jueves, 24 de septiembre de 2020

Mastodonte descubierto en una mina artesanal en Risaralda

 El mastodonte de Irra: la historia de los restos fósiles que encontraron en Risaralda

Además de los huesos del enorme animal, también se hallaron maderas y semillas. Puede ser el principio de un importante hallazgo arqueológico que tiene, al menos, 10.000 años de antigüedad.

 

El hallazgo de un mastodonte en una mina de Irra, corregimiento de Quinchía, en Risaralda. - Foto: Cortesía CARDER

Hace un poco más de dos semanas, Fernando Alberto Tabarquino Melchor y otros mineros artesanales se toparon con un material extraño en el estrecho socavón donde estaban buscando pedazos de oro. Ellos, acostumbrados a sacar piedras grandes y cafés de casi un metro de diámetro, se encontraron de pronto con una veta de un material diferente: una especie de sedimento negro, muy húmedo, donde había muchas piedras pequeñas.

 El socavón queda en la vereda Mápura, en Irra, municipio de Quinchía, Risaralda. Irra es un caserío que queda a una hora y media de Pereira, al borde de la doble calzada entre el eje cafetero y Medellín, donde se vive del campo y de la minería artesanal. Sin embargo, el lugar donde está el descubrimiento es prácticamente un monte encajonado en el cañón de una quebrada que desemboca en el río Cauca. “Era muy extraño”, dijo Tabarquino cuando le preguntaron los funcionarios oficiales que fueron a verificar el hallazgo. “Nosotros sacamos ese material y seguimos excavando, hasta que un día se derrumbó un poquito. No fue demasiado, pero eso destapó un huesito”.

 

Uno de los huesos de mastodonte en el socavón. - Foto: Cortesía CARDER

Los mineros estaban inquietos. No se explicaban por qué a 20 metros hacia adentro de la montaña y a unos ocho metros por debajo de la superficie estaba apareciendo un esqueleto. Algunos dijeron que era una vaca, otros dijeron que podían ser restos humanos, pero cuando encontraron huesos tan grandes que, definitivamente, no podían ser de ningún animal conocido, alguien se animó a decir: “Esto debe ser prehistórico”.

 La historia la cuenta Julio César Gómez, el director de la CARDER, la Corporación Autónoma Regional de Risaralda. Él, desde Pereira, se enteró de que técnicos de control y vigilancia de la corporación habían reportado en Quinchía una finca donde había una mina artesanal de donde había restos fósiles. La situación era urgente: por eso decidió madrugar el martes pasado para ir con una comitiva de más de 10 personas para verificar la situación.

 

Funcionarios de la Corporación Autónoma Regional de Risaralda y de la UTP en el sitio del hallazgo. - Foto: Cortesía CARDER


La minería artesanal es parte de la supervivencia económica de la región: “No utilizan aparatos ni químicos, solo azadones y palustres”, dice Gómez. Sin embargo, cuando el dueño de la finca se enteró de la visita de la autoridad ambiental, quedó asustado. Es una persona de la zona que vivía de la ganadería y que había sido desplazado por el frente 47 de las Farc, acababa de volver y les había permitido a los mineros hacer el socavón con la condición de que solo hicieran minería artesanal, sin mayores herramientas más que unas palas y unos baldes. “Si cuando vaya yo no encuentro nada ilegal, me concentro en el tema paleontológico”, le dijo Gómez. Y lo único raro que encontraron, fueron los huesos.

 

"Todo esto es apenas la punta del iceberg. Lo primero es definir la antigüedad, porque, así como puede ser de hace 10.000 años, también puede ser de 50.000 o de 100.000."

 Carlos López es antropólogo de la Universidad Nacional, tiene un doctorado en la Temple University de Filadelfia y actualmente es el director del Laboratorio de Ecología Histórica y Patrimonio Cultural de la Universidad Tecnológica de Pereira. Además, es un experto en arqueología. Por eso, cuando le propusieron integrar el grupo que iría a Irra para comprobar el hallazgo, se emocionó. Cuenta que con solo ver una foto supo que se trataba de restos de un animal gigantesco que se extinguió hace 10.000 años. “Es un proboscidio, un megamamífero emparentado con el elefante actual”, explica. “Los conocemos como mastodontes, podían pesar más de tres toneladas y se diferencian de los mamuts porque este tiene los colmillos más rectos, pero más o menos de un metro de largo”.

 


López explica que estos animales no vivieron en la época de los dinosaurios, como muchos creen, sino mucho después. Sin embargo, para él esto hace que todo sea aún más emocionante: ir a ver el sitio donde habían sido hallados estos restos era una oportunidad única: la extinción de estos animales coincidió con el poblamiento de América, así que esos restos pueden ayudar a entender cómo eran los paisajes y las condiciones de los primeros humanos que llegaron al continente.

 

La comitiva partió de Pereira a las 5:30 de la mañana del martes. Cuando llegaron a la finca en Irra tuvieron que andar un camino a pie y cruzar a pie un precario puente de guadua, hasta que una persona los llevó a un beneficiadero de café abandonado. Allí, sobre unas esteras, había unos 10 huesos gigantescos, además de varios fragmentos y huesos más pequeños.

 Pero el verdadero hallazgo estaba todavía más lejos: cuando López entró casi gateando en el túnel minero, entendió que esa tierra negra y húmeda donde estaban los huesos era toda una fotografía de hace miles de años. Con la ayuda de una linterna, además de los huesos del mastodonte que continuaban enterrados –incluyendo un colmillo de más de un metro de largo–, pudo ver semillas, troncos de madera e incluso pedazos de carbón. “Toda esa humedad ha permanecido intacta todos estos 10.000 años, incluso más”, dice López. “Lo interesante de todo esto es que permite reconstruir los climas del pasado”.

 

El colmillo del Mastodonte en el socavón. - Foto: Cortesía CARDER


Para López, además, la manera como se conserva ese bloque en medio de las piedras típicas de la zona, le permite lanzar teorías: posiblemente, por las dinámicas propias de la zona cafetera, se puede pensar que estos animales –que solían andar en manada y buscar espacios abiertos, al igual que los elefantes actuales– podían estar en un pequeño valle de la zona, cuando una avalancha o un deslave los sepultó. “Pudo ser algo similar a lo que se vivió en Mocoa, la capital del Putumayo, en el 2017”, explica. “Todo esto es apenas la punta del iceberg. Lo primero es definir la antigüedad, porque, así como puede ser de hace 10.000 años, también puede ser de 50.000 o de 100.000”.

 

"Sería interesante un parque arqueológico o paleontológico en un lugar tan golpeado por la violencia y con una vocación de oro. Es una alternativa turística, de interés, pero toca aliarse con la academia y con otros actores para lograrlo."

 No es común encontrar este tipo de restos en el eje cafetero. En Colombia, los hallazgos de megamamíferos siempre se han dado en espacios abiertos y llanos, donde se supone que sería normal encontrar al antepasado de un elefante: Humboldt reportó hallazgos en el siglo XIX, pero también hay referencias en la costa atlántica, cerca de Cartagena; en el municipio de Toro, en el Valle del Cauca, y en Tibitó, en la sabana de Bogotá, donde en los años setenta Thomas van der Hammen y Gonzalo Correal hallaron restos calcinados de mastodontes junto con herramientas de piedra, que los llevaron a pensar que los primeros pobladores, en lo que hoy es Colombia, cazaron y comieron este tipo de animales. Para López, hallar restos de un mastodonte en medio de los escarpados cañones del río Cauca, puede además ayudar a entender posibles rutas de colonización de estos animales o plantear posibles causas de su extinción.

 

Los restos del mastodonte que fueron extraídos de la mina. - Foto: Cortesía CARDER


Lo que falta, sin embargo, es una odisea casi tan grande como las piedras que tuvieron que mover los mineros para hallar al mastodonte de Irra. La mina fue clausurada y los mineros entendieron la importancia que podía llegar a tener: “La vida sigue, pero es algo muy bonito haber encontrado eso”, dice Tabarquino. Sin embargo, los mineros también están preocupados porque les toca buscar otra fuente de sustento.

 “Sería interesante un parque arqueológico o paleontológico en un lugar tan golpeado por la violencia y con una vocación de oro”, explica Julio César Gómez, el director de la CARDER. “Es una alternativa turística, de interés, pero toca aliarse con la academia y con otros actores para lograrlo”.

 

"Estos proyectos están en el rango de los miles de millones de pesos, pero son proyectos a largo plazo en los que se puede avanzar por fases. De ahí la necesidad de asegurar recursos para proteger el sitio y otros para poderlos investigar."

 López, por su parte, explica que los responsables de dar las pautas para continuar la investigación son el Servicio Geológico Colombiano y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Ellos son los que deciden quién puede investigar el hallazgo.

 Sin embargo, una vez exista el permiso para investigar, se necesitan recursos. Solo revisar los huesos hallados requiere de un especialista en paleontología y de estudios de carbono 14, que se realizan en laboratorios de otros países y dan una datación histórica con una precisión de 20 años. También se necesitarían especialistas en paleobotánica, geología y arqueología, sin contar con la complejidad de la excavación. “Estos proyectos están en el rango de los miles de millones de pesos, pero son proyectos a largo plazo en los que se puede avanzar por fases”, dice López. “De ahí la necesidad de asegurar recursos para proteger el sitio y otros para poderlos investigar”.

 Mientras eso sucede, el mastodonte de Irra continúa enterrado. Y la información que puede revelar sobre la prehistoria de Colombia, seguirá esperando entre el lodo de un estrecho socavón encerrado en un cañón del río Cauca.

 

 Referencias:

El mastodonte de Irra: la historia de los restos fósiles que encontraron en Risaralda. Fuente: SEMANA. 24.09.2020  (https://www.semana.com/nacion/articulo/el-mastodonte-de-irra-la-historia-de-los-restos-fosiles-que-encontraron-en-risaralda/202018/) [Última consulta 24.09.2020].

 

Todas las imágenes y fotografías aquí publicadas son propiedad de sus respectivos autores.






viernes, 18 de septiembre de 2020

Nuevo estudio sobre el verdadero tamaño del Megalodón con la participación de la paleontóloga colombiana Catalina Pimiento

 Revelan el verdadero tamaño del impresionante megalodón

 Científicos estudiaron las dimensiones del cuerpo, incluidas las aletas, del tiburón prehistórico.

 Existe una terrible fascinación por determinar el tamaño de los tiburones más grandes, pero esto puede ser difícil para las formas fósiles donde los dientes son a menudo todo lo que queda.

 Hoy en día, el tiburón vivo más temible es el 'gran blanco', de más de seis metros de largo, y que muerde con una fuerza de dos toneladas.

 Su pariente fósil, el gran tiburón dentado Megalodón, estrella de varias películas de Hollywood, vivió desde hace 23 hasta alrededor de tres millones de años, medía más del doble de largo que un 'gran blanco' y tenía una fuerza de mordida de más de diez toneladas.

 Los fósiles del Megalodón son en su mayoría enormes dientes de corte triangulares más grandes que una mano humana.

 Jack Cooper, quien acaba de completar la Maestría en Paleobiología en la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Bristol, y sus colegas de Bristol y Swansea utilizaron una serie de métodos matemáticos para precisar el tamaño y las proporciones de este monstruo, haciendo comparaciones cercanas con un diversidad de parientes vivos con similitudes ecológicas y fisiológicas con Megalodon.

 Sus hallazgos se publican en la revista Scientific Reports.

 

Comparación del tamarao de una aleta de megalodón con un adulto de 1,60 metros

Cooper explica en un comunicado que "estudiar al animal completo es difícil, considerando que lo único que tenemos son muchos dientes aislados".

 Anteriormente, el tiburón fósil, conocido formalmente como Otodus megalodon, solo se comparaba con el Gran Blanco. Jack y sus colegas, por primera vez, ampliaron este análisis para incluir cinco tiburones modernos.

 La paleontóloga Catalina Pimiento, quien también participó en el estudio, dijo: "El megalodón no es un antepasado directo del Gran Blanco, pero está igualmente relacionado con otros tiburones macropredadores como el Makos, el tiburón salmón y el tiburón marrajo sardinero, así como el Gran blanco. Recopilamos medidas detalladas de los cinco para hacer predicciones sobre el megalodón".

 

Reconstrucción de las dimensiones de un megalodón durante las diferentes etapas de su vida

Por su parte, el profesor Mike Benton agregó: "Antes de que pudiéramos hacer algo, tuvimos que probar si estos cinco tiburones modernos cambiaban de proporciones a medida que crecían. Si, por ejemplo, hubieran sido como humanos, donde los bebés tienen la cabeza grande y las piernas cortas, habríamos tenido algunas dificultades para proyectar las proporciones adultas de un tiburón extinto tan grande. Pero nos sorprendió y alivió descubrir que, de hecho, las crías de todos estos tiburones depredadores modernos comienzan como pequeños adultos y no cambian en proporción a medida que crecen".

 Jack Cooper dijo: "Esto significa que simplemente podríamos tomar las curvas de crecimiento de las cinco formas modernas y proyectar la forma general a medida que se hacen cada vez más grandes, hasta una longitud corporal de 16 metros".

 Dimensiones

 Los resultados sugieren que un Otodus megalodon de 16 metros de largo probablemente tenía una cabeza redonda de 4,65 metros de largo, una aleta dorsal de aproximadamente 1,62 metros de alto y una cola de alrededor de 3,85 metros de alto.

 Esto significa que un humano adulto podría pararse sobre la espalda de este tiburón y tendría aproximadamente la misma altura que la aleta dorsal.

 La reconstrucción del tamaño de las partes del cuerpo de Megalodon representa un paso fundamental hacia una mejor comprensión de la fisiología de este gigante y los factores intrínsecos que pueden haberlo hecho propenso a la extinción.

 

Referencias:

 Nicolás Bustamante. Revelan el verdadero tamaño del impresionante megalodón. Fuente: El Tiempo 18.09.2020 (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/megalodon-revelan-el-verdadero-tamano-del-impresionante-megalodon-prehistorico-536399) [Última consulta 18.09.2020]. - EUROPA PRESS

 

Para más información por favor consulte: Cooper, J.A., Pimiento, C., Ferrón, H.G. et al. Body dimensions of the extinct giant shark Otodus megalodon: a 2D reconstruction. Sci Rep 10, 14596 (2020). https://doi.org/10.1038/s41598-020-71387-y


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domingo, 13 de septiembre de 2020

Entrevista a Catalina Pimiento, una de nuestras investigadoras más reconocidas a nivel mundial por su trabajo sobre tiburones fósiles,

 La colombiana que le sigue las pistas al megalodón

 


 Catalina Pimiento es reconocida mundialmente por investigar al más grande de los tiburones.

 La prestigiosa revista 'Scientific Reports' publicó esta semana un estudio que arroja nuevas luces sobre una de las especies de peces más fascinantes y enigmáticas que han habitado en los océanos de la Tierra: el megalodón, el tiburón más grande de los que se tienen registros y una criatura que habría sido depredadora del temido tiburón blanco de la actualidad.

 Conocido con el nombre científico de 'Otodus megalodon' —término en el que la segunda palabra significa ‘diente gigante’—, medía hasta 16 metros de largo, cuatro veces más que el ‘gran blanco’, pesaba 50 toneladas, y su mordida alcanzaría doce toneladas de presión, lejos de cualquier otro depredador de la actualidad.

 Según el nuevo informe, que dio detalles sobre las dimensiones completas del megalodón, su aleta dorsal pudo tener una altura de hasta 1,60 metros.

 Entre los autores del estudio está el nombre de una científica colombiana considerada una de las principales autoridades en la investigación de esta especie, cuyos primeros registros fósiles fueron piezas dentales encontradas en Europa en el siglo XVI y que, al tener el tamaño de una mano humana adulta, se pensó que eran lenguas de dragones.

 Ella es Catalina Pimiento. Oriunda de Bogotá, su interés por la biología marina nació cuando tenía 15 años y su papá le regaló una suscripción a la revista 'National Geographic'. En la carátula del primer ejemplar que llegó a su casa, y que aún conserva, aparecía un tiburón blanco.

 “La revista hablaba sobre cómo estos animales enfrentaban una gran vulnerabilidad y de la necesidad de protegerlos por su importancia para los ecosistemas marinos. En ese momento tuve claro que quería estudiar biología, porque quería salvar a los tiburones de la extinción”, recuerda Pimiento, quien lidera un grupo de investigación en el Museo de Paleontología de la Universidad de Zúrich (Suiza) y otro en la Universidad de Swansea (Gales, Reino Unido).

 

En el 2001, Pimiento entró a estudiar biología en la Universidad Javeriana, donde empezó a hacer sus primeras aproximaciones a los escualos. Al graduarse, tuvo una pasantía haciendo censos del tiburón ballena en Isla Contoy, en el Caribe mexicano. Tenía 20 años y vivía el mejor momento de su vida, nadando a diario con tiburones ballena por cuatro meses.

 

“Eso me sirvió para reafirmar mi pasión por los tiburones”, cuenta Pimiento, quien al finalizar ese trabajo se fue a hacer una nueva pasantía en el Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales, en Panamá, donde fue asistente de investigación en el laboratorio marino del instituto.




 Al mismo tiempo, el reconocido paleontólogo Carlos Jaramillo lideraba las excavaciones paleontológicas en el canal de Panamá. Cada vez que encontraba dientes de tiburones, se los pasaba a Pimiento para que los identificara. “Empezaron a conocerme como ‘la persona de los tiburones’”, recuerda.

 Aunque pensaba que su maestría la haría sobre alguna especie viva, empezó a obsesionarse con el desaparecido megalodón, al que pertenecían muchas de las piezas encontradas en las excavaciones. “Yo dije: voy a estudiar esta especie. ¿Por qué? Porque era gigante y voraz. Eso ya era suficiente para mí. Además, es una especie extinta, y yo había aprendido que la extinción de los tiburones trae consecuencias catastróficas en los ecosistemas marinos”, dice.

 “¿Qué pasó cuando se extinguió este tiburón gigante?”, se preguntaba.

 Pimiento, entonces, viajó a la Universidad de la Florida a hacer su maestría y doctorado sobre megalodones junto a Bruce Macfadden, autoridad mundial en paleontología de vertebrados.


 Descifrando al coloso del mar

 Para ese momento, la obsesión de Pimiento con el gran megalodón no tenía vuelta atrás. “Necesitaba entender cuándo, cómo y por qué desapareció este animal”, afirma, y agrega que algunos de sus colegas le dijeron que basar su pregunta de investigación en la causa de extinción de una especie era mala idea porque estos procesos eran complejos de descifrar. Sin embargo, no se desmotivó.

 

“Con mi primer ‘paper’ sobre megalodón decubrí que los dientes encontrados en Panamá eran más pequeños que los del resto del mundo. Mi hipótesis fue que esto se debía a que eran de especímenes bebés, un detalle relevante, pues muchas especies de tiburones tienen áreas de crianza donde las hembras dejan a los recién nacidos para protegerlos de depredadores. La conclusión fue que, en efecto, Panamá era una zona de crianza”, afirma.

 Esta investigación despertó el interés de los medios de comunicación y sirvió como la primera pieza de un rompecabezas que Pimiento estaba decidida a armar: “Ya sabíamos algo de sus hábitos reproductivos, ahora, debíamos descubrir cuándo, cómo y por qué se extinguieron estos colosos”.

 En 2014, un canal de televisión emitió un documental falso en el que sugerían que el megalodón estaba vivo. Pimiento aprovechó la oportunidad para investigar las edades del registro fósil de esta especie en un estudio en el que propusieron que el momento aproximado de la extinción del ‘gran pez’ fue hace 2,6 millones de años.

 “Ahora teníamos el cuándo, seguían el por qué y el cómo de la extinción. Muchas hipótesis afirmaban que el megalodón era una especie de aguas cálidas que no soportó el enfriamiento del océano. Pero esto no era posible, porque el análisis de su distribución demostró que habitaron casi todos los rincones del planeta, tolerando temperaturas altas y bajas”, señala Pimiento.

 Otra hipótesis era que el megalodón se extinguió porque creció demasiado, siguiendo una regla biológica que dice que a medida que evolucionan, las especies aumentan de tamaño, lo cual trae inconvenientes como que ocupen más espacio y necesiten mayor densidad de población para sobrevivir.

 “Los grandes animales tienen requerimientos energéticos mayores, y les es difícil conseguir suficiente alimento. Pero los datos mostraban que el megalodón conservó su tamaño desde que apareció hasta que se extinguió”, dice.

 En cambio Pimiento notó que el descenso en la población de megalodones coincidió con la aparición de especies competidoras, como ballenas orcas y tiburones blancos, con las que empezaron a disputarse el alimento: mamíferos como focas y cetáceos pequeños. “Propusimos que la causa de la extinción fue biótica, por competición o falta de presas suficientes para todos”, dice Pimiento.

 

Gigantes en riesgo

 Al terminar su doctorado, Pimiento obtuvo una posición posdoctoral en la Universidad de Zúrich, donde empezó a investigar las catastróficas implicaciones que puede tener para los ecosistemas la desaparición de grandes depredadores.

 “Para entender el panorama debía saber lo que pasaba con las otras especies -dice-. Descubrí que durante el Plioceno, entre 5 y 2,6 millones de años, no solo se extinguió el megalodón sino el 36 por ciento de los grandes animales marinos, incluyendo un perezoso acuático, tortugas, pingüinos, delfines y ballenas. Creemos que se debió a cambios drásticos y rápidos en el nivel del mar, que resultaron en pérdidas abruptas de hábitat y biodiversidad, algo que, propusimos como una de las principales causas de la extinción de la megafauna marina”.

 Pimiento ha realizado investigaciones desde el Museo de Historia Natural de Berlín, la Universidad de Zúrich y la Universidad de Swansea. Además, ha ganado becas como la Marie Curie, la Humboldt y, más recientemente, una beca Prima, del gobierno Suizo.

Hoy, Pimiento estudia el gigantismo en tiburones actuales, como el tiburón ballena.

 Explica que este, a diferencia del megalodón no está en riesgo de desaparecer por falta de alimento. En cambio, enfrenta otra amenaza relacionada con su dieta, basada en plancton: los microplásticos que inundan los océanos.

 Uno de los más recientes trabajos de Pimiento hace una proyección sobre la megafauna marina en peligro de desaparecer en los próximos cien años. Incluye las que cuentan con algún grado de vulnerabilidad, y hace un llamado a priorizar a las más importantes para mantener el funcionamiento de los ecosistemas marinos.

 “Los tiburones son especies fundamentales, pero están entre las más amenazadas. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para salvarlos”, sostiene.

 

Referencias:

Nicolás Bustamante. La colombiana que le sigue las pistas al megalodón. Fuente: El Tiempo 13.09.2020  (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/megalodon-la-colombiana-que-le-sigue-las-pistas-al-tiburon-mas-grande-que-ha-existido 537402?utm_medium=Social&utm_source=Facebook&fbclid=IwAR3KhC9yampZqd8auu6QZVXB0fzUeCqY5OR1NL8Z23mSJ7atotPFAYNiGyI#Echobox=1600011198) [Última consulta 13.09.2020].


Para más información por favor consulte: Cooper, J.A., Pimiento, C., Ferrón, H.G. et al. Body dimensions of the extinct giant shark Otodus megalodon: a 2D reconstruction. Sci Rep 10, 14596 (2020). https://doi.org/10.1038/s41598-020-71387-y


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