viernes, 29 de marzo de 2019

El megaterio que aguarda a ser excavado en una cueva en Santander

Ampliación de la noticia sobre el descubrimiento de mamíferos fósiles en la caverna La Tronera en el departamento de Santander realizado en 2016.

Encuentran fósil de megaterio en la caverna La Tronera de Santander



El hallazgo fue realizado por un grupo de expertos que se encuentra explorando las cavernas del país.
Un grupo de espeleólogos colombianos que se aventuró a explorar la caverna La Tronera, ubicada cerca del municipio de El Peñón, Santander, no imaginó que en su interior y a cientos de metros de profundidad hallarían un fósil de hace miles de años.

Los exploradores, liderados por Juan Carlos Higuera, presidente de la Sociedad Colombiana de Espeleología, encontraron los restos de un megaterio.

El megaterio, que habitó Colombia hace miles de años, pesaba varias toneladas y podía medir más de 6 metros.




Referencias:

Elías Barrantes. Encuentran fósil de megaterio en la caverna La Tronera de Santander. Fuente: Noticias RCN 01.02.2019 (https://noticias.canalrcn.com/nacional-regiones-oriente/encuentran-fosil-megaterio-caverna-tronera-santander?fbclid=IwAR1_GExwCL3LL7oJe3cY54CoEQ8mmgtMJVq4eai1UZOvi5ru2wv1AU6q2k4) [Última consulta 29.03.2019].




El cementerio fósil del gran perezoso

El periodista Nicolás Bustamante sostiene uno de los fósiles encontrados en la Tronera. Foto: Juan Carlos Higuera


Un yacimiento paleontológico podría ofrecer pistas para entender la evolución de la fauna de país.
En el año 2011, una expedición de la Sociedad Colombiana de Espeleología se internó en una caverna del municipio de El Peñón (Santander), en el centro del país, en busca de los misterios que pudieran esconderse allí. Lo que encontraron podría convertirse en una pieza fundamental para entender el origen de la fauna que, en la actualidad, habita en nuestro territorio.

El objetivo de la última expedición de Colombia Subterránea –el especial periodístico de EL TIEMPO que durante los últimos meses recorrió algunas de las cuevas más sorprendentes del país– fue recoger los pasos de aquellos expedicionarios para evidenciar cómo, pese a la importancia de su hallazgo, después de todo este tiempo no se han tomado las medidas necesarias para estudiarlo en detalle. Se trata de los huesos fosilizados de lo que, según indica información preliminar, sería un perezoso extinto de gran tamaño, mamíferos que se extinguieron hace aproximadamente 8 mil años.

La expedición comienza muy temprano, en la cabecera municipal de El Peñón. La mañana está fría y húmeda, pues llovió durante toda la noche. Desde allí nos desplazamos en carro hasta la finca de un campesino, quien, junto con algunos compañeros, nos ayudará a cargar nuestros equipos hasta la caverna, localizada a una hora y media de caminata.

Nuestras piernas se hunden casi hasta la rodilla con cada paso que damos entre la vegetación que, por cuenta de las fuertes lluvias de las últimas semanas, se ha convertido en un terreno fangoso. El sol está casi en su cénit cuando llegamos a la boca de la caverna, cubierta por un denso matorral. Atravesamos la espesa red de chamizos y vemos, por primera vez, la entrada a la caverna La Tronera.

El orificio es una de las estructuras naturales más impresionantes que he visto. La mejor manera de describirlo es haciendo un símil con un gigantesco embudo de roca escarpada, en el que el cono superior mide por lo menos 60 metros de diámetro y la parte más angosta se interna, empinada, en las entrañas de la Tierra. Justo en el punto medio, en una zona resguardada de la lluvia y alejada de la humedad de la cueva, ubicaremos nuestro campamento antes de ir en busca del antiguo perezoso.



El corazón del mundo

Es casi la una de la tarde cuando decidimos separarnos: Manuel Alzate, nuestro videógrafo irá junto con Juan Carlos Higuera –director de la Sociedad Colombiana de Espeleología y miembro de la excursión que en el 2011 halló el cementerio– por el exterior de la caverna hacia la parte más alta de la colina; buscarán una claraboya que apunta, tras una caída de 160 metros, al interior de la caverna. Higuera descenderá haciendo rapel por este precipicio, al que, por su forma, las comunidades de la zona han bautizado ‘el Corazón del Mundo’. El objetivo es obtener una imagen única para el documental que publicaremos en eltiempo.com.
Mientras, el español Jorge Esteve, profesor del departamento de geociencias de la Universidad de los Andes, doctor en paleontología y nuestro respaldo científico, y yo, haremos la inmersión a pie, iniciando desde la boca de la caverna. La galería que contiene los fósiles se encuentra a 750 metros en el interior de la Tierra, según la cartografía de la Tronera elaborada por Higuera, quien incluyó a esta gruta en su libro 'Cavernas de Colombia', de Villegas Editores.

La operación de Higuera y Alzate, que debía tardar una hora, se toma casi cinco, pues para poder hacer su descenso con total seguridad, el espeleólogo tuvo que despejar todos los obstáculos que pudieran enredarse en su cuerda. Finalmente y en medio de un rayo de luz hizo su descenso. Lejos, como una diminuta araña que se desliza por su red, se le ve bajando hasta nuestro encuentro. Cuando por fin volvemos a estar reunidos todos los miembros de la expedición, consumimos algunas provisiones antes de continuar hacia nuestro destino. Ha caído la noche y los últimos rayos de luz que bajaban por el Corazón del Mundo se han ido. Ahora, solo nos quedan nuestras linternas y la limitada iluminación que nos podrán proporcionar mientras duren sus baterías. Sin percatarnos son las casi las 10 de la noche.

El trayecto al interior de la caverna es especialmente difícil y está conformado por piedras lisas y afiladas, sobre las que resulta peligroso apoyarnos. De súbito escuchamos el ruido impetuoso del agua. La corriente pasa después de un pequeño pasadizo en el suelo frente a nosotros. Lo que vemos nos roba el aliento: un brioso río, cuyas aguas de color ocre corren en medio de las tinieblas hacia lo desconocido: “no entraremos ahí”, pensamos Esteve y yo, presas del miedo. Higuera, quien conoce perfectamente el camino, nos tranquiliza: “confíen en mí”.



El cementerio fósil

Higuera y yo somos los primeros en lanzarnos al agua helada. Nuestra intención es reconocer el terreno antes de que Alzate y Esteve se nos unan. Nos metemos por un recoveco en el que el río subterráneo está en calma y casi no se mueve. Empezamos a caminar por un túnel en el que el agua nos da hasta la cintura. En algunos tramos debemos pasar por estrechuras en las que la cabeza casi toca el techo de la caverna.
Tras recorrer unos 250 metros, llegamos a una ‘playa’ con una pared en el fondo. Higuera es el primero en subir; pone unas chapas en el muro y nos lanza una cuerda. Escalamos. En medio de la tierra blanda y gredosa sobresalen decenas de huesos fosilizados, algunos de color blanco y los otros más amarillos. Los hay de todos los tamaños y formas, incluidas algunas piezas dentales. El paleontólogo Esteve afirma que estamos ante un auténtico cementerio fósil.



“A simple vista y sin tener que llevar a cabo análisis muy profundos, notamos que no hay fósiles de un solo animal, sino de varios. Hay piezas grandes que, posiblemente, pertenezcan a organismos de gran tamaño como los perezoso extintos, pero también pudimos ver algunas vértebras y dientes que pueden ser de pequeños depredadores”, explicaría a la mañana siguiente y en nuestro campamento, Esteve. De acuerdo con el científico, el estudio de estos fósiles es muy importante para conocer las transformaciones en la fauna de los últimos 250 mil años, las cuales están relacionadas con el cambio climático, así como para entender más acerca de los cambios de la biodiversidad entre América del Norte y del Sur. A la pregunta del millón, que es cómo pudieron estos fósiles llegar hasta ese encerrado lugar, Esteve lanza algunas hipótesis:
“El estudio que se encarga de responder esta pregunta es la tafonomía, que analizaría cómo los fósiles se enterraron y cómo fue su proceso de fosilización; los restos en cavernas muchas veces fueron llevados hasta ahí por depredadores, los cuales utilizan estos lugares, conocidos como cubiles, para alimentarse. Sin embargo, yo no creo que este sea el caso, pues como vimos, la galería está en el fondo de una sima (cavidad) bastante vertical, por lo que es posible que estos animales estuvieran caminando por la superficie, se despeñaran y murieran al caer por esta trampa natural. Luego, la erosión y el transporte del agua los ha ido moviendo, que es la razón por la cual los huesos estarían desperdigados”, señala.

Esteve nos cuenta algunos datos sobre los antiguos perezosos: “se trata de animales bastante enigmáticos. Podían medir hasta cinco metros de altura y eran capaces de ponerse en dos patas. Vivieron en América del Sur hasta hace unos ocho mil años, cuando se extinguieron, por dos posibles causas: el cambio climático o la acción del hombre, que por esas épocas ya era muy activo. Aparte de esto, no se sabe con certeza si eran meramente herbívoros, si cazaban presas pequeñas o eran carroñeros, como algunos osos actuales”, dice el experto. El científico agrega que gracias a estos animales de gran tamaño es que tenemos frutas exquisitas como los aguacates, que tienen semillas grandes que solo podían ser dispersadas por ellos, quienes las comían y luego las depositaban en sus heces en lugares lejanos.



Si bien en el 2017 el Servicio Geológico Colombiano llevó a cabo una expedición en la Tronera y encontró que, efectivamente, los fósiles pertenecen a un perezoso de gran tamaño y a otros mamíferos ya extintos de los géneros 'Hydrochoerus y Tremarctos' (cercanos a los capibaras y osos andinos actuales, respectivamente), Esteve cree que estudiar más a fondo este yacimiento podría ayudar a desentrañar otros misterios sobre estos intrigantes animales. Por eso hace un llamado de atención sobre la urgencia de hacer una excavación en la Tronera:
“Habría que hacer esfuerzos desde distintas instituciones públicas y privadas para estudiar y conservar esta caverna y todas las que hay por esta zona. Aunque es un lugar con un acceso muy difícil, no sería la primera vez que se hace una excavación en una caverna. Es cuestión de esfuerzo y compromiso. Pese a que el lugar es muy húmedo, los restos están bien conservados, así que creo que pueden se sacados. Si esto no ocurre en un corto plazo, la madre naturaleza no se detendrá, el agua seguirá fluyendo y es posible que estos fósiles desaparezcan y se destruyan”, apunta Esteve.














Referencias:

Nicolás Bustamante. El cementerio fósil del gran perezoso. Fuente: Periódico El Tiempo 18.06.2019 (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/yacimiento-paleontologico-en-la-caverna-la-tronera-santander-375890?fbclid=IwAR2Cgr2RkeBDEji7tz5x372gHFOq3f7K-LcXkAuh8_00tbmt6RXbl5GaLE0) [Última consulta 19.06.2019].



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viernes, 15 de marzo de 2019

Un coleccionista en el desierto de la Tatacoa

La Tormenta es el museo construido por César Perdomo en este territorio huilense. El lugar, que alberga 5.000 piezas de fósiles de peces, reptiles, mamíferos, aves y plantas, guarda la historia de esta región, que solía ser un sistema de humedales hace 15 millones de años.

Como niños en tienda de dulces se sintieron los investigadores que visitaron la colección del Museo La Tormenta de César Perdomo, en pleno centro del desierto. Este hombre alberga alrededor de 5.000 fósiles. Fotografías: Felipe Villegas. Instituto Humboldt


Crecemos con una tendencia natural para coleccionar. Es común que los niños reúnan piedras, conchitas marinas, hojas o juguetes. En algunas personas esta tendencia permanece muy marcada con el pasar de los años. César Perdomo es una de ellas y su increíble colección de fósiles así lo demuestra. Tarros de todos los tamaños, cajas y vitrinas sin vidrio almacenan cientos de dientes, vértebras, costillas, placas y demás restos fósiles.



El desierto de La Tatacoa no es en realidad un desierto, y de hecho, hace 15 millones de años era un sistema de humedales lleno de caimanes gigantes, tortugas y peces. Hoy es más común encontrar cabras y personas en un paisaje seco y altamente transformado. Y si se mira al suelo, o se busca con cuidado, verás los restos fósiles de reptiles, mamíferos y peces extintos.




El Museo La Tormenta se encuentra ubicado en el extremo sur de lo que se conoce como el anillo turístico del desierto La Tatacoa. Aunque desde hace poco se encuentra ubicado allí, justo a la vista de quienes pasan en su travesía en bicicleta, moto o auto, este museo existe desde hace décadas en la mente de César Perdomo. Desde muy niño, César imaginó tener un lugar para albergar los fósiles que iba encontrando cerca de su casa en el desierto. Hoy, su museo alberga no solo una gran cantidad de fósiles sino la historia de lo que ha sido la paleontología en la Tatacoa, a través de la memoria familiar.




César Perdomo tiene 38 años y hace 28 recoge fósiles en el desierto La Tatacoa. Recuerda que encontró su primer fósil una tarde recogiendo las ovejas un día de diciembre, lo guardó sin saber aún que era una vértebra de cocodrilo. Ésta sería tan solo la primera de las tantas que almacena en su casa. Esa curiosidad que lo llevó a recoger eso que parecía una roca con forma rara, ha permanecido en él todos estos años y todos los días sale a caminar el desierto para buscar fósiles y, tal vez, encontrar algo nuevo o diferente que lo sorprenda.




César estima que su colección ya supera las 5000 piezas. Esa cantidad no solo habla de los casi 30 años de colecta empírica sino de la gran diversidad y abundancia de fósiles que se encuentran en el desierto de La Tatacoa. César es custodio de fósiles de peces, reptiles, mamíferos, aves y plantas.




César guarda celosamente este caparazón de tortuga bajo su cama desde hace 15 años. Lo extrajo él mismo con ayuda de pica, pala y unos palos para subirlo al campero que tenía por esa época. Es un caparazón completo y muy bien preservado que lo llena de orgullo. César es un colector innato con habilidades para encontrar y cuidar estos tesoros que dan cuenta del pasado en Colombia. Como él mismo dice, “esto es un trabajo de loco, pero con buena imaginación”.




Andrés Vanegas y César Perdomo tienen mucho en común. Ambos son habitantes del desierto y apasionados por los fósiles. Desde niños cada uno, por su cuenta, soñó con hacer un museo, y hoy,  poco a poco, ven cómo este anhelo se va consolidando. Andrés es el director del Museo de Historia Natural La Tatacoa en La Victoria y César lidera el Museo La Tormenta. Sus esfuerzos son complementarios y muestran cómo la curiosidad por entender el mundo no discrimina lugares geográficos.




En enero de 2019, un grupo de geólogos y paleontólogos visitó La Tatacoa. Al enterarse de la colección de Perdomo, los científicos lo visitaron y, como niños en tienda de dulces, sacaron los fósiles de los tarros, los observaron y los separaron en un esfuerzo por ayudar a César a organizar su colección.




Investigadores del Instituto Smithsonian, Universidad del Norte, Universidad de Zurich, Universidad Fluminense y Museo de Urumaco se sorprendieron con la colección del Museo La Tormenta. No esperaban encontrar algo así en la mitad del desierto, fósiles de tan alto valor paleontológico ya colectados. Un próximo paso será registrar la memoria histórica de décadas de colección e interacción con paleontólogos nacionales e internacionales que han visitado el lugar a través de los años. La curación de los especímenes del Museo es también una tarea pendiente que se realizará de la mano de expertos.




Al ver estas piezas, Rodolfo Sánchez seguramente recuerda su propia historia. Desde muy pequeño colecta fósiles, y esos que guardó por años, hacen parte ahora de la colección del Museo de Urumaco en Venezuela, lugar donde trabaja. Para César Perdomo es muy importante que vengan a visitarlo investigadores “Uno se va animando, dos cabezas es mejor. Esto no es un negocio, yo no lo hago con ambición, lo hago por la historia, eso es patrimonio”.




Referencias:

Luz Helena Oviedo. Un coleccionista en el desierto de la Tatacoa. Fuente: Periódico El Espectador 14.03.2019 (https://www.elespectador.com/noticias/ciencia/un-coleccionista-en-el-desierto-de-la-tatacoa-articulo-844799?fbclid=IwAR13BO3ZFkLvYKfI_jF7Kn6RY3OG9sN7Y9JH7l55vDtPGBM3Jaoypk-2uCI) [Última consulta 15.03.2019].


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Primer Registro de un «Ave del Terror» en Colombia: Un Superdepredador de hace 13 Millones de años ⚒

Se registra por primera vez la presencia de «aves de terror» (Phorusrhacidae) en el Mioceno Medio de Colombia. El hallazgo consiste en un fr...