domingo, 13 de septiembre de 2020

Entrevista a Catalina Pimiento, una de nuestras investigadoras más reconocidas a nivel mundial por su trabajo sobre tiburones fósiles,

 La colombiana que le sigue las pistas al megalodón

 


 Catalina Pimiento es reconocida mundialmente por investigar al más grande de los tiburones.

 La prestigiosa revista 'Scientific Reports' publicó esta semana un estudio que arroja nuevas luces sobre una de las especies de peces más fascinantes y enigmáticas que han habitado en los océanos de la Tierra: el megalodón, el tiburón más grande de los que se tienen registros y una criatura que habría sido depredadora del temido tiburón blanco de la actualidad.

 Conocido con el nombre científico de 'Otodus megalodon' —término en el que la segunda palabra significa ‘diente gigante’—, medía hasta 16 metros de largo, cuatro veces más que el ‘gran blanco’, pesaba 50 toneladas, y su mordida alcanzaría doce toneladas de presión, lejos de cualquier otro depredador de la actualidad.

 Según el nuevo informe, que dio detalles sobre las dimensiones completas del megalodón, su aleta dorsal pudo tener una altura de hasta 1,60 metros.

 Entre los autores del estudio está el nombre de una científica colombiana considerada una de las principales autoridades en la investigación de esta especie, cuyos primeros registros fósiles fueron piezas dentales encontradas en Europa en el siglo XVI y que, al tener el tamaño de una mano humana adulta, se pensó que eran lenguas de dragones.

 Ella es Catalina Pimiento. Oriunda de Bogotá, su interés por la biología marina nació cuando tenía 15 años y su papá le regaló una suscripción a la revista 'National Geographic'. En la carátula del primer ejemplar que llegó a su casa, y que aún conserva, aparecía un tiburón blanco.

 “La revista hablaba sobre cómo estos animales enfrentaban una gran vulnerabilidad y de la necesidad de protegerlos por su importancia para los ecosistemas marinos. En ese momento tuve claro que quería estudiar biología, porque quería salvar a los tiburones de la extinción”, recuerda Pimiento, quien lidera un grupo de investigación en el Museo de Paleontología de la Universidad de Zúrich (Suiza) y otro en la Universidad de Swansea (Gales, Reino Unido).

 

En el 2001, Pimiento entró a estudiar biología en la Universidad Javeriana, donde empezó a hacer sus primeras aproximaciones a los escualos. Al graduarse, tuvo una pasantía haciendo censos del tiburón ballena en Isla Contoy, en el Caribe mexicano. Tenía 20 años y vivía el mejor momento de su vida, nadando a diario con tiburones ballena por cuatro meses.

 

“Eso me sirvió para reafirmar mi pasión por los tiburones”, cuenta Pimiento, quien al finalizar ese trabajo se fue a hacer una nueva pasantía en el Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales, en Panamá, donde fue asistente de investigación en el laboratorio marino del instituto.




 Al mismo tiempo, el reconocido paleontólogo Carlos Jaramillo lideraba las excavaciones paleontológicas en el canal de Panamá. Cada vez que encontraba dientes de tiburones, se los pasaba a Pimiento para que los identificara. “Empezaron a conocerme como ‘la persona de los tiburones’”, recuerda.

 Aunque pensaba que su maestría la haría sobre alguna especie viva, empezó a obsesionarse con el desaparecido megalodón, al que pertenecían muchas de las piezas encontradas en las excavaciones. “Yo dije: voy a estudiar esta especie. ¿Por qué? Porque era gigante y voraz. Eso ya era suficiente para mí. Además, es una especie extinta, y yo había aprendido que la extinción de los tiburones trae consecuencias catastróficas en los ecosistemas marinos”, dice.

 “¿Qué pasó cuando se extinguió este tiburón gigante?”, se preguntaba.

 Pimiento, entonces, viajó a la Universidad de la Florida a hacer su maestría y doctorado sobre megalodones junto a Bruce Macfadden, autoridad mundial en paleontología de vertebrados.


 Descifrando al coloso del mar

 Para ese momento, la obsesión de Pimiento con el gran megalodón no tenía vuelta atrás. “Necesitaba entender cuándo, cómo y por qué desapareció este animal”, afirma, y agrega que algunos de sus colegas le dijeron que basar su pregunta de investigación en la causa de extinción de una especie era mala idea porque estos procesos eran complejos de descifrar. Sin embargo, no se desmotivó.

 

“Con mi primer ‘paper’ sobre megalodón decubrí que los dientes encontrados en Panamá eran más pequeños que los del resto del mundo. Mi hipótesis fue que esto se debía a que eran de especímenes bebés, un detalle relevante, pues muchas especies de tiburones tienen áreas de crianza donde las hembras dejan a los recién nacidos para protegerlos de depredadores. La conclusión fue que, en efecto, Panamá era una zona de crianza”, afirma.

 Esta investigación despertó el interés de los medios de comunicación y sirvió como la primera pieza de un rompecabezas que Pimiento estaba decidida a armar: “Ya sabíamos algo de sus hábitos reproductivos, ahora, debíamos descubrir cuándo, cómo y por qué se extinguieron estos colosos”.

 En 2014, un canal de televisión emitió un documental falso en el que sugerían que el megalodón estaba vivo. Pimiento aprovechó la oportunidad para investigar las edades del registro fósil de esta especie en un estudio en el que propusieron que el momento aproximado de la extinción del ‘gran pez’ fue hace 2,6 millones de años.

 “Ahora teníamos el cuándo, seguían el por qué y el cómo de la extinción. Muchas hipótesis afirmaban que el megalodón era una especie de aguas cálidas que no soportó el enfriamiento del océano. Pero esto no era posible, porque el análisis de su distribución demostró que habitaron casi todos los rincones del planeta, tolerando temperaturas altas y bajas”, señala Pimiento.

 Otra hipótesis era que el megalodón se extinguió porque creció demasiado, siguiendo una regla biológica que dice que a medida que evolucionan, las especies aumentan de tamaño, lo cual trae inconvenientes como que ocupen más espacio y necesiten mayor densidad de población para sobrevivir.

 “Los grandes animales tienen requerimientos energéticos mayores, y les es difícil conseguir suficiente alimento. Pero los datos mostraban que el megalodón conservó su tamaño desde que apareció hasta que se extinguió”, dice.

 En cambio Pimiento notó que el descenso en la población de megalodones coincidió con la aparición de especies competidoras, como ballenas orcas y tiburones blancos, con las que empezaron a disputarse el alimento: mamíferos como focas y cetáceos pequeños. “Propusimos que la causa de la extinción fue biótica, por competición o falta de presas suficientes para todos”, dice Pimiento.

 

Gigantes en riesgo

 Al terminar su doctorado, Pimiento obtuvo una posición posdoctoral en la Universidad de Zúrich, donde empezó a investigar las catastróficas implicaciones que puede tener para los ecosistemas la desaparición de grandes depredadores.

 “Para entender el panorama debía saber lo que pasaba con las otras especies -dice-. Descubrí que durante el Plioceno, entre 5 y 2,6 millones de años, no solo se extinguió el megalodón sino el 36 por ciento de los grandes animales marinos, incluyendo un perezoso acuático, tortugas, pingüinos, delfines y ballenas. Creemos que se debió a cambios drásticos y rápidos en el nivel del mar, que resultaron en pérdidas abruptas de hábitat y biodiversidad, algo que, propusimos como una de las principales causas de la extinción de la megafauna marina”.

 Pimiento ha realizado investigaciones desde el Museo de Historia Natural de Berlín, la Universidad de Zúrich y la Universidad de Swansea. Además, ha ganado becas como la Marie Curie, la Humboldt y, más recientemente, una beca Prima, del gobierno Suizo.

Hoy, Pimiento estudia el gigantismo en tiburones actuales, como el tiburón ballena.

 Explica que este, a diferencia del megalodón no está en riesgo de desaparecer por falta de alimento. En cambio, enfrenta otra amenaza relacionada con su dieta, basada en plancton: los microplásticos que inundan los océanos.

 Uno de los más recientes trabajos de Pimiento hace una proyección sobre la megafauna marina en peligro de desaparecer en los próximos cien años. Incluye las que cuentan con algún grado de vulnerabilidad, y hace un llamado a priorizar a las más importantes para mantener el funcionamiento de los ecosistemas marinos.

 “Los tiburones son especies fundamentales, pero están entre las más amenazadas. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para salvarlos”, sostiene.

 

Referencias:

Nicolás Bustamante. La colombiana que le sigue las pistas al megalodón. Fuente: El Tiempo 13.09.2020  (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/megalodon-la-colombiana-que-le-sigue-las-pistas-al-tiburon-mas-grande-que-ha-existido 537402?utm_medium=Social&utm_source=Facebook&fbclid=IwAR3KhC9yampZqd8auu6QZVXB0fzUeCqY5OR1NL8Z23mSJ7atotPFAYNiGyI#Echobox=1600011198) [Última consulta 13.09.2020].


Para más información por favor consulte: Cooper, J.A., Pimiento, C., Ferrón, H.G. et al. Body dimensions of the extinct giant shark Otodus megalodon: a 2D reconstruction. Sci Rep 10, 14596 (2020). https://doi.org/10.1038/s41598-020-71387-y


Todas las imágenes y fotografías aquí publicadas son propiedad de sus respectivos autores.










 

 

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