domingo, 8 de abril de 2018

Científicos del SGC consiguen recuperar la cabeza del Plesiosaurio de Villa de Leyva después de 66 años




De cómo el Plesiosaurio de Villa de Leyva encontró su cabeza

Por casi 70 años el cráneo de un plesiosaurio encontrado en Villa de Leyva estuvo en el Museo de Paleontología de la Universidad de California, en Berkeley. El Servicio Geológico Colombiano lo recuperó y hoy se exhibe junto con su esqueleto original en el Museo Geológico José Royo y Gómez.
Servicio Geológico Colombiano recuperó el plesiosaurio encontrado en Villa de Leyva De cómo el plesiosaurio de Villa de Leyva encontró su cabeza.

Foto: Lisbeth Fog

Durante muchas décadas, la exhibición de un plesiosaurio, un reptil marino de casi seis metros de largo en el Museo Geológico José Royo y Gómez cautivó las miradas de los visitantes por su largo cuello, su pequeño cuerpo y cuatro especies de aletas, ‘armado’ sobre una camilla de arena. Vivió en el somero mar del cretácico inferior, hace unos 125 millones de años, afortunadamente porque era carnívoro y mejor no tener que encontrárselo de frente cuando nadaba bajo el agua buscando sus presas, posiblemente camarones, calamares, algunas ostras y unos peces de mayor tamaño.

Una mirada más profunda y curiosa podría haberse dado cuenta de que el cráneo de ese espécimen tenía una contextura diferente, más negro y más brillante. Los paleontólogos lo sabían: era una réplica y el original se encontraba en el Museo de Paleontología de la Universidad de California (UCMP) en Berkeley.
A Marcela Gómez, paleontóloga a cargo del Museo del Servicio Geológico Colombiano (SGC), experta en unos cuasi-primos del espécimen, los pliosaurios, le cayó como anillo al dedo un requerimiento del Ministerio de Cultura enviado a varias entidades del país para recuperar material que hubiera salido del país. Este era un caso que merecía una dedicación especial. Y hoy, luego de algunos meses de investigación y trámites administrativos, el esqueleto del plesiosaurio, conocido como Callawayasaurus colombiensis tiene su cráneo original con forma de botín corto y enormes dientes.

¿Cómo había salido?

Esa fue la primera pregunta y las cosas se dieron, como dicen por ahí. El paleontólogo y profesor del Departamento de Geociencias de la Universidad de los Andes, Leslie Noè, experto en ambos grupos de organismos, tiene un interés especial: saber cómo se movían los cuellos de estos reptiles marinos prehistóricos. Pero también le inquietaba revisar específicamente el cráneo original del plesiosaurio encontrado en 1949, así como otro espécimen descubierto cuatro años antes también en Villa de Leyva. Las descripciones realizadas entonces podían ser mejor descritas hoy en día gracias al avance en el conocimiento.

Con recursos de su universidad para una estancia en California, viajó al Museo de Paleontología en 2017. Como buen investigador, no solamente entraría a los depósitos donde guardan los fósiles en diversos cajones y podría revisarlos con sus propias manos enguantadas, sino también tendría acceso a los archivos históricos donde encontraría la prueba reina.

Descubrió que desde 1938, durante los trabajos de exploración de la Richmond Petroleum Company, se reporta material paleontológico que llama la atención de la comunidad científica estadounidense. Son los geólogos de la Tropical Oil Company quienes hallan el primer plesiosaurio en 1945, lo excavan, y ese mismo año el propio José Royo y Gómez, entonces director del Museo Geológico lo entrega al UCMP para su estudio. Este holotipo, o primer ejemplar descrito de este grupo, viaja a California. Lo mismo sucede en 1949, pero en esta ocasión viaja solamente el cráneo del nuevo hallazgo y en calidad de préstamo. El paleontólogo Samuel Wells, del UCMP, es el encargado de preparar las piezas y en contraprestación provee al Museo Geológico de una réplica, comprometiéndose a entregar el cráneo original una vez termine su estudio y logre su publicación en la literatura científica, lo cual efectivamente sucede en 1962.

Toda esta evidencia la comparte Noè con Gómez, su colega y esposa, la trabajan y la analizan conjuntamente, y luego ella la presenta a los miembros del Comité de Dirección del SGC, presidido por su director, Oscar Paredes, y la institución procede a reclamar la pieza. Luego de un proceso que duró unos meses, Gómez viajó a California y seis días después aterrizó en Bogotá con el cráneo. Esta semana la pareja de paleontólogos, con el apoyo de otros colegas del Museo, abrieron la valija, desempacaron una a una las diferentes piezas y armaron el rompecabezas hasta lograr el cráneo completo.

Los tesoros que nos pertenecen

Esta historia forma parte del interés del SGC por poner orden en casa, y proteger el patrimonio geológico y paleontológico de la nación. Además es su función, para lo cual tiene que actuar. “El decreto regula cómo se hará la excavación, que haya unos planes concretos, unos permisos para poder hacer las excavaciones, que quienes tienen fósiles los reporten y se registren y así poder tener un inventario de la riqueza que tiene Colombia”, explica Gómez a Semana.

Además, busca recuperar los tesoros geológicos y paleontológicos que se han encontrado en nuestro territorio y han salido del país, muchas veces llenando las arcas del comercio ilegal de estas piezas.
El director Paredes explicó algunas de las acciones que ha emprendido para cumplir con esa función: creó el Grupo de Trabajo interno Museo Geológico e Investigaciones Asociadas, ahora tiene asiento en la Comisión Intersectorial Nacional del Patrimonio Mundial, que vela por el patrimonio cultural y natural de la Nación, y forma parte del Convenio Interadministrativo para Prevenir y Contrarrestar el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales colombianos, Geológicos y Paleontológicos.

Paredes dijo a Semana que espera la suscripción del decreto en las próximas semanas, teniendo en cuenta que el trabajo empezó en 2014 y ha sido consultado con diferentes sectores de la sociedad.

¿De quién son los fósiles?

“En Colombia el subsuelo es del Estado o de todos”, explica Gómez.
En la vida real si usted tiene un fósil en casa, puede quedarse con él, siempre y cuando lo reporte ante el SGC y pida la ‘tenencia’, “lo que significa formalizar que la persona tiene parte del patrimonio, que eventualmente puede ser consultado por cualquier persona; existe también la posibilidad que lo entregue al museo más cercano, a una universidad o al SGC”, continúa.
 “Es importante destacar que el decreto no pretende entorpecer la investigación de carácter paleontológico”, aclara Paredes. Para la colecta, extracción y excavación de restos paleontológicos, las universidades colombianas acreditadas por el Ministerio de Educación Nacional con programa aprobado de geología, ingeniería geológica, geociencias o biología y los Centros de investigación geológica y paleontológica acreditados por Colciencias están exentos de solicitar autorización al SGC.

Y es que en realidad son tesoros que hablan de la evolución y extinción de las especies en nuestro planeta y su estudio puede dar pistas sobre nuestra propia especie. “Como seres humanos estamos interesados en conocer qué va a pasar con nosotros; también aparecemos y desapareceremos, queremos saber cuándo y por qué desapareceremos”, explica Gómez. “Estas son ‘ventanas’ del pasado que son muy raras; la idea del SGC es protegerlas y hacerlo tanto con el sitio donde se encuentran como con las piezas que se encuentran en esos yacimientos paleontológicos”.

Y remata: “Lo importante es que no pase lo que sucedió con este cráneo”, remata Gómez. En medio de todo, éste fue un caso fácil.  

Referencias:

Lisbeth Fog Corradine. De cómo el Plesiosaurio de Villa de Leyva encontró su cabeza. Fuente Revista Semana 06.04.2018 (https://www.semana.com/educacion/articulo/servicio-geologico-colombiano-recupero-el-plesiosaurio-encontrado-en-villa-de-leyva/562660) [Ultima consulta 08.04.2018].





El fósil que recuperó su cráneo después de 66 años

Después de medio siglo, el Servicio Geológico Colombiano completó uno de sus fósiles más valiosos: un plesiosaurio. El paradero de su cabeza fue un mito por años. Gracias a dos paleontólogos, la semana pasada regresó este patrimonio nacional al país.

Leslie Noe (izq.) prepara el montaje del cráneo original, apoyado por un funcionario del SGC. / Cristian Garavito - El Espectador

La semana pasada se deshizo un mito dentro del Servicio Geológico Colombiano (SGC). Después de medio siglo de rumores, volvió al Museo de Paleontología, ubicado en Bogotá, la cabeza de un plesiosaurio, un animal que inspiró la forma del monstruo del lago Ness. Por décadas se dijo que su cráneo había sido robada por los gringos, que el fósil no podía rastrearse entre la historia y que el resto de este reptil marino que habitó los océanos del planeta hace 125 millones de años, estaría siempre incompleto. Una pareja de paleontólogos; ella, colombiana; él, británico, son los autores del regreso de esta pieza prehistórica al país.

Marcela Gómez y su esposo, Leslie Noe, se dedican a redescubrir la fauna colombiana del Cretácico inferior. Una era geológica en la que solo el 18 % de la superficie de la Tierra estaba sobre el nivel del mar. El resto era agua habitada por animales hoy extintos como el plesiosaurio, que por su largo cuello de hasta doce metros y sus cuatro aletas, fue asociado por primera vez con una especie de tortuga atravesada por una serpiente. Ninguna especie actual se le parece y hace falta reexaminar sus restos para entenderlos.
Así que ambos científicos tenían tres fósiles nacionales que revisar y uno de ellos sin cabeza: el primero, conservado en el Museo de la Universidad de California, en Berkeley, otro expuesto dentro del SGC (sin cabeza) y el último conservado en un museo de Boyacá. Todos fueron hallados en Villa de Leyva durante la década de los cuarenta.

De ahí que en junio pasado Leslie haya viajado a Estados Unidos con recursos de la Universidad de los Andes, en la que es profesor. Sus objetivos eran claros: examinar el espécimen y desenterrar los archivos históricos de la expedición que lo halló en 1945. Un equipo de paleontólogos colombianos y norteamericanos que acordó con el Ministerio de Minas de la época sacar del país el fósil compuesto por el cuerpo completo y una cabeza a medias. Entre esas cartas hubo una pista sobre el cráneo perdido que valió su visita


Marcela Gómez, geóloga del Museo Geológico José Royo y Gómez del SGC, ayudó a deshacer este mito entre los paleontólogos del país. Este reptil (plesiosaurio) habitó los océanos del planeta hace 125 millones de años. 

La misma comisión se lo había llevado. Después del primer hallazgo, estos científicos participaron en el descubrimiento del fósil que reside en Bogotá. Este, a diferencia del primero, tenía el cráneo en buen estado y por eso se lo pidieron en préstamo a Enrique Hubach, entonces director del Servicio. Con él completarían la descripción.

Pero los años pasaron y con ellos una decena de cartas escritas durante 1950 y 1960 pidiéndole al director del Museo de Berkeley la devolución del cráneo, que supuestamente iba a tardar solo dos años.
Esa correspondencia fue suficiente para que Leslie y Marcela revivieran desde el Servicio Geológico Colombiano lo que se daba por perdido. Óscar Paredes, su director actual, escribió a la Universidad de California, contando la historia que entre sus más de 20 antecesores se había desvanecido.

La respuesta, esperada por medio siglo, llegó en contadas horas. “Sí, eso es de ustedes”, dijeron. “Era claro: hay unas cartas de préstamo, hay una resolución que dice que podía salir. Parece que cuando ellos vinieron acá originalmente vinieron por barco, o sea que es posible que hayan salido igual y no existe registro de licencias de exportación”, explica Gómez, quien viajó hace una semana a Berkeley para recoger el fósil.

En una caja con sellos diplomáticos que trajo consigo en el avión, estaban las partes fosilizadas de un reptil que, según estos científicos, nunca hubiera podido levantar la cabeza, porque sus vértebras próximas al cráneo estaban tan pegadas que ese movimiento le hubiera dolido. Pero en cambio, su cuello le servía para alimentarse del fondo del mar, un banquete de amonitas y criaturas míticas que nadaron sobre lo que hoy es el territorio colombiano hace millones de años. Por eso es patrimonio nacional. Una pieza prehistórica tan valiosa que, después de 66 años, tenía que recobrar su cabeza original.


Referencias:

Camila Taborda. El fósil que recuperó su cráneo después de 66 años. Fuente Periódico El Espectador 06.04.2018 (https://www.elespectador.com/noticias/ciencia/el-fosil-que-recupero-su-craneo-despues-de-66-anos-articulo-748416) [Ultima consulta 08.04.2018].





Así fue como Colombia recuperó un cráneo perdido hace 66 años

En una trama detectivesca, científicos del Servicio Geológico encontraron la pieza en EE.UU.

Hasta hace menos de un mes, un mito rondaba entre los estantes del Museo José Royo y Gómez, del Servicio Geológico Colombiano (SGC), en Bogotá. Se decía que a mediados del siglo pasado, paleontólogos estadounidenses habían engañado a científicos colombianos al entregarles, a cambio de una pieza original, la réplica de un cráneo prehistórico encontrado durante excavaciones conjuntas en Villa de Leyva, en 1949.
De hecho, apenas un par de semanas atrás, una prótesis de resina era la única referencia que podían tener los visitantes del SGC sobre la cabeza del esqueleto del Callawayasaurus colombiensis, un plesiosaurio que se encuentra exhibido en el museo y representa una de sus muestras más emblemáticas, pues fue gracias a ella como se decidió la construcción de ese recinto. Ahora, y gracias a la labor de paleontólogos del SGC y de la Universidad de los Andes, el misterio, digno de una novela científica, fue resuelto, y el cráneo original está custodiado dentro una urna de vidrio, junto con el resto de su esqueleto.

Los plesiosaurios son fácilmente reconocibles por su pequeña cabeza, largo cuello incrustado en un cuerpo chico y redondo, con una cola corta.

Con más de 10 metros de largo, los plesiosaurios fueron los mayores reptiles marinos de su tiempo, el Cretácico inferior –hace 130 millones de años–. El ejemplar del SGC se fosilizó cuando su cadáver se posó sobre el lecho marino, quedando cubierto por sedimentos que ayudaron a su preservación.

La osamenta del animal, fácilmente reconocible por su pequeña cabeza, largo cuello incrustado en un cuerpo chico y redondo, con una cola corta, permaneció convertida en roca hasta que fue hallada por paleontólogos colombianos del entonces Instituto Geológico Nacional (hoy el SGC) y de la Universidad de California en Berkeley que conformaban una comisión de vertebrados para conocer en detalle la fauna del territorio nacional a mediados del siglo pasado.

El grupo de investigación estaba liderado por el español José Royo y Gómez (en cuyo honor se nombró el museo donde hoy reposa el esqueleto) y por el estadounidense Rueben Arthur Stirton, profesor de Berkeley. Cinco años antes, en octubre de 1944, el Ministerio de Minas expidió una resolución que establecía que los holotipos, es decir, los primeros ejemplares descritos para cada género y especie que se encontraran en Colombia, debían ir al Museo Paleontológico de Berkeley, y que los segundos ejemplares –conocidos en el argot científico como paratipos–, réplicas y moldes se quedarían en Colombia.

En 1952, S. P. Welles, paleontólogo de Berkeley, trajo a Colombia el cráneo del paratipo, pero días después volvió a pedir el cráneo original en préstamo al SGC.

 Para suerte de Colombia, el Callawayasaurus entraba en este segundo grupo, pues en 1945 se llevaron a cabo las excavaciones de un primer espécimen que había sido encontrado por geólogos de la Tropical Oil Company en la Loma La Catalina, en Villa de Leyva, a solo unos metros de donde ocurrió el segundo hallazgo. Aquel ejemplar fue llevado en su totalidad en cajas numeradas hasta Berkeley. Pero este reptil prehistórico carecía de algo que el nuevo descubrimiento sí tenía: un cráneo altamente preservado, lo cual significaba un tesoro para los científicos dedicados al estudio de este tipo de muestras.

Los plesiosaurios son fácilmente reconocibles por su pequeña cabeza, largo cuello incrustado en un cuerpo chico y redondo, con una cola corta.
Sin embargo, y según consta en las libretas de campo de Stirton, los investigadores de Berkeley tomaron prestado el cráneo del Callawayasaurus para “prepararlo y estudiarlo”. Durante tres años, el SGC perdió el rastro del cráneo, hasta que, en mayo de 1952, S. P. Welles, paleontólogo de Berkeley, le remitió al SGC una carta en la que decía que vendría a Bogotá por tres semanas, trayendo el cráneo del paratipo, el cual ayudaría a montar en el esqueleto completo. Efectivamente, así fue: el investigador no solo trajo el cráneo, sino también la réplica en resina. Pero, curiosamente, días después volvió a pedir el cráneo original en préstamo al SGC, para seguir estudiándolo. Su petición fue aceptada por el instituto.

En junio de 1955, Enrique Hubach, director de la entidad, le escribió a Welles una misiva en la cual le solicitaba la devolución de la pieza, y, siete meses después, Welles respondió pidiendo un plazo de un año o dos para terminar de estudiar el cráneo. A partir de ahí, nada más se supo del cráneo. Hoy, 66 años después, se resuelve el misterio.

El misterio del cráneo, digno de una novela científica, fue resuelto, y el cráneo original está custodiado dentro una urna de vidrio, junto con el resto de su esqueleto.

“Entrar a juzgar si aquel acuerdo que permitía a los estadounidenses tomar los holotipos era bueno o malo no tiene sentido ahora, porque al pasado es muy difícil echarle la culpa. Digamos que con esas excavaciones se les abrieron oportunidades a los colombianos para empezar a hacer prospecciones paleontológicas y conocer la fauna; a los norteamericanos, por su parte, les permitió explorar qué había en este pedazo del mundo. Digamos que había intereses comunes, y este fue el acuerdo al que llegaron”, considera la paleontóloga Marcela Gómez, quien lideró, desde el 2017, el proceso para que Colombia recuperara el cráneo del Callawayasaurus.

En la mañana del 30 de noviembre del año pasado, Gómez envió a la rectoría de la Universidad de Berkeley un correo electrónico solicitando la devolución del cráneo de la discordia, y adjuntó todas las pruebas recopiladas durante los últimos meses para que el caso fuera lo suficientemente sólido para que no hubiera objeciones del claustro estadounidense. Para su sorpresa, esa misma tarde obtuvo respuesta: Berkeley devolvería el cráneo.

Gómez fue la encargada de asistir a la ceremonia protocolaria –con cónsul a bordo– para la entrega del cráneo en California y traerlo al país en marzo de este año en una valija diplomática. Ella explica que la recuperación de la pieza ósea forma parte de una estrategia del SGC para presentar un proyecto de decreto que le otorgue a la entidad funciones para la protección del patrimonio geológico y paleontológico del país, así como de tener la potestad para declarar zonas de protección.

Además, se trata del primer paso para que el SGC sea parte de la Comisión Intersectorial de Patrimonio Mundial, encargada de evaluar las propuestas que se le envían a la Unesco para declarar a los lugares como patrimonios. Asimismo, esperan volverse un actor activo en la prevención del tráfico ilícito de bienes culturales.

Frente a por qué la Universidad de Berkeley respondió tan rápido a su solicitud de devolver el cráneo, metido en un cajón como cualquier objeto, Gómez cree que en esa institución querían darle la menor publicidad posible al caso, toda vez que “sienta un precedente porque va a haber muchas solicitudes de devolución de patrimonio desde muchas instituciones. Estamos hablando de una cosa que puede irse a una escala gigantesca porque muchos museos del mundo tienen piezas que son originarias de otros países”, agrega la científica.

“Es más –continúa–, cuando les pregunté sobre esto me contaron que allá hay un problema particular con las comunidades indígenas de Norteamérica, que están reclamando sus objetos que están en los museos de Berkeley para llevarlos a sus comunidades”. Gómez asegura que en el caso del cráneo del SGC, Berkeley no tenía muchas oportunidades de oponerse, porque el caso que habían armado, con toda la documentación recogida, era “muy robusto”. Y la misma Gómez reconoce que esto no habría sido posible sin el arduo trabajo de Leslie Noè, profesor asociado del departamento de Geociencias de la Universidad de los Andes.

Noè viajó a Berkeley y durante una semana; como un detective, revisó miles de documentos, guardados en anaqueles y archivos del Museo Paleontológico de esa universidad, en busca de pistas que llevaran al paradero del codiciado cráneo. Como paleobiólogo experto en este tipo de criaturas extintas, Noè explica que estudiar a los plesiosaurios es importante para entender cómo evolucionaron distintos tipos de reptiles y otros animales que en la actualidad habitan la Tierra.

Los plesiosaurios tenían dientes filudos seguramente se alimentaban de peces pequeños, de no más de 30 cm, calamares y cangrejos.

 “Era un animal que hoy nos parece un poquito raro, con este cuello muy largo y con aletas que le permitían nadar como una ballena. Como casi todos los animales grandes del mar, tenían dientes filudos, lo que evidencia que eran carnívoros, pero no comían cosas grandes, porque su cabeza era pequeña. Seguramente se alimentaban de peces pequeños, de no más de 30 cm, calamares y cangrejos. En algunos casos hemos encontrado en sus estómagos vestigios de lo que comían, como escamas de peces y exoesqueletos de cangrejos”, va contando Noè mientras camina moviéndose frenéticamente alrededor del fósil.

Dice que no se tienen muchos datos sobre la forma de reproducción de estos seres e indica que, muy seguramente, a los plesiosaurios no les era posible salir del agua, por lo que los científicos creen que las hembras parían crías vivas, como algunas serpientes modernas, pues los huevos se dañan al contacto con el agua, ahogando los embriones.
 “Como otros reptiles y las aves, los plesiosaurios tenían pulmones y, para respirar, debían salir a la superficie como las ballenas y tomar aire por unos orificios que tenían en la parte de arriba de la cabeza; a veces respiraban por la boca, a través de otros huecos en el paladar, que también utilizaban para oler el agua, como los tiburones, y así determinar dónde estaba la comida. El tiempo máximo de inmersión para cada animal podía ser de una hora”, señala Noè.

Sobre el espécimen del SGC, Noè cree que pudo tratarse de un adulto mayor. Esto, gracias a que los plesiosaurios tenían unas espinas en la parte superior de las vértebras, que en los individuos jóvenes estaban separadas en dos partes; en el caso del espécimen del SGC, estas estructuras están unidas. Más allá de esto, reconoce que no hay mucha más información sobre los hábitos de estas enigmáticas criaturas, recordadas por muchas personas porque durante años se pensó que el monstruo del lago Ness, en Escocia, podía ser, en realidad, un plesiosaurio.

El espécimen del del SGC pudo ser un adulto mayor. Esto, gracias a la forma de sus espinas dorsales.

De acuerdo con Noe, esta una hipótesis descartada. Lo saben porque la clásica imagen que se tiene del monstruo fantástico escocés es la de una figura que emerge del agua con el cuello alargado en una posición similar a la de un cisne, un movimiento imposible para la anatomía del plesiosaurio.

“Esto lo sabemos gracias al análisis de piezas como el Callawayasaurus. Y nuestra idea es seguir entendiendo mucho mejor a estos sorprendentes seres, que tienen mucho para enseñarnos, no sobre animales fantásticos, sino sobre el maravilloso mundo real que nos rodea”, apunte Noe.

Fotografías César Melgarejo

Referencias:

Nicolás Bustamante Hernández. Así fue como Colombia recuperó un cráneo perdido hace 66 años. Fuente Periódico El Tiempo 06.04.2018 (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/encuentran-craneo-de-plesiosaurio-que-pertenecia-a-colombia-en-estados-unidos-201656) [Última consulta 08.04.2018].


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