Encuentran fósil de megaterio en la caverna La Tronera de Santander
El hallazgo fue realizado por un grupo de expertos que se
encuentra explorando las cavernas del país.
Un grupo de espeleólogos colombianos que se aventuró a
explorar la caverna La Tronera, ubicada cerca del municipio de El Peñón,
Santander, no imaginó que en su interior y a cientos de metros de profundidad
hallarían un fósil de hace miles de años.
Los exploradores, liderados por Juan Carlos Higuera,
presidente de la Sociedad Colombiana de Espeleología, encontraron los restos de
un megaterio.
El megaterio, que habitó Colombia hace miles de años,
pesaba varias toneladas y podía medir más de 6 metros.
Referencias:
Elías Barrantes. Encuentran
fósil de megaterio en la caverna La Tronera de Santander. Fuente: Noticias RCN 01.02.2019 (https://noticias.canalrcn.com/nacional-regiones-oriente/encuentran-fosil-megaterio-caverna-tronera-santander?fbclid=IwAR1_GExwCL3LL7oJe3cY54CoEQ8mmgtMJVq4eai1UZOvi5ru2wv1AU6q2k4)
[Última consulta 29.03.2019].
Referencias:
Nicolás Bustamante. El cementerio fósil del gran perezoso. Fuente: Periódico El Tiempo 18.06.2019 (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/yacimiento-paleontologico-en-la-caverna-la-tronera-santander-375890?fbclid=IwAR2Cgr2RkeBDEji7tz5x372gHFOq3f7K-LcXkAuh8_00tbmt6RXbl5GaLE0) [Última consulta 19.06.2019].
El cementerio fósil del gran perezoso
El periodista Nicolás Bustamante sostiene uno de los fósiles
encontrados en la Tronera. Foto: Juan Carlos Higuera
|
Un yacimiento paleontológico podría ofrecer pistas para
entender la evolución de la fauna de país.
En el año 2011, una expedición de la Sociedad Colombiana
de Espeleología se internó en una caverna del municipio de El Peñón
(Santander), en el centro del país, en busca de los misterios que pudieran
esconderse allí. Lo que encontraron podría convertirse en una pieza fundamental
para entender el origen de la fauna que, en la actualidad, habita en nuestro
territorio.
El objetivo de la última expedición de Colombia
Subterránea –el especial periodístico de EL TIEMPO que durante los últimos
meses recorrió algunas de las cuevas más sorprendentes del país– fue recoger
los pasos de aquellos expedicionarios para evidenciar cómo, pese a la
importancia de su hallazgo, después de todo este tiempo no se han tomado las
medidas necesarias para estudiarlo en detalle. Se trata de los huesos
fosilizados de lo que, según indica información preliminar, sería un perezoso
extinto de gran tamaño, mamíferos que se extinguieron hace aproximadamente 8 mil
años.
La expedición comienza muy temprano, en la cabecera
municipal de El Peñón. La mañana está fría y húmeda, pues llovió durante toda
la noche. Desde allí nos desplazamos en carro hasta la finca de un campesino,
quien, junto con algunos compañeros, nos ayudará a cargar nuestros equipos
hasta la caverna, localizada a una hora y media de caminata.
Nuestras piernas se hunden casi hasta la rodilla con cada
paso que damos entre la vegetación que, por cuenta de las fuertes lluvias de
las últimas semanas, se ha convertido en un terreno fangoso. El sol está casi
en su cénit cuando llegamos a la boca de la caverna, cubierta por un denso
matorral. Atravesamos la espesa red de chamizos y vemos, por primera vez, la entrada
a la caverna La Tronera.
El orificio es una de las estructuras naturales más
impresionantes que he visto. La mejor manera de describirlo es haciendo un símil
con un gigantesco embudo de roca escarpada, en el que el cono superior mide por
lo menos 60 metros de diámetro y la parte más angosta se interna, empinada, en
las entrañas de la Tierra. Justo en el punto medio, en una zona resguardada de
la lluvia y alejada de la humedad de la cueva, ubicaremos nuestro campamento
antes de ir en busca del antiguo perezoso.
El corazón del mundo
Es casi la una de la tarde cuando decidimos separarnos:
Manuel Alzate, nuestro videógrafo irá junto con Juan Carlos Higuera –director
de la Sociedad Colombiana de Espeleología y miembro de la excursión que en el
2011 halló el cementerio– por el exterior de la caverna hacia la parte más alta
de la colina; buscarán una claraboya que apunta, tras una caída de 160 metros,
al interior de la caverna. Higuera descenderá haciendo rapel por este
precipicio, al que, por su forma, las comunidades de la zona han bautizado ‘el
Corazón del Mundo’. El objetivo es obtener una imagen única para el documental
que publicaremos en eltiempo.com.
Mientras, el español Jorge Esteve, profesor del
departamento de geociencias de la Universidad de los Andes, doctor en
paleontología y nuestro respaldo científico, y yo, haremos la inmersión a pie,
iniciando desde la boca de la caverna. La galería que contiene los fósiles se encuentra
a 750 metros en el interior de la Tierra, según la cartografía de la Tronera
elaborada por Higuera, quien incluyó a esta gruta en su libro 'Cavernas de Colombia',
de Villegas Editores.
La operación de Higuera y Alzate, que debía tardar una
hora, se toma casi cinco, pues para poder hacer su descenso con total
seguridad, el espeleólogo tuvo que despejar todos los obstáculos que pudieran
enredarse en su cuerda. Finalmente y en medio de un rayo de luz hizo su
descenso. Lejos, como una diminuta araña que se desliza por su red, se le ve
bajando hasta nuestro encuentro. Cuando por fin volvemos a estar reunidos todos
los miembros de la expedición, consumimos algunas provisiones antes de
continuar hacia nuestro destino. Ha caído la noche y los últimos rayos de luz
que bajaban por el Corazón del Mundo se han ido. Ahora, solo nos quedan
nuestras linternas y la limitada iluminación que nos podrán proporcionar
mientras duren sus baterías. Sin percatarnos son las casi las 10 de la noche.
El trayecto al interior de la caverna es especialmente
difícil y está conformado por piedras lisas y afiladas, sobre las que resulta
peligroso apoyarnos. De súbito escuchamos el ruido impetuoso del agua. La
corriente pasa después de un pequeño pasadizo en el suelo frente a nosotros. Lo
que vemos nos roba el aliento: un brioso río, cuyas aguas de color ocre corren
en medio de las tinieblas hacia lo desconocido: “no entraremos ahí”, pensamos
Esteve y yo, presas del miedo. Higuera, quien conoce perfectamente el camino,
nos tranquiliza: “confíen en mí”.
El cementerio fósil
Higuera y yo somos los primeros en lanzarnos al agua
helada. Nuestra intención es reconocer el terreno antes de que Alzate y Esteve
se nos unan. Nos metemos por un recoveco en el que el río subterráneo está en
calma y casi no se mueve. Empezamos a caminar por un túnel en el que el agua
nos da hasta la cintura. En algunos tramos debemos pasar por estrechuras en las
que la cabeza casi toca el techo de la caverna.
Tras recorrer unos 250 metros, llegamos a una ‘playa’ con
una pared en el fondo. Higuera es el primero en subir; pone unas chapas en el
muro y nos lanza una cuerda. Escalamos. En medio de la tierra blanda y gredosa
sobresalen decenas de huesos fosilizados, algunos de color blanco y los otros
más amarillos. Los hay de todos los tamaños y formas, incluidas algunas piezas
dentales. El paleontólogo Esteve afirma que estamos ante un auténtico
cementerio fósil.
“A simple vista y sin tener que llevar a cabo análisis
muy profundos, notamos que no hay fósiles de un solo animal, sino de varios.
Hay piezas grandes que, posiblemente, pertenezcan a organismos de gran tamaño
como los perezoso extintos, pero también pudimos ver algunas vértebras y
dientes que pueden ser de pequeños depredadores”, explicaría a la mañana
siguiente y en nuestro campamento, Esteve. De acuerdo con el científico, el
estudio de estos fósiles es muy importante para conocer las transformaciones en
la fauna de los últimos 250 mil años, las cuales están relacionadas con el
cambio climático, así como para entender más acerca de los cambios de la
biodiversidad entre América del Norte y del Sur. A la pregunta del millón, que
es cómo pudieron estos fósiles llegar hasta ese encerrado lugar, Esteve lanza
algunas hipótesis:
“El estudio que se encarga de responder esta pregunta es
la tafonomía, que analizaría cómo los fósiles se enterraron y cómo fue su
proceso de fosilización; los restos en cavernas muchas veces fueron llevados
hasta ahí por depredadores, los cuales utilizan estos lugares, conocidos como
cubiles, para alimentarse. Sin embargo, yo no creo que este sea el caso, pues
como vimos, la galería está en el fondo de una sima (cavidad) bastante
vertical, por lo que es posible que estos animales estuvieran caminando por la
superficie, se despeñaran y murieran al caer por esta trampa natural. Luego, la
erosión y el transporte del agua los ha ido moviendo, que es la razón por la
cual los huesos estarían desperdigados”, señala.
Esteve nos cuenta algunos datos sobre los antiguos
perezosos: “se trata de animales bastante enigmáticos. Podían medir hasta cinco
metros de altura y eran capaces de ponerse en dos patas. Vivieron en América
del Sur hasta hace unos ocho mil años, cuando se extinguieron, por dos posibles
causas: el cambio climático o la acción del hombre, que por esas épocas ya era
muy activo. Aparte de esto, no se sabe con certeza si eran meramente
herbívoros, si cazaban presas pequeñas o eran carroñeros, como algunos osos
actuales”, dice el experto. El científico agrega que gracias a estos animales
de gran tamaño es que tenemos frutas exquisitas como los aguacates, que tienen
semillas grandes que solo podían ser dispersadas por ellos, quienes las comían
y luego las depositaban en sus heces en lugares lejanos.
Si bien en el 2017 el Servicio Geológico Colombiano llevó
a cabo una expedición en la Tronera y encontró que, efectivamente, los fósiles
pertenecen a un perezoso de gran tamaño y a otros mamíferos ya extintos de los
géneros 'Hydrochoerus y Tremarctos' (cercanos a los capibaras y osos andinos
actuales, respectivamente), Esteve cree que estudiar más a fondo este
yacimiento podría ayudar a desentrañar otros misterios sobre estos intrigantes
animales. Por eso hace un llamado de atención sobre la urgencia de hacer una
excavación en la Tronera:
“Habría que hacer esfuerzos desde distintas instituciones
públicas y privadas para estudiar y conservar esta caverna y todas las que hay
por esta zona. Aunque es un lugar con un acceso muy difícil, no sería la
primera vez que se hace una excavación en una caverna. Es cuestión de esfuerzo
y compromiso. Pese a que el lugar es muy húmedo, los restos están bien
conservados, así que creo que pueden se sacados. Si esto no ocurre en un corto
plazo, la madre naturaleza no se detendrá, el agua seguirá fluyendo y es posible
que estos fósiles desaparezcan y se destruyan”, apunta Esteve.
Nicolás Bustamante. El cementerio fósil del gran perezoso. Fuente: Periódico El Tiempo 18.06.2019 (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/yacimiento-paleontologico-en-la-caverna-la-tronera-santander-375890?fbclid=IwAR2Cgr2RkeBDEji7tz5x372gHFOq3f7K-LcXkAuh8_00tbmt6RXbl5GaLE0) [Última consulta 19.06.2019].
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