sábado, 8 de junio de 2024

El Guardián de los Fósiles de Socha; custodiando un yacimiento del Paleoceno de Colombia ⚒


Byron Benítez es un artista plástico que por más de 25 años se ha dedicado a buscar fósiles (y custodiarlos) en Socha, Boyacá. Sus hallazgos han sido cruciales para paleontólogos como Edwin Cadena, quien investigó los restos fósiles descubiertos por Benítez. Uno de los hallazgos más importantes incluye fragmentos de tortugas gigantes, de aproximadamente 1.5 metros de largo del Paleoceno y Eoceno, lo que indica una amplia conectividad biogeográfica en el norte de Sudamérica hace 57 millones de años.

Benítez vive en una casa-museo llena de fósiles y arte precolombino, heredada de su padre, también artista y aficionado a la paleontología. Sueña con fundar un museo y un parque temático para exhibir sus hallazgos y esculturas de especies fósiles. Además, Benítez ha contribuido significativamente al campo del paleoarte, ilustrando y reconstruyendo detalladamente los fósiles que encuentra. Su trabajo, en colaboración con paleontólogos, busca preservar y comunicar la rica historia de la región.


A continuación la noticia publicada en la Web Mongabay:



La historia del pintor que descubrió fósiles de tortugas gigantes en Colombia


La Cabrerita, sitio en donde se encontraron los fósiles de tortuga. Byron Benitez camina en el fondo. Foto: Edwin Cadena

  • Byron Benítez, pintor y escultor originario del municipio de Socha, ha sido uno de los mayores descubridores de fósiles en el noroeste del departamento de Boyacá, en Colombia.
  • Uno de sus hallazgos más recientes han sido los fósiles de tortugas gigantes que vivieron hace 57 millones de años. Su trabajo ayudó a paleontólogos de la Universidad del Rosario a reconstruir el pasado acuático del norte de Sudamérica.

Byron Benítez ha pasado más de la mitad de su vida escudriñando los cerros del municipio de Socha. Con su bicicleta, cada mañana recorre las veredas del noroeste del departamento de Boyacá, en Colombia, para indagar entre las piedras, en búsqueda de lo que él llama “tesoros”. De profesión es artista plástico, pero desde hace más de 25 años se ha dedicado al rastreo de fósiles que comprueban la existencia de grandes cocodrilos, serpientes, peces y mamíferos que, millones de años atrás, habitaron la zona. “Lo más impactante, que lo mueve a uno, es encontrar algo”, dice el pintor y escultor, y agrega que “uno muchas veces hace recorridos días enteros y no encuentra absolutamente nada, pero en el momento en que hay algo importante, es un sentimiento extraordinario, totalmente único”. 

Paisaje general de los lugares en donde se encontraron los fósiles, en el inicio del Cañon del Río Chicamocha en Socha, Colombia. Foto: Edwin Cadena


Uno de los hallazgos más recientes de Benítez fue investigado por Edwin Cadena, paleontólogo y profesor de la Universidad del Rosario. Unos once años atrás, en el 2013, el pintor encontró fragmentos fósiles, de entre dos y tres centímetros, expuestos por la erosión y las lluvias en la superficie de la localidad de La Cabrerita, en el municipio de Socha. Esas pequeñas pistas lo impulsaron a continuar explorando más arriba . Así dirigió a los paleontólogos hasta encontrar los restos de al menos cuatro tortugas gigantes, de cerca de metro y medio de largo. Su estudio permitió conocer mejor la conectividad entre los ambientes acuáticos del norte de Sudamérica, durante el Paleoceno y el Eoceno, hace unos 57 millones de años. Los resultados del descubrimiento se publicaron en abril del 2024 en la revista de la Asociación Paleontológica Argentina PeAPA. 

Fósil de uno de los caparazones de tortuga Puentemys mushaisaensis, exhibido en el Museo de los Andes de Socha. Foto: Edwin Cadena


Se trata de las tortugas Puentemys mushaisaensis, que anteriormente sólo se habían encontrado en las rocas de la mina de carbón El Cerrejón, en el departamento de La Guajira. ¿Cómo es que estas tortugas aparecieron en Socha, a más de 500 kilómetros al sur de aquel sitio? De acuerdo con la publicación liderada por Cadena, el hallazgo indica una distribución biogeográfica más amplia de la herpetofauna del Paleoceno en el norte de América del Sur, posiblemente facilitada por una topografía baja y la conectividad de ecosistemas a través de un corredor faunístico que facilitó la migración de estos vertebrados. “La única forma para que una tortuga acuática de 1.5 metros logre desplazarse, es que haya conectividad de los ambientes. Estas tortugas no podían escalar montañas y bajar nuevamente al otro lugar; eso nos habla de la conectividad de los ambientes del norte de Sudamérica, en ese momento, con un sistema conectado principalmente por lagos o ríos grandes”, explica Cadena. 

Reconstrucción de como lucía el norte de Sudamérica, lo que hoy es Colombia, hace 57 millones de años. Muestra montañas bajas y un sistema de lagos que generaba un corrector faunístico entre algunas partes, al norte Cerrejón y al centro Socha. Ilustración: Juan Giraldo.


La primera impresión de Edwin Cadena, quien ha hecho trabajo paleontológico por más de dos décadas no sólo en Colombia, sino en Panamá, Ecuador y Venezuela, fue que los fósiles de tortuga que había encontrado Byron Benítez estaban demasiado bien conservados. Incluso más que los que él mismo había descubierto y descrito años atrás en la mina de carbón El Cerrejón. Luego, le llamó particularmente la atención la similitud que tenían las formas de los caparazones y los huesos entre uno y otro hallazgo. “Pero a diferencia de los fósiles de El Cerrejón, la preservación de los fósiles en Socha es exquisita. Aspectos como las suturas —como llamamos en paleontología a la conexión entre un huesito y otro—, se veían perfectas. Las marcas que dejan los escudos de queratina, que ya no están, pero que quedan sobre el hueso, estaban muy bien preservadas”, describe Cadena. 


Vista del caparazón (parte de arriba) de uno de los especímenes de Puentemys mushaisaensis, encontrados en Socha. Foto: Edwin Cadena


Así empezó el trabajo entre el pintor y el paleontólogo. Juntos volvieron a las localidades donde Benítez había colectado los fósiles, pues era importante saber exactamente de qué rocas venían. “Necesitábamos saber los contextos estratigráficos —es decir, qué capa de roca está arriba y qué capa está abajo—, porque eso nos da una idea de los ambientes y de la posible edad. Ahí empieza todo el trabajo que se plasma en esta publicación que recientemente hicimos”, agrega Cadena. 


Convivir con fósiles 

La casa en la que Byron Benítez vive con su familia, en Socha, se ha ido convirtiendo en un museo donde sus habitantes conviven diariamente con fósiles y momias. Esa casa grande y de estilo colonial perteneció a su padre Antonio María Benitez, quien la convirtió en una especie de anticuario —describe el pintor—, con sus primeros hallazgos precolombinos guardados dentro de baúles y armarios. El padre de Benítez también fue artista plástico y aficionado a la Paleontología, uno de los pioneros del arte primitivista en el país, por lo que queda claro de dónde heredó sus pasiones e intereses. 

Byron Benítez y una reconstrucción prehistórica con especies faunísticas del periodo Paleogeno, halladas en Socha, Boyacá. Foto: Byron Benítez


No fue sino hasta 1969, con motivo de la conmemoración del Sesquicentenario de la Independencia de Colombia, que Benítez padre logró ampliar algunas habitaciones para convertirlas en tres salones, equipados con algunas vitrinas para organizar de manera más eficiente las colecciones y así poder mostrarlas al público, en el que hoy se conoce como el Museo de los Andes de Socha. Su hijo —ahora de 56 años— se ha encargado de mantener y perfeccionar lo que él dispuso.

Byron Benítez junto a la escultura de un mastodonte, dentro del Museo de Los Andes de Socha, Boyacá. Foto: Byron Benítez


 “Mis hijas ya se acostumbraron a vivir de esta manera: a cinco metros de la cama tenemos la momia de un niño y, a dos metros al lado, las tortugas que se hallaron”, ríe Byron Benítez. “De pronto, la gente piensa que siempre está abierta al público, pero depende de la disponibilidad que uno tenga. Cuando llegan visitas, nos toca guardar muchas cosas, porque tenemos hasta el televisor junto a las cosas precolombinas. Así es como compartimos el museo con nuestra casa de familia”. 

Proceso de reconstrucción de la especie de la especie Crocodyliforme, hallada en Socha, Boyacá. Foto: Byron Benítez


Aunque la casa-museo ha logrado mantener sus colecciones con altos estándares en cuanto a cápsulas de protección, iluminación y etiquetas museológicas, el gran sueño de Benítez es fundar un museo y un parque temático en donde pueda exhibir tanto las colecciones existentes, como una serie de esculturas representativas de cada fósil encontrado en Socha. El espacio físico ya existe, lo que necesita es conseguir el dinero para empezar a construir la infraestructura. “Ya tengo la primera pieza para el parque: un cocodrilo que empecé a construir”, dice Benítez con emoción. Quiero reconstruir en escultura todas esas especies encontradas en el municipio y, por qué no, del departamento. No tenemos una iniciativa así en el país; se ha hecho de manera muy comercial, pero un parque con sustento científico sería el sueño”. 

Byron Benítez junto a una escultura de la especie Crocodyliforme, en el lugar donde se proyecta crear un parque temático en el municipio de Socha, Boyacá. Foto: Byron Benítez


Las tortugas gigantes de Socha 

Bothremydidae fue uno de los grupos de tortugas de cuello lateral más diversos y extendidos durante el Cretácico y parte del Paleógeno. De acuerdo con la investigación, en América del Sur, el registro Paleógeno de los bothremididos se limita a Puentemys mushaisaensis, ubicada po primera vez en la Formación Cerrejón del Paleoceno medio–tardío, en Colombia; Inaechelys pernambucensis del Paleoceno de Brasil; y Motelomama olssoni del Eoceno temprano en Perú. “Los caparazones que hemos encontrado en Socha son de aproximadamente 1.5 metros, teniendo en cuenta que la tortuga más grande que vive hoy en día en Sudamérica alcanza los 80 centímetros. Es decir, es el doble del tamaño de algunas de las tortugas que habitan actualmente en el río Amazonas o en el Orinoco. Pero no sólo se trata del tamaño, sino que también es un grupo extinto y que fue muy diverso durante el Cretácico, justo después de la extinción de los dinosaurios. Su particularidad es la circularidad de su caparazón, parece casi un círculo, y eso la hace única en el proceso evolutivo de las tortugas”, explica Edwin Cadena. 

Dimensiones de los fósiles de tortugas gigantes. Imagen: Cortesía de Universidad del Rosario


Las muestras fósiles que se recolectaron para hacer el estudio, a lo largo de una década, fueron al menos 58 e incluyen caparazones casi completos y huesos aislados. El estudio describe que, en el caso de los huesos aislados, para establecer cuántos de ellos representan individuos únicos, consideraron el tamaño y la singularidad del hueso en el caparazón. Es decir, en el caparazón sólo hay un hueso nucal, que sólo puede corresponder a un único individuo. Aunque puede surgir cierta incertidumbre con otros huesos, los especialistas confían en haber logrado la identificación de al menos 21 individuos en diversas etapas de vida, incluidas crías, juveniles y adultos. 

Especímenes de Puentemys mushaisaensis, encontrados en Socha. Figura: Wider paleogeographical distribution of Bothremydid turtles in northern South America during the Paleocene–Eocene, Cadena et al.


Benítez se encargó de preparar los ejemplares, utilizando una pluma de aire comprimido para limpiarlos. Para los caparazones casi completos utilizó yeso para rellenar los espacios faltantes. Finalmente, colocó estructuras metálicas en algunos de los fósiles con fines de exposición. “Ha hecho un trabajo muy delicado”, afirma Edwin Cadena sobre el trabajo de Byron Benítez. “A veces encontramos gente a la que le gustan los fósiles, pero terminan dañándolos por su falta de conocimiento. Pero no es el caso de Benítez: con su lado artístico, aferrado a la apreciación de los fósiles, ha logrado un proceso de curación, de limpieza y de armado excelentes”, sostiene el experto. 

Vista del plastrón (pecho de la tortuga) de uno de los especímenes de Puentemys mushaisaensis, encontrados en Socha. Boyacá. Foto: Edwin Cadena


 Y no sólo eso. Benítez ha jugado un papel crucial en la reconstrucción de los fósiles a través del paleoarte, la disciplina que une al arte con la ciencia para ilustrar animales prehistóricos y los hábitats en los que vivieron antes de su extinción. “Lo hago tomando los fósiles de mayor interés. Se va haciendo un dibujo hiperrealista, para tomar cada detalle de la textura y la forma. Luego se ilustra el paisaje, adhiriendo otras especies que van apareciendo. La pintura te da la facilidad de corregir lo que se necesite”, explica Benítez. 

Reconstrucción prehistórica con especies faunísticas del periodo Paleogeno, halladas en Socha, Boyacá. Las tortugas gigantes aparecen en la zona inferior izquierda. Foto: Byron Benítez


La carrera de Benítez, desde que recuerda, ha sido desesperada y contra el tiempo. En el sitio donde se dedicó por décadas a explorar fósiles, también existió una gran industria dedicada al acopio de carbón. “Yo quería recuperar lo más que pudiera, antes de que terminara la destrucción grandísima en ese lugar. Por las mañanas, salía y me olvidaba del resto. Si encontraba algo, tenía que actuar cuanto antes, porque el lugar estaba expuesto a que llegara una retroexcavadora y acabara con todo. Tocaba actuar a contrarreloj. En este momento, todo está prácticamente destruido; sólo quedan algunos fragmentos, porque la zona con mayor potencial ya no existe”, se lamenta Benítez. 

Rocas en donde aparecieron los fósiles en la zona de Socha, Boyacá. Foto: Edwin Cadena


 Para él y para Edwin Cadena, es importante reconstruir el pasado. Hablarle a la gente de lo que fue la Tierra hace millones de años, también explica lo que es la Tierra en nuestros días. “Siempre hemos soñado con viajar en el tiempo”, concluye Edwin Cadena. “Los fósiles son eso, una máquina para viajar en el tiempo, porque a través de ellos —como en este caso—, podemos irnos 57 millones de años atrás y tratar de entender cómo lucía un entorno, cómo era lo que hoy es Colombia. Eso es lo más fascinante: conocer la maravillosa historia de la vida en la Tierra”.

Byron Benítez durante el proceso de elaboración de una escultura de Carnotauro. Foto: Byron Benítez


Referencias:

Astrid Arellano. La historia del pintor que descubrió fósiles de tortugas gigantes en Colombia. Fuente: Web Mongabay 07.06.2024. (https://es.mongabay.com/2024/06/pintor-descubrio-fosiles-tortugas-gigantes-colombia/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR3jeNbXdAqqZZ-mwCqgWY9P1Pq5qpIgdc7jFpb7FVhkKWbcfu9bDEngnoA_aem_a3AmvYIAGFbceHzVlCzFkA) [Última consulta 30.06.2024].




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martes, 19 de marzo de 2024

Nuevo yacimiento paleontológico en Toca, Boyacá, saca a la luz una paleofauna que habitó los mares de Colombia hace 80 millones de años ⚒



El pasado 4 de marzo, el geólogo y paleontólogo colombiano, Javier Luque, junto con el Servicio Geológico Colombiano (SGC) y un equipo internacional de científicos, se dirigieron a Toca, un pequeño municipio boyacense, para investigar los depósitos de preservación excepcional de invertebrados marinos en el subsuelo. Durante dos semanas, este equipo de doce científicos recolectó muestras y realizó un inventario detallado de las mismas para iniciar un estudio en profundidad sobre la biodiversidad marina de Colombia hace 80 millones de años.

Durante la excavación, descubrieron al menos 30 nuevas especies que habitaron Colombia en el pasado, destacando la riqueza paleontológica de Boyacá y su importancia para comprender la historia de los organismos en el país. Se plantea la pregunta sobre qué condiciones del período Cretácico permitieron esta preservación única, especulando si fueron fondos con poco oxígeno o la escasa actividad carroñera.

Luque señala la rareza de esta área en Toca, ya que contiene fósiles raramente preservados, como estrellas de mar y erizos marinos completamente articulados, gusanos marinos y crustáceos con ojos. Este tipo de depósitos excepcionales se han encontrado principalmente en latitudes medias a altas, pero poco se ha documentado en los trópicos.

El Servicio Geológico Colombiano destaca la importancia de este descubrimiento y su apoyo al trabajo de Luque, enfatizando la necesidad de investigar, conservar y proteger el patrimonio geológico y paleontológico de Colombia.

El próximo 20 de marzo, Luque presentará los detalles del descubrimiento y la excavación de nuevas áreas paleontológicas en Colombia en una charla en el auditorio del SGC en Bogotá".



A continuación la noticia publicada por el periódico El Espectador:


Descubrieron un lugar en Boyacá rico en fósiles marinos que habitaron en el pasado

Durante dos semanas, un grupo de científicos nacionales e internacionales, liderados por un paleontólogo colombiano, estudiaron este lugar y encontraron alrededor de 30 especies nuevas que habitaron en el pasado.

El pasado 4 de marzo, el geólogo y paleontólogo colombiano, Javier Luque, el Servicio Geológico Colombiano (SGC), y un equipo de científicos nacionales e internacionales, llegaron hasta Toca, un pequeño municipio boyacense ubicado a 26 kilómetros de Tunja. El motivo de la vista era describir y caracterizar por primera vez, los depósitos de preservación excepcional de invertebrados marinos que se encuentran escondidos en el subsuelo de este lugar. 

Durante dos semanas, el equipo de doce científicos, integrado por colombianos, ingleses, canadienses e irlandeses en universidades de Estados Unidos, Alemania, Suiza, Colombia, y Panamá, colectaron, rotularon, y realizaron un inventario detallado de las muestras con sus respectivos metadatos, con los que iniciarán el estudio en detalle para obtener respuestas sobre el pasado y presente de los trópicos, y en especial, sobre cómo era la biodiversidad de los mares de Colombia hace 80 millones de años. 


En las dos semanas que duró la excavación, el grupo descubrió al menos 30 nuevas especies que habitaron Colombia en el pasado, lo que demuestra la riqueza paleontológica de Boyacá y su importancia para ayudar a entender los organismos del pasado. La pregunta que ahora deberán resolver es: ¿Qué pasó en el periodo Cretácico que permitió este tipo de preservaciones únicas? ¿Había fondos con poco oxígeno, o fue más bien la poca actividad carroñera? 




 “Colombia ha sido un país tropical desde hace más de 150 millones de años, pero no sabemos mucho de ese pasado paleontológico. Lo excepcional de esta nueva área que descubrimos en Toca es que contiene fósiles que raramente se preservan”, sostiene Luque.

Dentro de las especies que encontraron se encuentran estrellas de mar y erizos de mar completamente articulados con sus espinas, gusanos marinos de cuerpo blando con tejidos nerviosos y musculares, y crustáceos con ojos. “Eso es una rareza en el mundo. Depósitos con preservación excepcional se han identificado en latitudes medias a altas, en países como Canadá, Europa, Argentina o Australia, pero poco o nada en los trópicos actuales”, agrega el geólogo. 

“Para el Servicio Geológico Colombiano, como institución encargada de investigar, conservar y custodiar el patrimonio geológico y paleontológico de la Nación, es muy gratificante apoyar el trabajo de científicos como Luque, quien siempre se ha destacado por notificar sus actividades a la Entidad y entregar los fósiles que recoge en sus excavaciones al Museo Geológico Nacional “José Royo y Gómez”. Nuestra participación en estos escenarios es clave porque nos permite avanzar no solo en el conocimiento de nuevas áreas, sino también en su protección para las futuras generaciones”, afirma Victoria Corredor, Coordinadora del Museo Geológico Nacional. 

El próximo 20 de marzo, el paleontólogo dará a conocer los detalles del descubrimiento y excavación de nuevas áreas paleontológicas en Colombia, en una charla que se llevará a cabo en el auditorio Benjamín Alvarado Biester del SGC en Bogotá."



Referencias:

Redacción Ciencia. Descubrieron un lugar en Boyacá rico en fósiles marinos que habitaron en el pasado. Fuente: Periódico El Espectador 19.03.2024. (https://www.elespectador.com/ciencia/toca-boyaca-descubrieron-un-nuevo-lugar-rico-en-fosiles-marinos-que-habitaron-en-el-pasado/?fbclid=IwAR2YMvVq9DygkFcnF58Le1yFZFuLQ8PLO-yJA6q57JRHSEMYexYZx4l-GCk) [Última consulta 20.03.2024].



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jueves, 14 de marzo de 2024

Registros en Colombia de plantas que convivieron con los dinosaurios hace 120 millones de años ⚒


Una reciente una investigación sobre fósiles vegetales en Colombia, revela hallazgos significativos sobre la flora del pasado. En particular, se ha identificado una diversidad de plantas, incluyendo posibles registros de Pentoxylales y Gnetales, grupos no previamente documentados en Colombia. La mayor parte de estos fósiles provienen de la Formación Paja, ubicada entre Cundinamarca, Santander y Boyacá.

El estudio, liderado por el investigador Héctor Daniel Palma Castro, analizó más de 300 fósiles de plantas de hace millones de años, encontrando al menos 45 grupos morfológicamente distintos. Se destaca la presencia predominante de coníferas, en particular de la familia Araucariaceae. Se reporta también la posible presencia de Pentoxylales y Gnetales, grupos poco comunes en Suramérica y previamente desconocidos en Colombia.

Los resultados sugieren la existencia de un bosque abundante cercano a las costas colombianas en el pasado, aunque su ubicación exacta aún no está determinada. La utilización de la microtomografía de rayos-X permitió un análisis más detallado de los especímenes, revelando información valiosa sobre su morfología interna.

Este estudio proporciona nuevos conocimientos sobre la diversidad y distribución de la flora en el pasado geológico de Colombia, contribuyendo a comprender mejor la evolución de los ecosistemas en la región.


A continuación la noticia publicada por la agencia UNAL


“Cuando los más temidos dinosaurios aún caminaban por la tierra, había un grupo de plantas que resistieron todas las extinciones masivas, y que posiblemente habitaban zonas como las costas del país. Sin embargo, aún es poco lo que se conoce, por lo que se realizó la primera gran clasificación y reclasificación de 234 fósiles alojados en colecciones de museos y universidades, encontrando posibles registros de Pentoxylales y Gnetales, grupos que habitaban lugares como Nueva Zelanda, la Antártida, India o África, y que en Colombia no se tenían registradas. En Santa Rosa de Cabal (Risaralda), hoy todavía existen árboles de la familia Araucariaceae.



 
La huella de los fósiles siempre permanece: un hueso, un tejido, una hoja u otro elemento de un animal o planta que se preservó en las rocas o sedimentos en donde habitaban. En el caso de las plantas gracias a que el carbono genera una especie de capa con su forma hizo que perdurara su composición.

Hay zonas que son ricas en estos fósiles, que son el lugar preferido de los paleobotánicos, una disciplina con mucho por aportar en el país encargada de descubrir cómo eran estos arbustos, árboles y demás integrantes del reino vegetal hace millones de años. Entre ellas la Formación La Paja, unas rocas localizadas entre los departamentos de Cundinamarca, Santander y Boyacá, este último con municipios como Sutamarchán, Sáchica y Villa de Leyva, en la región del Alto Ricaurte.

Pero hace décadas que, el estudio de esta unidad geológica, se ha concentrado en los grandes reptiles marinos que había en su momento, entre ellos grandes depredadores como los pliosaurios o los ictiosaurios; dejando de lado la flora de la época, en especial la del Cretácico Inferior (Periodo Barremiano y Aptiano), que abunda entre las rocas que reposan en este lugar del altiplano cundiboyacense.

Por lo que el investigador Héctor Daniel Palma Castro, magíster en Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), les plantó cara a estos vacíos geológicos, y se encargó de analizar más 300 fósiles de plantas de hace millones de años (al final fueron 234 seleccionados), de seis colecciones, como por ejemplo, la del Museo Paleontológico de Villa de Leyva, el Servicio Geológico Colombiano, y de la UNAL, tanto en la Sede Medellín, como en la del Padre Gustavo Huertas en el Departamento de Geociencias de la Sede Bogotá.

Se encontraron por lo menos 45 grupos de características morfológicas distintas, es decir, plantas que tenían diferencias en cuanto a la forma y tamaño de sus hojas, ramas, órganos reproductivos, y demás estructuras. Teniendo como grupo de especies predominante a las coníferas (más de la mitad de los grupos), con representantes de la familia Araucariaceae como principal componente de la flora, árboles de larga vida que puede llegar hasta los 65 metros de alto, y que hoy todavía viven en zonas como Santa Rosa de Cabal (Risaralda), que tiene un parque nombrado en su honor.

Además de estas especies de pinos que sobrevivieron millones de años y que formaban parte del paisaje de dinosaurios como el Padillasaurus leivaensis (primera especie de dinosaurio nombrada en Colombia), que eran herbívoros; se reportó la posible presencia de Pentoxylales y Gnetales, dos grupos de plantas poco comunes en Suramérica, y que en Colombia no se tenían registradas. El primero ya se extinguió y habitaba zonas como la India, Nueva Zelanda o la Antártida.
 



No obstante, como indica Palma que del segundo grupo aún sobrevive en algunas zonas del mundo algo restringidas, y tiene características muy interesantes, pues comparte rasgos tanto de las angiospermas (plantas que pueden dar flores y frutos), como las gimnospermas (solo dan semillas). Esto podría dar pistas sobre cómo estas especies se fueron desplazando a lo largo de los continentes.

“En el caso de las coníferas, se puede generar la hipótesis de que había un bosque abundante cerca a las costas del país, no se sabe específicamente donde, pero el rastro que se tiene en las rocas de Villa de Leyva sería un indicio de que se desplazó del continente hasta allí en un mar hace millones de años”, indica el magíster en Biología quien trabajó con la guía de los profesores Petter Lowy, exdirector del museo paleontológico de Villa de Leyva, y Fabiany Herrera, del Field Museum, Centro de Investigación Integrativa Negaunee (Chicago).

En el análisis morfológico se implementó una novedosa técnica llamada microtomografía de rayos-x, que permitió estudiar más a fondo el interior de uno de los especímenes del presunto Gnetales; no obstante, solo se realizó en esta muestra, pues en Colombia no se cuenta con la tecnología para realizar el procedimiento, por lo que se envió a la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, con la que el investigador ha colaborado en otros proyectos.

“La gran mayoría de rocas en las que se alojaban las plantas de esta época eran lodolitas, concreciones o acumulaciones de fragmentos del fondo del mar, que conservan los fósiles en distintas capas de protección, casi permitiendo que se quedaran conservados en tres dimensiones dentro de los sedimentos”, puntualiza”.


Referencias:

Plantas que convivían con los dinosaurios hace 120 millones de años sobrevivieron y hay registros en Colombia. Fuente: Agencia UNAL 14.03.2024. (https://agenciadenoticias.unal.edu.co/detalle/plantas-que-convivian-con-los-dinosaurios-hace-120-millones-de-anos-sobrevivieron-y-hay-registros-en-colombia) [Última consulta 20.03.2024].


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domingo, 11 de febrero de 2024

El desierto de La Tatacoa (Huila) y los yacimientos paleontológicos de Floresta (Boyacá) postulados para para ser reconocidos como patrimonio mundial ⚒

 


El yacimiento paleontológico de La Venta, ubicado en el Desierto de La Tatacoa en el departamento de Huila y las localidades paleontológicas del municipio de Floresta en Boyacá, han sido postulados como candidatos para convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Ambos sitios son de gran importancia geológica y paleontológica para Colombia ya que contienen información clave sobre la evolución geológica y paleontológica del país.
El Grupo Honda, una secuencia de rocas en el Desierto de La Tatacoa, alberga una diversidad de fósiles de vertebrados que proporcionan valiosos datos sobre los antiguos ecosistemas neotropicales, incluyendo una antigua selva tropical húmeda. Este sitio se ha convertido en un foco de estudio multidisciplinario esencial para comprender la evolución geológica y biológica de América del Sur.
Por otro lado, las localidades paleontológicas de Floresta contienen fósiles excepcionales de aproximadamente 396 millones de años de antigüedad, relacionados con la 'Edad de los Peces', una etapa caracterizada por una gran diversificación de peces y especies marinas. El análisis de estos fósiles revela detalles fascinantes sobre los antiguos ambientes marinos en los que estas criaturas vivieron y se preservaron.

Desierto de La Tatacoa. Foto SGC

 
El Servicio Geológico Colombiano (SGC) ha gestionado la postulación de estos dos lugares ante el Comité Técnico Nacional de Patrimonio Mundial, basándose en el Criterio VIII de Patrimonio Mundial, que reconoce sitios que representan etapas importantes de la historia de la Tierra, incluyendo el registro de la vida y procesos geológicos significativos.
Esta postulación representa un paso significativo para la protección y conservación del patrimonio geológico y paleontológico de Colombia, además de posicionar internacionalmente estos territorios y promover el turismo, la investigación y el desarrollo económico en la región.



Referencias:

Redacción Ciencia. La Tatacoa y Floresta, postulados como patrimonio de la humanidad. Fuente: Periódico El Tiempo 11.02.2024. (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/la-tatacoa-y-floresta-postulados-como-patrimonio-de-la-humanidad-853626) [Última consulta 20.03.2024].



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jueves, 7 de diciembre de 2023

Plantas o tortugas fósiles?

Fósiles previamente identificados como vegetales de la especie "Sphenophyllum colombianum" procedentes de la Fm. Paja han sido han sido reidentificados como caparazones de tortugas marinas recién nacidas. Este hallazgo es inusual y excepcional ya que los caparazones de las tortugas jóvenes son generalmente blandos y no se suelen fosilizar, el hallazgo marca además el primer informe de caparazones de tortugas recién nacidas en el Aptiano (Cretácico temprano) del noroeste de América del Sur y proporcionan evidencia de la preservación excepcional del Lagerstätte de reptiles marinos de Ricaurte Alto.

A continuación la noticia publicada por Europa PRESS:


Fósil atribuido a una planta es una tortuga bebé apodada Pokémon  

El fósil que originalmente se interpretó como una planta pero que ahora los investigadores han descubierto es el interior del caparazón de una tortuga bebé



Investigadores han reexaminado un fósil vegetal hallado hace décadas en Colombia y se han dado cuenta de que no se trataba de una planta sino de una tortuga bebé fosilizada.

Destacan que es un hallazgo poco frecuente, ya que los caparazones de las tortugas jóvenes son blandos y no suelen fosilizarse bien. Ha sido apodada Pokémon en honor a uno qu es mitad tortuga, mitad planta.

Entre las décadas de 1950 y 1970, un sacerdote colombiano llamado Padre Gustavo Huertas recolectó rocas y fósiles cerca de un pueblo llamado Villa de Levya. Dos de los especímenes que encontró eran pequeñas rocas redondas con líneas que parecían hojas y las clasificó como un tipo de planta fósil.

Ahora, en un nuevo estudio, publicado en la revista 'Palaeontologia Electronica', los investigadores que volvieron a examinar estos fósiles "vegetales" han descubierto que no eran plantas sino los restos fosilizados de tortuguitas.

"Fue realmente sorprendente encontrar estos fósiles", afirma Héctor Palma-Castro, estudiante de paleobotánica de la Universidad Nacional de Colombia.

Las 'plantas' en cuestión habían sido descritas por Huertas en 2003 como 'Sphenophyllum colombianum'. Los fósiles proceden de rocas del Cretácico Temprano, hace entre 132 y 113 millones de años, durante la era de los dinosaurios.

Los fósiles de 'Sphenophyllum colombianum' fueron sorprendentes en esta época y lugar, ya que los demás miembros conocidos del género Sphenophyllum se extinguieron hace más de 100 millones de años. Las plantas despertaron el interés de Fabiany Herrera, conservador adjunto de plantas fósiles de Negaunee en el Museo Field de Chicago (Estados Unidos), y de su estudiante, Palma-Castro.

"Fuimos a la colección de fósiles de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá y empezamos a ver las plantas, y en cuanto las fotografiamos pensamos: 'esto es raro'", recuerda Herrera, que ha estado recolectando plantas del Cretácico Temprano del noroeste de Sudamérica, una zona del mundo con pocos trabajos paleobotánicos.

A primera vista, los fósiles, de unos 5 centímetros de diámetro, parecían nódulos redondeados que contenían hojas conservadas de la planta 'Sphenophyllum', pero Herrera y Palma-Castro se dieron cuenta de que había algo que no encajaba.

"Pasamos días buscando plantas fósiles en armarios de madera. Cuando por fin encontramos este fósil, descifrar la forma y el margen de la hoja resultó todo un reto", explica Palma-Castro.

"Cuando lo observas con detalle, las líneas que se ven en los fósiles no parecen las venas de una planta; estaba seguro de que lo más probable es que fuera hueso", añade Herrera. Así que se puso en contacto con un antiguo colega suyo, Edwin-Alberto Cadena.

Recuerda que cuando le enviaron las fotos pensó: "Esto parece sin duda un caparazón, la parte superior ósea de la concha de una tortuga -- explica Cadena, paleontólogo especializado en tortugas y otros vertebrados de la Universidad del Rosario de Bogotá--. Dije: 'Bueno, esto es extraordinario, porque no sólo se trata de una tortuga, sino que además es un espécimen recién nacido, es muy, muy pequeño'".

Cadena y su estudiante, Diego Cómbita-Romero, de la Universidad Nacional de Colombia, examinaron más a fondo los especímenes, comparándolos con los caparazones de tortugas fósiles y modernas.

"Cuando vimos el espécimen por primera vez me quedé asombrado, porque al fósil le faltaban las marcas típicas de la parte exterior del caparazón de una tortuga --dice Cómbita-Romero--. Era un poco cóncavo, como un cuenco. En ese momento nos dimos cuenta de que la parte visible del fósil era el otro lado del caparazón, estábamos viendo la parte del caparazón que está dentro de la tortuga".

Los detalles de los huesos de la tortuga ayudaron a los investigadores a calcular la edad que tenía al morir. "El ritmo de crecimiento y el tamaño de las tortugas varían", explica Cómbita-Romero, por lo que el equipo se fijó en características como el grosor del caparazón y los puntos en los que las costillas se unían formando un hueso sólido.

"Se trata de una característica poco común en las crías, pero observada en los juveniles --añade--. Toda esta información sugiere que la tortuga probablemente murió con un caparazón ligeramente desarrollado, de entre 0 y 1 año de edad, en una fase posterior a la eclosión". "En realidad es muy raro encontrar crías de tortugas fósiles en general --reconoce Cadena--.

Cuando las tortugas son muy jóvenes, los huesos de sus caparazones son muy finos, por lo que pueden destruirse fácilmente". Los investigadores afirman que la rareza de las crías de tortuga fosilizadas hace que su descubrimiento sea importante. "Estas tortugas eran probablemente parientes de otras especies del Cretácico que medían hasta cuatro metros de largo, pero no sabemos mucho sobre cómo crecieron realmente hasta alcanzar tamaños tan gigantescos", explica Cadena. A pesar de todo, los investigadores no culpan al Padre Huertas de su error porque los caparazones conservados se parecen realmente a muchas plantas fósiles. Pero los elementos que Huertas creía que eran hojas y tallos son, en realidad, costillas y vértebras modificadas que forman el caparazón de una tortuga. Cómbita-Romero y Palma-Castro apodaron a los especímenes 'Turtwig', en honor a un Pokémon mitad tortuga, mitad planta.

"En el universo Pokémon te encuentras con el concepto de combinar dos o más elementos, como animales, máquinas, plantas, etc. Así que, cuando tienes un fósil clasificado inicialmente como planta que resulta ser una cría de tortuga, inmediatamente te vienen a la mente unos cuantos Pokémon. En este caso, Turtwig, una cría de tortuga con una hoja pegada a la cabeza", dice Palma-Castro. En paleontología siempre se pone a prueba la imaginación y la capacidad de asombro --prosigue--. Descubrimientos como éste son realmente especiales porque no sólo amplían nuestros conocimientos sobre el pasado, sino que abren una ventana a las diversas posibilidades de lo que podemos descubrir".

Los científicos también señalan la importancia de estos fósiles en el esquema más amplio de la paleontología colombiana. "Resolvimos un pequeño misterio paleobotánico, pero lo más importante es que este estudio muestra la necesidad de reestudiar las colecciones históricas en Colombia. El Cretáceo temprano es una época crítica en la evolución de las plantas terrestres, en particular para las plantas con flores y las gimnospermas. Nuestro trabajo futuro es descubrir los bosques que crecieron en esta parte del mundo", afirma Herrera.


Referencias:

Fósil atribuido a una planta es una tortuga bebé apodada Pokémon Fuente: Europa Press 07.12.2023. (https://www.europapress.es/ciencia/ruinas-y-fosiles/noticia-fosil-atribuido-planta-tortuga-bebe-apodada-pokemon-20231207181859.html) [Última consulta 07.12.2023].


Para más información por favor consulte: Palma-Castro, Héctor D., Cómbita-Romero, Diego A., Cadena, Edwin-Alberto, Carvalho, Mónica R., and Herrera, Fabiany. 2023. An Early Cretaceous Sphenophyllum or a hatchling turtle? Palaeontologia Electronica, 26(3):a50. https://doi.org/10.26879/1306 palaeo-electronica.org/content/2023/4017-fossil-plant-or-turtle


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miércoles, 22 de noviembre de 2023

26 fósiles marinos hallados en Boyacá tendrían entre 125 y 113 millones de años


En la región entre Villa de Leyva, Sáchica y Sutamarchán, designada como "Geositio de conservación de patrimonio mundial" por la Unión Internacional de Ciencias Geológicas de la UNESCO, se han descubierto 26 fósiles de ictiosaurios, pliosaurios y tiburones en la formación rocosa Paja, revelando la existencia de estos animales hace entre 125 y 113 millones de años. Aunque es una ubicación rica en fósiles, muchos especímenes no se han estudiado adecuadamente debido a la falta de información sobre su procedencia.
El paleontólogo Cristian David Benavides Cabra, del grupo de investigación en Paleontología de Vertebrados de la Universidad Nacional de Colombia, ha contribuido al conocimiento de la edad de estos fósiles. Su investigación ha revelado cuatro niveles de rocas en los cuales se encontraron los 26 vertebrados marinos estudiados, dos del Barremiano y dos del Aptiano, proporcionando una base para interpretaciones ecológicas futuras. La Formación Paja, donde se hallaron la mayoría de los fósiles, se divide en tres partes, siendo la parte media la más destacada.
El estudio también ha permitido determinar la edad de especímenes específicos, como el ictiosaurio Muiscasaurus catheti y el tiburón Protolamna ricaurtei. Estos fósiles se encuentran principalmente en el Museo Paleontológico de Villa de Leyva, el Centro de Investigaciones Paleontológicas (CIP), el Museo Comunal El Fósil de la vereda Moniquirá, el Museo de Sáchica y las colecciones del Departamento de Geociencias en la UNAL. La investigación fue llevada a cabo en colaboración con otros profesionales de la UNAL en los campos de geociencias y biología.

A continuación la noticia publicada por Agencia UNAL:


No es gratuito que la zona comprendida entre Villa de Leyva, Sáchica y Sutamarchán haya sino designada por la Unión Internacional de Ciencias Geológicas de la Unesco como “Geositio de conservación de patrimonio mundial”. El estudio de 26 fósiles de ictiosaurios, pliosaurios e incluso tiburones hallados en la formación rocosa Paja evidenció que estos animales pudieron habitar la región hace entre 125 a 113 millones de años.

Descubren en Boyacá la edad de algunos vertebrados marinos de hace millones de años que se tenían guardados. Foto: Grupo de Investigación en Paleontología de Vertebrados de la UNAL.



En este grupo de rocas ubicado en Boyacá se esconden grandes secretos de la geología y de los cambios que ha tenido el planeta, y también de cómo estos animales prehistóricos interactuaban cuando aún nadaban y competían por el alimento en el mar.
Sin embargo, aunque este es uno de los lugares donde se encuentran más fósiles de vertebrados marinos, también es cierto que muchos especímenes resguardados en los museos o en las colecciones de algunas instituciones no se han estudiado, pues no se tiene mayor información de su procedencia, ya sea porque las personas que los hallaron no tomaron las coordenadas exactas del sitio, o porque las piezas se le decomisaron a gente ajena al quehacer científico.

Trabajo de campo realizado en la formación rocosa de la región. Foto: Grupo de Investigación en Paleontología de Vertebrados de la UNAL.


Ante este desconocimiento, el ávido paleontólogo Cristian David Benavides Cabra, del grupo de investigación en Paleontología de Vertebrados de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), descifró las capas detrás del misterio de la edad de estos fósiles.
Aunque esta unidad rocosa se estudió y describió antes, muchos de los fósiles descritos y hallados allí no tenían información suficiente para saber si provienen del Barremiano o del Aptiano, edades geológicas que se ubican entre los 125 y 113 millones de años atrás.
Todo comienza con el “levantamiento” de las rocas, que, en palabras sencillas, se refiere a la descripción de cada una de sus capas, desde la más antigua hasta la más reciente. Para ello el investigador y su grupo de trabajo realizaron diversas visitas a estos lugares, utilizando y comparando sus hallazgos con las descripciones que en años anteriores hicieran los profesores de la UNAL Fernando Etayo y Pedro Patarroyo, quienes han dedicado su experiencia a detallar lo que ocurre con estas formaciones.

Los fósiles se compararon con amonitas, moluscos que vivieron hace millones de años y que son un indicador de la edad de las rocas.


Aquí es clave entender –o al menos hacerse una idea– de lo que es la estratigrafía, rama de la geología que estudia e interpreta las capas de rocas que se han ido sedimentando o acumulando con el tiempo y que pueden contener huesos, dientes, conchas, rastros de organismos e incluso impresiones dejadas por plantas o animales de hace millones de años.
“Encontramos cuatro niveles de rocas en las que estaban los 26 vertebrados marinos estudiados, dos de ellas del Barremiano y las otras dos del Aptiano, lo cual es un hito porque nunca se había realizado un estudio así para los vertebrados marinos fósiles de esta región. Este es un avance que permite que en el futuro los investigadores de Colombia y del mundo tengan un punto de partida para hacer interpretaciones ecológicas de estos especímenes", asegura el experto.
La Formación Paja está dividida en tres partes, de las cuales la media se roba el protagonismo pues es donde se han encontrado más vertebrados fósiles.
Además esta parte se subdivide en varios segmentos, algunos menos espesos y compuestos por rocas calcáreas además de otros competentes que terminan formando una cornisa o saliente.


Villa de Leyva, Sáchica y Sutamarchán son zonas emblemáticas en el descubrimiento de fósiles de vertebrados marinos. Foto: Grupo de Investigación en Paleontología de Vertebrados de la UNAL.



En otro segmento se encuentran rocas muy blancas con algunas amonitas (moluscos que habitaron la Tierra hasta hace unos 66 millones de años), fundamentales para conocer la edad de las rocas del sitio en donde se encontraron los fósiles de vertebrados.
El paleontólogo destaca dos de los principales resultados de su trabajo: (i) la determinación de la edad del espécimen tipo del ictiosaurio Muiscasaurus catheti encontrado en 2016 del que no se sabía su edad, y en este trabajo se estableció que proviene de rocas del Aptiano superior, entre 117 y 113 millones de años atrás, y (ii) se determinó la edad del espécimen tipo del tiburón Protolamna ricaurtei, registrado en 2019 y que fue el primero para esta región, el cual también provenía de rocas del Aptiano superior.
Los fósiles analizados se encuentran principalmente en el Museo Paleontológico de Villa de Leyva, en el Centro de Investigaciones Paleontológicas (CIP), en el Museo Comunal El Fósil de la vereda Moniquirá, en el Museo de Sáchica, y en las colecciones del Departamento de Geociencias en la UNAL.
La investigación fue un trabajo conjunto con la profesora María Páramo y los investigadores José Narváez y María Paula Ramos, del Departamento de Geociencias de la UNAL, y Héctor Palma, del Departamento de Biología
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Referencias:

26 fósiles marinos hallados en Boyacá tendrían entre 125 y 113 millones de años. Fuente: Agencia UNAL 21.11.2023. (http://agenciadenoticias.unal.edu.co/detalle/26-fosiles-marinos-hallados-en-boyaca-tendrian-entre-125-y-113-millones-de-anos) [Última consulta 22.11.2023].


Para más información por favor consulte: Benavides, Cristian & Páramo, María & Palma-Castro, Héctor & Narváez, José. (2023). Stratigraphic distribution of marine vertebrates from the Arcillolitas abigarradas Member (Paja Formation) of the Villa de Leiva - Sáchica - Sutamarchán region, Boyacá, Colombia. Earth Sciences Research Journal. 27. 211-226. 10.15446/esrj.v27n2.108292


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martes, 7 de noviembre de 2023

El dinosaurio, primo del 'T-rex', que dejó sus huellas en Villa de Leyva


Investigadores descubrieron un rastro de huellas de dinosaurio en Villa de Leyva, Boyacá, durante la construcción de una carretera. El hallazgo, realizado por Mary Luz y Juan de Dios Parra Ruge en 2008, proporcionó un rastro de casi 65 metros de longitud que representan el testimonio de dinosaurios que habitaron la región hace millones de años. Aunque las huellas fueron destruidas debido a la urgencia de la obra, los moldes de látex permitieron su estudio. Estas huellas pertenecen a un dinosaurio bípedo de tamaño mediano, sugiriendo un escenario en el que caminaban a través de marismas intermareales húmedas en Villa de Leyva. Se estima que el dinosaurio caminaba de manera digitígrada y pudo variar su velocidad a través de lodo profundo, incluso triplicándola en ocasiones. Este descubrimiento es significativo en el estudio de los dinosaurios en Sudamérica y contribuye al registro de icnofósiles del Cretácico Inferior en la región. La investigación también destaca la participación de jóvenes paleontólogos en la ilustración de las huellas.

A continuación la noticia publicada por El Tiempo:


Investigadores hallaron el rastro de un desconocido dinosaurio en la construcción de una carretera.



Este dinosaurio tenía unas patas en forma tridáctila (tres dedos). FOTO: CIP


Hace millones de años, un dinosaurio, o un grupo de ellos, caminaba inadvertidamente por una zona costera en lo hoy conocemos como Villa de Leyva (Boyacá). De esa caminata, millones de años después, se conservó un rastro de casi 65 metros de longitud en los que las huellas de estos animales permanecieron como un testimonio de que en este territorio, que se ha destacado por el hallazgo de impresionantes fósiles de enormes monstruos marinos, también fue habitado por seres que incluso pertenecieron al mismo linaje que el famoso Velociraptor y el icónico Tyrannosaurus rex.

Con estas huellas se encontraron en 2008 Mary Luz y Juan de Dios Parra Ruge, miembros del Centro de Investigaciones Paleontológicas (CIP), en medio de la construcción de una carretera en ese municipio boyacense. Los científicos recibieron permiso para fotografiar, medir y producir moldes de las huellas originales para su estudio y análisis, consiguiendo así también salvar algo de esa evidencia milenaria, que lamentablemente fue destruida debido a la urgencia de la obra.

A partir de esos moldes de látex, que reposan actualmente en el CIP, investigadores de esta institución y del laboratorio de Hans Larsson en el Museo Redpath (McGill University, Canadá), publicaron recientemente un estudio en la revista de geología Facies, en la que se reportan estas marcas como el primer sitio de huellas de dinosaurios que se ha identificado en la Fomación Paja, como se le conoce al sitio geológico que representa esta región andina.
“Estudiamos más de una decena de huellas de dinosaurio que hacían parte de un largo camino lodoso. Las huellas representan el mismo dinosaurio (icnotaxón), aunque el número de individuos no se puede determinar con certeza, ya que puede oscilar entre dos y cinco, o pueden corresponder a eventos de caminatas separados”, explica la paleontóloga Dirley Cortés, estudiante de doctorado de la Universidad McGill y directora científica del CIP.

Aunque en este lugar no se encontraron los huesos fosilizados con los que muchas veces trabajan estos científicos, de este conjunto de huellas han podido rescatar varias características de cómo habrían podido ser estos desconocidos dinosaurios colombianos: “Nos dimos cuenta de que este dinosaurio posiblemente se movía en un lodo fangoso a medida que caminaba, también que variaba de velocidad y de profundidad a lo largo del sustrato, e incluso en ocasiones, ¡alcanzó a triplicar su velocidad!”, señala con sorpresa la investigadora.

Posiblemente de tamaño mediano, este dinosaurio tenía unas patas en forma tridáctila (tres dedos) en las que el del medio era el más grande y formaba el eje principal de un pie que medía unos 18 centímetros de largo y unos 17 de ancho máximo. En algunas huellas también se identificó un borde afilado en el tercer dedo que para los expertos sugiere la presencia de una garra.

Las huellas representan el mismo dinosaurio (icnotaxón), aunque el número de individuos no se puede determinar con certeza

Pese a que la identidad de este dinosaurio caminante seguirá siendo desconocida debido a que los datos disponibles no son suficientes para atribuir sus huellas a un dinosaurio en específico, los científicos lograron determinar que le pertenecían a un dinosaurio bípedo (que se sostiene en dos patas para caminar) y además pudieron obtener pistas interesantes sobre cómo se movía.

“Las huellas sugieren que caminaba de manera digitígrada, lo que quiere decir que camina sobre sus dígitos, como los avestruces; por el contrario, los humanos somos plantígrados, es decir, ponemos todo el pie en el suelo cuando caminamos”, detalla Cortés.
Las marcas de Villa de Leyva incluso le sirvieron a los paleontólogos para calcular la velocidad promedio del dinosaurio. Un cálculo que se hace tomando en cuenta la longitud de la zancada y lo que se conoce como la regla de similitud dinámica (que se refiere a cómo los animales extintos y los existentes comparten propiedades mecánicas básicas).


Las huellas hacen parte de dos caminos ininterrumpidos con al menos nueve marcas bien conservadas y tres huellas aisladas y no tan bien preservadas



“Para esto primero calculamos la altura de la cadera, que se estimó en unos 84 cm, lo que está dentro del rango de tamaño de los terópodos de tamaño pequeño a mediano. Con base en esta medida y en la longitud de la zancada, estimamos una velocidad máxima de aproximadamente 11 kilómetros por hora, lo que representa poco más que una carrera lenta para un animal de este tamaño, y apenas una cuarta parte de la velocidad máxima alcanzada por Usain Bolt en su récord de 100 metros”, asegura Cortés.

La velocidad más lenta de este animal fue aproximadamente un tercio de su velocidad máxima. Esto significa que el dinosaurio de Villa de Leyva habría sido entre los caminantes más rápidos o los corredores más lentos en el extenso conjunto de datos de otros dinosaurios bípedos conocidos en el mundo. “Como referencia respecto a otros dinosaurios de su linaje, se estima que el Tyrannosaurus rex tenía una velocidad que oscila entre 36 y 50 kilómetros por hora, y el Velociraptor entre 50 y 55 kilómetros por hora, este último uno de los dinosaurios más rápidos conocidos hasta hoy”, señala la investigadora.

Las huellas sugieren que caminaba de manera digitígrada, lo que quiere decir que camina sobre sus dígitos, como los avestruces



Las primeras huellas

Un dato que llama mucho la atención en esta investigación es la posibilidad de que algunas de las huellas de dinosaurio que se han hallado en Colombia sean uno de los primeros reportes de este tipo de trazas fósiles descubiertas en Sudamérica y unas de las primeras registradas en todo el mundo. “Incluso, unas huellas de Oiba (Santander) pudieron haberse hallado mucho antes de que la palabra ‘Dinosaurio’ fuera acuñada hacia 1841 por el naturalista inglés Richard Owen”, indica la investigadora Cortés con emoción.

Y agrega: “De hecho, es posible que los fósiles de huellas de Sudamérica hayan sido descubiertos por primera vez por sus pueblos nativos mucho antes de que los naturalistas europeos emprendieran expediciones por todo el continente. Aunque la pista de las huellas de Oiba se ha perdido, es muy probable que haya muchas otras huellas en varias regiones de Colombia esperando ser encontradas, solo tenemos que buscarlas”.

De acuerdo con los investigadores, el descubrimiento de huellas de dinosaurios en Villa de Leyva amplía el registro de este tipo de icnofósiles (como se le denomina a este tipo de marcas) para el Cretácico Inferior (entre unos 100-145 millones de años) de Sudamérica y se suma a la corta lista de registros de dinosaurios en Colombia.

“Es la primera vez que encontramos huellas de dinosaurio terópodo (que se caracterizan por sus extremidades con tres dedos funcionales y sus huesos huecos) en la Formación Paja, y sugieren un escenario en el que dinosaurios de tamaño mediano caminaron a través de marismas intermareales húmedas –o pisos de lodo– con diferentes profundidades en el sustrato en lo que hoy es Villa de Leyva”, indica Cortés.

Es posible que, en este tipo de ecosistema intermareal, a medida que los dinosaurios caminaban a través de lodo más profundo, su velocidad a menudo se reducía a medida que sus pies se hundían más profundamente hasta alcanzar sus velocidades más lentas.
El dinosaurio primero hundía sus patas en el lodo, luego abría con completo sus dígitos para encontrar estabilidad, y finalmente retraía todo el pie hacia atrás hasta dar la siguiente zancada

“El dinosaurio primero hundía sus patas en el lodo, luego abría con completo sus dígitos para encontrar estabilidad, y finalmente retraía todo el pie hacia atrás hasta dar la siguiente zancada mientras se ajustaba a las distintas profundidades del lodo. En este proceso, el fango alrededor se reacomodaba, y por esto encontramos huellas con variadas formas. El dinosaurio incluso fue capaz de triplicar su velocidad en los lodos más profundos antes de llegar a lodos menos profundos”, relata la paleontóloga.


Cabe resaltar que, aunque se han encontrado otras huellas similares, las huellas de dinosaurio de Villa de Leyva son una de las pocas que muestran variaciones lentas de velocidad a través de lodo profundo en todo el mundo. “Aunque este es sin duda, un descubrimiento fascinante y muy divertido, aún nos falta muchísimo más por descubrir. Boyacá y otros departamentos deben tener en sus muchas rocas centenares de otras huellas y fósiles”, concluye Cortés.

Los pequeños guardianes de la paleontología

Un detalle particular de esta investigación es que contó con la participación de algunos de los paleontólogos más jóvenes del país. Fueron los integrantes del club de los Pequeños Guardianes de la Paleontología, niños y niñas entre los 5 y los 14 años, los encargados de recrear cómo pudo verse el enigmático dinosaurio que dejó sus huellas en el lodo de lo que hoy es Villa de Leyva.

Ilustración del club Pequeños Guardianes de la Paleontología.


“Cuando les contamos sobre este descubrimiento, estaban tan emocionados que les propusimos hacer la ilustración de las huellas para la publicación científica. A los tres minutos ya estaban decidiendo por iniciativa propia qué parte de la ilustración les gustaría hacer”, recuerda la investigadora Cortés sobre este grupo con el que el CIP busca promover la ciencia y la divulgación científica entre los más pequeños.

El grupo de jóvenes exploradores estuvo conformado por Federico Rodríguez Cadena, Daniel Fernando Lozada Camacho, Helena Ramírez Porras, Martina Rodríguez Peñuela,Jeronimo Hernández Vargas, Felipe Ariza Camargo, Juan Esteban Ramírez Cano, Joshua Bernal Farfan, y Christopher Alejandro Salgado Medina. Además, otra pequeña, llamada Vanesa Parra, también hizo parte de la toma de datos en campo en el 2008, cuando fueron descubiertas las huellas por primera vez

La publicación de este trabajo en la revista Facies, una revista científica colombiana, es una iniciativa para seguir apostando al crecimiento de revistas científicas nacionales. Facies fue fundada en 1990 por estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, entre los que se encuentran algunos de los paleontólogos más importantes del país, como el doctor Carlos Jaramillo, y donde los expertos colombianos esperan publicar con más frecuencia.


Referencias:

Alejandra López. El dinosaurio, primo del 'T-rex', que dejó sus huellas en Villa de Leyva. Fuente: El Tiempo 07.11.2023. (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/encuentran-huellas-de-dinosaurio-primo-del-t-rex-en-villa-de-leyva-822707?fbclid=IwAR2AI9ggHIJXbt2XYZyk9jG0vga1nwb2coJIHAHrkg3XdIGiLMTXiF5oTEM) [Última consulta 21.11.2023].



Todas las imágenes y fotografías aquí publicadas son propiedad de sus respectivos autores.





El Guardián de los Fósiles de Socha; custodiando un yacimiento del Paleoceno de Colombia ⚒

Byron Benítez es un artista plástico que por más de 25 años se ha dedicado a buscar fósiles (y custodiarlos) en Socha, Boyacá. Sus hallazgos...