querían darle la menor publicidad posible al caso, toda vez que “sienta un precedente porque va a haber muchas solicitudes de devolución de patrimonio desde muchas instituciones. Estamos hablando de una cosa que puede irse a una escala gigantesca porque muchos museos del mundo tienen piezas que son originarias de otros países”, agrega la científica.
“Es más –continúa–, cuando les pregunté sobre esto me contaron que allá hay un problema particular con las comunidades indígenas de Norteamérica, que están reclamando sus objetos que están en los museos de Berkeley para llevarlos a sus comunidades”. Gómez asegura que en el caso del cráneo del SGC, Berkeley no tenía muchas oportunidades de oponerse, porque el caso que habían armado, con toda la documentación recogida, era “muy robusto”. Y la misma Gómez reconoce que esto no habría sido posible sin el arduo trabajo de Leslie Noè, profesor asociado del departamento de Geociencias de la Universidad de los Andes.
Noè viajó a Berkeley y durante una semana; como un detective, revisó miles de documentos, guardados en anaqueles y archivos del Museo Paleontológico de esa universidad, en busca de pistas que llevaran al paradero del codiciado cráneo. Como paleobiólogo experto en este tipo de criaturas extintas, Noè explica que estudiar a los plesiosaurios es importante para entender cómo evolucionaron distintos tipos de reptiles y otros animales que en la actualidad habitan la Tierra.
En la mañana del 30 de noviembre del año pasado, Gómez envió a la rectoría de la Universidad de Berkeley un correo electrónico solicitando la devolución del cráneo de la discordia, y adjuntó todas las pruebas recopiladas durante los últimos meses para que el caso fuera lo suficientemente sólido para que no hubiera objeciones del claustro estadounidense. Para su sorpresa, esa misma tarde obtuvo respuesta: Berkeley devolvería el cráneo.
Gómez fue la encargada de asistir a la ceremonia protocolaria –con cónsul a bordo– para la entrega del cráneo en California y traerlo al país en marzo de este año en una valija diplomática. Ella explica que la recuperación de la pieza ósea forma parte de una estrategia del SGC para presentar un proyecto de decreto que le otorgue a la entidad funciones para la protección del patrimonio geológico y paleontológico del país, así como de tener la potestad para declarar zonas de protección.
Además, se trata del primer paso para que el SGC sea parte de la Comisión Intersectorial de Patrimonio Mundial, encargada de evaluar las propuestas que se le envían a la Unesco para declarar a los lugares como patrimonios. Asimismo, esperan volverse un actor activo en la prevención del tráfico ilícito de bienes culturales.
Frente a por qué la Universidad de Berkeley respondió tan rápido a su solicitud de devolver el cráneo, metido en un cajón como cualquier objeto, Gómez cree que en esa institución querían darle la menor publicidad posible al caso, toda vez que “sienta un precedente porque va a haber muchas solicitudes de devolución de patrimonio desde muchas instituciones. Estamos hablando de una cosa que puede irse a una escala gigantesca porque muchos museos del mundo tienen piezas que son originarias de otros países”, agrega la científica.
“Es más –continúa–, cuando les pregunté sobre esto me contaron que allá hay un problema particular con las comunidades indígenas de Norteamérica, que están reclamando sus objetos que están en los museos de Berkeley para llevarlos a sus comunidades”. Gómez asegura que en el caso del cráneo del SGC, Berkeley no tenía muchas oportunidades de oponerse, porque el caso que habían armado, con toda la documentación recogida, era “muy robusto”. Y la misma Gómez reconoce que esto no habría sido posible sin el arduo trabajo de Leslie Noè, profesor asociado del departamento de Geociencias de la Universidad de los Andes.
Noè viajó a Berkeley y durante una semana; como un detective, revisó miles de documentos, guardados en anaqueles y archivos del Museo Paleontológico de esa universidad, en busca de pistas que llevaran al paradero del codiciado cráneo. Como paleobiólogo experto en este tipo de criaturas extintas, Noè explica que estudiar a los plesiosaurios es importante para entender cómo evolucionaron distintos tipos de reptiles y otros animales que en la actualidad habitan la Tierra.
Los plesiosaurios tenían dientes filudos seguramente se alimentaban de peces pequeños, de no más de 30 cm, calamares y cangrejos. |
“Era un animal que hoy nos parece un poquito raro, con este cuello muy largo y
con aletas que le permitían nadar como una ballena. Como casi todos los
animales grandes del mar, tenían dientes filudos, lo que evidencia que eran
carnívoros, pero no comían cosas grandes, porque su cabeza era pequeña.
Seguramente se alimentaban de peces pequeños, de no más de 30 cm, calamares y
cangrejos. En algunos casos hemos encontrado en sus estómagos vestigios de lo
que comían, como escamas de peces y exoesqueletos de cangrejos”, va contando
Noè mientras camina moviéndose frenéticamente alrededor del fósil.
Dice que no se tienen muchos datos sobre la forma de reproducción de estos seres e indica que, muy seguramente, a los plesiosaurios no les era posible salir del agua, por lo que los científicos creen que las hembras parían crías vivas, como algunas serpientes modernas, pues los huevos se dañan al contacto con el agua, ahogando los embriones.
Dice que no se tienen muchos datos sobre la forma de reproducción de estos seres e indica que, muy seguramente, a los plesiosaurios no les era posible salir del agua, por lo que los científicos creen que las hembras parían crías vivas, como algunas serpientes modernas, pues los huevos se dañan al contacto con el agua, ahogando los embriones.
“Como otros reptiles y las aves, los
plesiosaurios tenían pulmones y, para respirar, debían salir a la superficie
como las ballenas y tomar aire por unos orificios que tenían en la parte de
arriba de la cabeza; a veces respiraban por la boca, a través de otros huecos
en el paladar, que también utilizaban para oler el agua, como los tiburones, y
así determinar dónde estaba la comida. El tiempo máximo de inmersión para cada
animal podía ser de una hora”, señala Noè.
Sobre el espécimen del SGC, Noè cree que pudo tratarse de un adulto mayor. Esto, gracias a que los plesiosaurios tenían unas espinas en la parte superior de las vértebras, que en los individuos jóvenes estaban separadas en dos partes; en el caso del espécimen del SGC, estas estructuras están unidas. Más allá de esto, reconoce que no hay mucha más información sobre los hábitos de estas enigmáticas criaturas, recordadas por muchas personas porque durante años se pensó que el monstruo del lago Ness, en Escocia, podía ser, en realidad, un plesiosaurio.
Sobre el espécimen del SGC, Noè cree que pudo tratarse de un adulto mayor. Esto, gracias a que los plesiosaurios tenían unas espinas en la parte superior de las vértebras, que en los individuos jóvenes estaban separadas en dos partes; en el caso del espécimen del SGC, estas estructuras están unidas. Más allá de esto, reconoce que no hay mucha más información sobre los hábitos de estas enigmáticas criaturas, recordadas por muchas personas porque durante años se pensó que el monstruo del lago Ness, en Escocia, podía ser, en realidad, un plesiosaurio.
El espécimen del del SGC pudo ser un adulto mayor. Esto, gracias a la forma de sus espinas dorsales. |
De acuerdo con Noe, esta una hipótesis descartada. Lo saben porque la clásica
imagen que se tiene del monstruo fantástico escocés es la de una figura que
emerge del agua con el cuello alargado en una posición similar a la de un
cisne, un movimiento imposible para la anatomía del plesiosaurio.
“Esto lo sabemos gracias al análisis de piezas como el Callawayasaurus. Y nuestra idea es seguir entendiendo mucho mejor a estos sorprendentes seres, que tienen mucho para enseñarnos, no sobre animales fantásticos, sino sobre el maravilloso mundo real que nos rodea”, apunte Noe.
“Esto lo sabemos gracias al análisis de piezas como el Callawayasaurus. Y nuestra idea es seguir entendiendo mucho mejor a estos sorprendentes seres, que tienen mucho para enseñarnos, no sobre animales fantásticos, sino sobre el maravilloso mundo real que nos rodea”, apunte Noe.
Fotografías César Melgarejo
Referencias:
Nicolás Bustamante Hernández. Así fue como Colombia recuperó un cráneo perdido hace 66 años.
Fuente Periódico El Tiempo 06.04.2018 (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/encuentran-craneo-de-plesiosaurio-que-pertenecia-a-colombia-en-estados-unidos-201656) [Última consulta 08.04.2018].
Todas las imágenes y fotografías aquí publicadas son propiedad de sus
respectivos autores.
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