sábado, 5 de marzo de 2022

¿Rastros de páramos en la Amazonia de hace 15 millones de años?

Un equipo de científicos hizo un hallazgo sin precedentes: encontró evidencia de rastros fósiles de plantas de páramo en la Amazonía. Su investigación muestra que hay una conexión vital entre esta región y los Andes, pero que ahora los humanos estamos destruyendo.

Reconstrucción del ambiente, flora y fauna en el sistema Pebas.  Cortesía Carina Hoorn
Reconstrucción del ambiente, flora y fauna en el sistema Pebas.  Cortesía Carina Hoorn


Hace casi quince millones de años, la densa selva amazónica que conocemos lucía muy diferente. Era un gran sistema de humedales, conocido como el sistema Pebas, que alcanzó a ocupar más de un millón de kilómetros cuadrados. En lo que hoy es Caquetá confluían agua dulce, agua de mar, palmas, manglares, helechos y bosques. También había una diversidad inmensa de moluscos, caracoles, reptiles y peces. Se estima que albergaba el conjunto de cocodrilos más diverso de todos los tiempos; algunos medían hasta doce metros.

“Era un pantanal que no tiene comparación con el mundo actual”, asegura Carina Hoorn, geóloga, paleoecóloga y una de las pupilas del reconocido botánico Thomas van der Hammen. Llegó desde Holanda a Colombia en 1985 y, desde entonces, de la mano de científicos colombianos, no ha parado de reconstruir la historia natural de la Amazonia mediante el estudio de los sedimentos, las rocas y el polen fósil. Palinología se llama esta disciplina en la que, utilizando fósiles de polen de hace millones de años, recogidos de los sedimentos, logran reconstruir cómo cambian los ambientes, la vegetación y los ecosistemas.

Junto a un equipo multidisciplinario, publicaron en la última edición de la revista Global and Planetary Change un artículo en el que buscaban describir el sistema Pebas. La investigación les dio la posibilidad de imaginar cómo era ese ambiente, qué había ahí, cuál era su vegetación y su fauna y cómo cambiaba con el paso del tiempo. Lo primero que encontraron fue que los grandes ciclos astronómicos, influenciados por los cambios en la órbita terrestre o por el cambio de inclinación de la Tierra, también han incidido y controlado este sistema de humedales en la mitad de la Amazonia, en pleno trópico.

“Aunque uno podría pensar que el trópico es muy estable, lo cierto es que está altamente influenciado por los cambios en el clima. Y esas variaciones en el clima están relacionadas con grandes fuerzas astronómicas, que son las que también marcan las grandes eras glaciales e interglaciales”, asegura Giovanni Bogotá, biólogo, docente de la Universidad Distrital y coautor del artículo.

Afloramiento en el punto Los Chorros, en la Amazonia colombiana. / Carina Hoorn


El nivel del mar y el clima influían en las épocas de inundación del pantano, en la entrada de agua salobre hasta la Amazonia y, por ende, en la vegetación que predominaba en el sistema Pebas. Pero con esta investigación se encontraron muchas más sorpresas. “Cada centímetro de sedimento aporta una ventana de tiempo, como si fuera una fotografía de lo que pasaba en esos años. Así podemos reconstruir la historia”, asegura Bogotá, también estudiante de Van der Hammen. Estudiando los sedimentos de un lugar conocido como Los Chorros (un acantilado de 35 metros cerca a Puerto Nariño), en la Amazonia colombiana, abrieron una ventana al pasado. Reconstruyeron la flora y fauna del pantano, pero también de las montañas de los Andes.

Rastros de páramos y manglares

Cada planta tiene un grano de polen distinto. Los granos de polen, además, son muy resistentes al tiempo y a la exposición a diferentes condiciones ambientales, por lo que encontrarlos como fósiles en los sedimentos no es tan extraño. En los sedimentos de los suelos de la Amazonia se pudo comprobar que al menos hace quince millones de años ya existían en nuestras montañas algo muy parecido a un páramo, un “protopáramo”, señalan los investigadores.

“Durante años, la pregunta de cuándo se levantó y alcanzó su altura la cordillera de los Andes le ha dado vueltas en la cabeza a los geólogos, biólogos e investigadores”, asegura Catalina González, directora del Grupo de Investigación Palinología y Paleoecología Tropical de la U. de los Andes y coautora del artículo. “Hasta ahora, los primeros indicios que teníamos de la existencia de los páramos eran mucho más jóvenes: de hace cinco millones de años o, según la mayoría de evidencia, de hace dos millones de años”, explica.

Por eso, encontrar evidencia de que hace quince millones de años ya existían unas plantas que podían habitar los protopáramos es un hallazgo sin precedentes. “Nos muestra que las cordilleras ya estaban levantadas, que tenían una altura de al menos 3.000 metros sobre el nivel del mar, y que había unas condiciones climáticas para que esas plantas se establecieran”, afirma.

Los rastros fósiles de plantas de páramo en la Amazonia demostraban otra cosa: que existían unos ríos y unos cuerpos de agua lo suficientemente conectados, que permitían que las trazas de polen llegaran desde lo alto de la montaña hasta las llanuras de la Amazonia.

La investigadora Carina Hoorn durante su trabajo de campo en la Amazonia peruana.  Cortesía Carina Horn.



La investigación también permitió confirmar que, en la mitad de la Amazonia, en la zona baja del río Apaporis, vivieron manglares y moluscos, propios de ecosistemas salobres, durante decenas de miles de años. En otras palabras, “las incursiones de aguas marinas alcanzaron a llegar hasta donde se encuentra Caquetá en la actualidad”, asegura Bogotá. Pero ¿por qué estudiar un sistema que existió hace millones de años y que ya no existe?

Hoorn, autora principal del artículo, lo explica así: “Este sistema tuvo un papel fundamental para la evolución de organismos. Funcionó como una especie de cuna de especiación en donde se fomentó la diversidad de organismos acuáticos mientras estaba en su fase máxima de extensión, y permitió conectar fauna y flora terrestres, para las que había sido antes barrera, cuando llegaban las sequías”.

González coincide. “La genética de las especies amazónicas, de flora y fauna, tiene impreso su paso por este sistema”, dice. “Que confluya la biota de las tierras altas con los ecosistemas de tierras bajas en la selva y los ecosistemas costeros es un caldo de cultivo para lo que hoy conocemos: la gran riqueza que está presente en la cuenca amazónica”, agrega Bogotá. “La Amazonia que conocemos hoy es el resultado de millones de años de historia”, aseguran.

Los depósitos del humedal amazónico del Mioceno también proporcionaron un sustrato diverso y a menudo rico en nutrientes en la Amazonia. Los bosques que se encuentran allí son más diversos, fértiles y productivos que los que están en otro tipo de suelo.

Entre las últimas semanas de enero y las primeras de febrero, académicos, investigadores y organizaciones ambientales alertaron que los fuegos que consumían nuestra selva amenazaban con romper la conectividad entre dos puntos de biodiversidad vitales: los Andes y la Amazonia. “Las actividades humanas están interrumpiendo ese paso que por millones de años ha estado conectado. Por lo menos desde hace quince millones de años ha habido una conexión activa de ríos, material genético y poblaciones. Y ahora nosotros nos estamos dando el lujo de interrumpir ese puente fundamental”, insiste González.

En palabras de Giovanni Bogotá, fragmentar esas matrices de esos ecosistemas hace que se pierdan las interrelaciones naturales que se han dado a lo largo del tiempo entre esos diferentes ambientes. “Al perderse, es posible que el funcionamiento de esos sistemas también se venga a pique y no podamos llegar a saber en qué magnitud esas pérdidas puedan llevarnos también a nosotros”.

 

Referencias:

Daniela Quintero Díaz. ¿Rastros de páramos en la Amazonia de hace 15 millones de años?. Fuente: El Espectador 05.03.2022. (https://www.elespectador.com/ambiente/blog-el-rio/rastros-de-paramos-en-la-amazonia-de-hace-15-millones-de-anos/?fbclid=IwAR39zA8s_qegsnxr4LiO6nmLK_UNwF4CAvwFPX_Mubf0IUhHI7HlGFi6lyI)  [Última consulta 15.06.2022].

 

Para más información por favor consulte: Hoorn, C., Kukla, T., Bogotá-Angel, G., van Soelen, E., González-Arango, C., Wesselingh, F. P., Vonhof, H., Val, P., Morcote-Rios, G., Roddaz, M., Dantas, E. L., Santos, R. V., Sinninghe Damsté, J. S., Kim, J.-H., & Morley, R. J. (2022). Cyclic sediment deposition by orbital forcing in the Miocene wetland of western Amazonia? New insights from a multidisciplinary approach. Global and Planetary Change, 210, 103717. https://doi.org/https://doi.org/10.1016/j.gloplacha.2021.103717  


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miércoles, 26 de enero de 2022

Fósiles de insectos de hace 100 millones de años descubiertos en La Calera


Un biólogo y un paleontólogo hallaron en este municipio cercano a Bogotá los restos fosilizados de una mosca de mayo y de un escarabajo. Según los datos preliminares que serán publicados en la revista científica “Cretaceous Research”, serían los primeros fósiles de insectos del Cretácico encontrados en el país.

Izquierda: ilustración de la mosca de mayo. Derecha: Fósil correspondiente a la mosca de mayo hallada en La Calera, Cundinamarca. / Foto cortesía de Andrés Alfonso y Edwin Cadena. Ilustración cortesía de Pablo Realpe


A comienzos de 2019, un grupo de paleobotánicos realizaba una salida de campo cerca de la mina La Popa, en la zona rural del municipio de La Calera (Cundinamarca). Buscaban, principalmente, fósiles de hojas. Cerca de este lugar, al costado de una pequeña montaña, se encontraba expuesto un largo muro de roca que, a medida que se acercaba al suelo, exhibía unas líneas diagonales que se diferenciaban por mucho del resto del paisaje dominado por piedra caliza.

Estas características, posiblemente desatendidas por un visitante promedio, llamaron la atención de los científicos. “Siempre que vemos una roca con este tipo de laminación, nosotros abrimos los ojos así grandes y decimos: ‘Hay que empezar a abrir, a buscar, porque tiene el potencial de tener hojas, restos de peces, restos de insectos’”, explica Edwin Cadena, paleóntologo de la Universidad del Rosario.

Y así fue. Luego de extraer varios pedazos de roca dieron con dos fragmentos en los que encontraron dos “bichitos bastante extraños”, como los define Andrés Alfonso, biólogo y estudiante de la maestría de ciencias naturales en la Universidad del Rosario. Esos bichitos, explican Cadena y Alfonso, representan los primeros dos insectos fosilizados hallados en Colombia que vivieron en el período geológico del Cretácico, hace más o menos 100 millones de años.

Pero para llegar a esa conclusión los dos investigadores primero tuvieron que trasladar los fósiles a un laboratorio. Allí estabilizaron las rocas aplicándoles un tipo de Paraloid que, como explica Cadena, es una resina acrílica que “penetra cualquier fractura e impide que se siga resquebrajando”. Luego analizaron las muestras a la luz de un estereomicroscopio, un tipo de microscopio que les permitió tener una visión tridimensional de los insectos.

Gracias a las fotos de alta resolución que lograron con estos instrumentos, empezaron la fase de descripción. Basándose en los segmentos del cuerpo, en el número de patas, en si tenían o no antenas y en otras características físicas, así como en la comparación con otros insectos descritos anteriormente por la ciencia, los investigadores concluyeron que ante sí tenían un fósil de efemróptero y otro más de coleóptero. En otras palabras, de una mosca de mayo de no más de 12 milímetros y de un escarabajo de aproximadamente medio centímetro.

Para determinar la edad, Alfonso y Cadena usaron el contexto geológico, es decir, la información que la laminación de las rocas les ofrecía. “Encima de los estratos blandos, en donde encontramos los fósiles, había unas capas de caliza y en estas encontramos amonites, que son moluscos. En realidad son los amonites los que nos indican la edad. Ahí es donde ya podemos saber que, como están debajo de esos moluscos, deben tener aproximadamente 100 millones de años”, explica el paleontólogo. Los resultados de su investigación serán publicados como comunicación corta en la revista científica Cretaceous Research.


Unos insectos poco conocidos

Hasta el momento, en el país se contaba con escasos reportes sobre insectos del Cretácico. Se sabe más, por ejemplo, de los dinosaurios, grandes reptiles marinos, peces, tortugas y crustáceos que habitaron hace 100 millones de años en lo que hoy llamamos Colombia. Por eso, Alfonso y Cadena se refieren a este período como “una ventana de desconocimiento”.

“Normalmente, cuando uno habla del Cretácico en Colombia, uno se imagina todo un mar. Siempre uno relaciona el mar, los vertebrados de Villa de Leyva y los depósitos de Zapatoca, en Santander, que son netamente marinos”, apunta Cadena. Pero según lo que encontraron ambos investigadores, hacia el norte de Suramérica, hace millones de años, también surgían otros ecosistemas, como los de agua dulce.

Para empezar, señalan, actualmente las moscas de mayo nacen y se desarrollan en agua dulce. “Eso, combinado a la evidencia que tenemos con la forma de las rocas, donde sabemos que se dieron en ambientes de baja energía y tranquilos, nos permite establecer que durante esos eventos marinos hubo momentos en los cuales los ecosistemas cambiaron y afloraron los ecosistemas de agua dulce”. Lagos, como el que se encuentra muy cerca de donde encontraron los fósiles.

“La presencia de estos insectos nos ayuda a imaginarnos cómo era el ciclo alimentario. Estos insectos, como la larva de la mosca, suelen ser detritívoros, es decir, que se alimentan de material vegetal y algas en descomposición, pero son la base de la alimentación de muchos otros animales como los peces”, complementa Alfonso.

Si bien Cadena y Alfonso celebran el descubrimiento, explican que aún falta mucha investigación en la zona, pues de los 80 metros disponibles para excavación, ellos solo exploraron dos. “Esto abre la posibilidad de mostrar el potencial que tiene un lugar no muy lejos de Bogotá para entender cómo fue el norte de Surámerica durante un período que no conocemos”, comenta Cadena.

 

Referencias:

César Giraldo Zuluaga. Fósiles de insectos de hace 100 millones de años descubiertos en La Calera. Fuente: El Espectador 25.01.2022. (https://www.elespectador.com/ciencia/fosiles-de-insectos-de-hace-100-millones-de-anos-descubiertos-en-la-calera/?fbclid=IwAR2bP-xLdeKGfIHmok_M-UfTHPYHr1yj_1uInJLrI4ZaXHj1J3g5KH6i-Q8)  [Última consulta 26.01.2022].

Para más información por favor consulte: Alfonso-Rojas, A.F., Cadena, E-A. (2022). The first benthic insects (Ephemeroptera and Coleoptera) from the Upper Cretaceous of Colombia. Cretaceous Research. 132. https://doi.org/10.1016/j.cretres.2021.105116


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sábado, 22 de enero de 2022

Revelan nuevos detalles de la vida del cangrejo quimera hallado en Colombia

Restos fósiles de los ojos y cerebro de este animal permitieron reconstruir parte de su historia..

Mirar a los ojos de una criatura que existió hace 95 millones de años puede sonar como algo imposible. Pero de alguna forma eso es lo que ha hecho en los últimos años el paleontólogo colombiano Javier Luque con la Callichimaera perplexa. Un fósil de cangrejo que en el 2019 le dio la vuelta al mundo cuando fue descrito en la revista Science Advances, no solo como una especie, género o familia nueva, sino como una rama completamente desconocida en el árbol de la vida.

Un animal único y sin precedentes, considerado como el ornitorrinco de los cangrejos, que colocó una vez más a Colombia en el mapa de la paleontología mundial. El fósil fue encontrado en Pesca, un pueblo cercano a Sogamoso (en Boyacá), en medio de un gran yacimiento de fósiles marinos con preservación excepcional, un completo tesoro para los científicos en el que, por cuestiones que podrían atribuirse a la suerte, se dieron las condiciones propicias para que cientos de individuos prehistóricos se fosilizaran, conservando incluso parte de sus tejidos blandos.

Precioso cangrejo quimera fósil mostrando sus grandes ojos. Foto: Daniel Ocampo R. (Vencejo Films).


Ahora, en un nuevo estudio que se publica hoy en la revista iScience, Luque, quien hace parte del Departamento de Biología Orgánica y Evolutiva de la Universidad de Harvard, junto a investigadores de Yale revelan nuevos detalles de cómo fue la vida de la Callichimaera perplexa y describen por qué sus ojos inusualmente grandes sugieren que este extraño cangrejo era un depredador nadador muy visual.

Y es que identificar qué lugar ocupaba este animal en el árbol de la vida era tan solo uno de los primeros pasos que los investigadores estaban dando hacia desentrañar los misterios detrás del particular animal, que rondó en la Tierra cuando por ella aún caminaban los dinosaurios.

“Una vez tuvimos claridad de la posición de la quimera en el árbol de la vida, una vez pudimos saber cómo se relacionaba con otros animales, venían muchas más preguntas como, por ejemplo, qué hacía para vivir, cómo lo hacía, en dónde vivía, si eran bebés o adultos, por qué es tan rara, por qué es una quimera, por qué es el ornitorrinco del mundo de los cangrejos, de dónde viene esa forma tan única”, explica Luque, quien asegura que todas esas preguntas, y la posibilidad para intentar darles respuesta, parten de una gran ventaja que se les presentó como paleontólogos, al contar con unos 70 ejemplares de este individuo para analizar.

La gran cantidad de fósiles de Callichimaera perplexa hallados en Boyacá representan una gran ventaja para los investigadores.. Foto: Daniel Ocampo R. (Vencejo Films).


Una oportunidad única en el mundo de los fósiles, que suelen llegar a manos de los investigadores de uno en uno —como el particular cangrejo en ámbar del sudeste asiático que fue descrito por Luque el año pasado, que es un ejemplar único en el mundo hasta el momento—, e incluso solo por partes.

“Con la quimera tenemos 70 ejemplares, una población de animales que nos permite decir cosas que de otra forma no podríamos, comparar los pequeños con los grandes, ver el rango de crecimiento entre jóvenes y adultos, o analizar lo que llamamos dimorfismo sexual, que son las diferentes formas que se presentan entre macho y hembra”, detalla el investigador.

Fósiles que además cuentan con una preservación excepcional de clase mundial, por lo que los científicos han encontrado algunos de ellos incluso con aparatos reproductores que han sido preservados, músculos, parte del cerebro y los grandes ojos de la Callichimaera, una de sus características más inusuales y llamativas debido a su enormidad.

¿Para verte mejor?

“Es como si un humano tuviera ojos del tamaño de balones de futbol, si llegáramos a tener unos ojos tan grandes quiere decir que las ventajas de poseerlos están por encima de las desventajas”

 “Una de las cosas que más nos llamó la atención, aparte de la rareza de este animal, que es muy raro, son sus ojos tan grandes. Es como en el cuento de Caperucita Roja, ‘cangrejito, qué ojos tan grandes tienes, pero para qué’. Órganos de este tamaño cuestan energía y nutrientes, además son vulnerables”, aseguró Luque y continúa: “Es como si un humano tuviera ojos del tamaño de balones de fútbol, si llegáramos a tener unos ojos tan grandes quiere decir que las ventajas de poseerlos están por encima de las desventajas”.

Los cangrejos vivos suelen tener pequeños ojos compuestos ubicados al final de un largo tallo con una órbita para cubrirlos y protegerlos. La Callichimaera; sin embargo, tiene grandes ojos sin cuencas para resguardarlos. En un principio, los investigadores pensaron que era un cangrejo en la última etapa larvaria llamada megalopa, que significa precisamente ‘ojos grandes’. Sin embargo, este es un breve momento en el desarrollo del cangrejo. A medida que madura y se convierte en un joven, se espera que el cuerpo crezca más que los ojos.


Para probar si estaban ante cangrejos bebé o ya desarrollados, Luque y la primera autora de la nueva publicación, la candidata a doctora de la Universidad de Yale, Kelsey Jenkins, analizaron más de 1.000 especímenes de cangrejos vivos y extintos que representan 15 especies de estos animales en todo su árbol genealógico. Los especímenes incluían cangrejos en diferentes etapas de desarrollo y abarcaban una variedad de hábitats, ecologías y estilos de vida.

Los investigadores midieron las dimensiones de los ojos y el cuerpo de los cangrejos desde que eran bebés hasta adultos y descubrieron que, a diferencia de otras especies, la Callichimaera mantiene sus grandes ojos durante todo el desarrollo. De hecho, eran los de más rápido crecimiento de todas las especies y podían alcanzar hasta el 16 por ciento de todo su cuerpo, que es aproximadamente del tamaño de una moneda de 500 pesos.

Para ponerlo en perspectiva, Luque explica que es como si un ser humano, que cuando es bebé tiene un cuerpo más pequeño y una cabeza más grande, conservara estas proporciones al convertirse en adulto, como tener un gran bebé de un metro con ochenta, una imagen bastante extraña. “En la naturaleza ocurre ese fenómeno de crecimiento acelerado donde los animales suelen mantener una forma de bebé pero alcanzan una madurez sexual muy rápido”, apunta el investigador.

Pero ¿qué hacían con estos grandes ojos? De acuerdo con Luque, ojos grandes inmediatamente no implica que sean cazadores, “quiere decir que los usaban activamente, no vivían enterrados en el sedimento, ni en cuevas, vivían donde necesitaban usar esos ojos grandes para capturar luz y hacer imágenes del mundo que los rodea”, detalla. Por eso la siguiente incógnita a resolver fue si estaban ante un cazador o ante una presa que quiere tener los recursos para poder escapar.

El ojo de la quimera: imagen SEM del ojo compuesto de Callichimaera perplexa. Foto: Cortesía de Javier Luque (Universidad de Harvard)


La excepcional preservación de los ojos permitió a los investigadores ver este órgano en todas sus facetas. A diferencia de los humanos, tanto insectos como crustáceos tienen ojos compuestos, formados por pequeñas celdas en forma de hexágono (como un panal de abejas), sobre los que se recibe la luz que será luego procesada por el cerebro para formar imágenes. Los mismos ojos que sobrevivieron 95 millones de años en Boyacá hasta que fueron encontrados por los paleontólogos.

Así, análisis posteriores mostraron que este cangrejo quimera era un animal con una alta agudeza visual similar a las libélulas, que se encuentran entre los principales depredadores del mundo de los insectos, y al camarón mantis. Además, la preservación de los tejidos blandos internos, como los lóbulos ópticos (tejidos neurales), mostró que se parecían más a los de las abejas y otros insectos de ojos grandes que a los de los cangrejos, y estaban adaptados a una buena iluminación.

“Todo parece indicar que este animalito quimera era un gran nadador, altamente visual y predador en condiciones de luminosidad alta”, señala Luque sobre los nuevos hallazgos alrededor de su “quimera hermosa y desconcertante” —la traducción de Callichimaera perplexa— que hoy comparte con el mundo.

Reconstrucción artística de la Callichimaera perplexa: el cangrejo más extraño que jamás haya existido. —nadando tras un camarón coma Eobodotria muisca (Cumacea). Foto: Masato Hattori


Congelados en el tiempo

Para el paleontólogo colombiano, este descubrimiento es particularmente especial porque el tipo de preservación excepcional de los fósiles de la quimera recuperados en Colombia es del mismo que el de los famosos fósiles del esquisto de Burgess o Burgess Shale, en Canadá. Una formación geológica famosa por sus fósiles que son vestigios de animales invertebrados del período Cámbrico Medio (con unos 500 millones de años de antigüedad), que además fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Aunque existen depósitos de este tipo en otros lugares del mundo, como China, Australia o Estados Unidos, esta es una condición que no se había visto en el trópico, donde las lluvias y la exuberante vegetación que caracteriza a esta zona del mundo —y la hace tan especial en materia de biodiversidad— también se convierte en una barrera para conocer cómo fue la vida en este territorio en otros momentos.

“Cuando queremos estudiar los fósiles tenemos problemas de acceso a las rocas porque están usualmente cubiertas con suelos, arcillas o con bosques, pastos y vegetación y esto hace que las rocas se dañen, así que poder encontrar este tipo de fósiles, con ese tipo de preservación en los trópicos, nos está dando nuevas avenidas para investigar esas ventanas hacia el pasado de forma excepcional con los lentes de la biodiversidad tropical”, asegura Luque.

Javier Luque (Universidad de Yale, izquierda) y Catalina Suárez (Servicio Geológico de Colombia, centro) excavando fósiles en los Andes colombianos. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt)


Y las investigaciones con la Callichimaera son solo el comienzo, pues en Colombia se cuentan con depósitos de más de 90 millones de años con preservación excepcional de estrellas de mar, erizos que mantienen sus espinas articuladas, camarones que conservan su boca, estómago, intestino y cola, entre muchos otros especímenes que esperan por ser estudiados.

El nivel de detalle de la reconstrucción de cómo fue la vida de estos animales que permiten estos extraordinarios fósiles es tanto, que en los próximos estudios con la quimera esperan incluso ser capaces de rescatar hasta rastros de pigmentos para conocer de qué color eran realmente estos particulares animales.

 

Referencias:

Alejandra López Plazas. Revelan nuevos detalles de la vida del cangrejo quimera hallado en Colombia. Fuente: El Tiempo 21.01.2022. (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/callichimaera-perplexa-asi-fue-la-vida-de-este-cangrejo-prehistorico-646105?fbclid=IwAR17hGhYTBFf2ynAV5wcqqXgoUjSSHJLdaFok731ZOMJcYW-Tw5M_eSEa-U)  [Última consulta 22.01.2022].

Para más información por favor consulte: Jenkins, K. M., Briggs, D. E. G., & Luque, J. (2022). The remarkable visual system of a Cretaceous crab. iScience, 25, 103579. https://doi.org/10.1016/j.isci.2021.103579 

 

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martes, 4 de enero de 2022

Hallan en Colombia nuevas pistas de las tortugas más grandes que hubo en la Tierra

 En el desierto de la Tatacoa (Huila) paleontólogos encontraron los fósiles de la “Stupendemys geographica”, una especie de tortuga gigante que vivió hace unos 13 millones de años. Se trata de una nueva pieza que ayuda a comprender mejor el rompecabezas de la biodiversidad pasada de Colombia.

Fósil de tortuga “Stupendemys geographica", hallado en el desierto de la Tatacoa, Huila.


Hace cerca de dos décadas Edwin Cadena encontró el fósil de una tortuga en el municipio de Zapatoca, en Santander. Cuenta que, aunque ya había decidido que quería entender el mundo a través de los restos de animales que vivieron hace millones de años, muy poco sabía de esos reptiles con caparazón. Sus colegas paleontólogos tampoco habían mostrado mucho interés por estudiar los que habitaron el norte de Suramérica. “Pero, dice, empecé a fascinarme en ese momento en Zapatoca cuando encontré esa concha de un animal que vivió hace 135 millones de años”.

La especie la bautizó Notoemys zapatocaensis y resultó ser el registro más antiguo de una tortuga en esta porción de continente. Desde entonces, Cadena, geólogo de la Universidad Industrial de Santander y PhD en paleontología de la Universidad Estatal de Carolina del Norte (Estados Unidos), ha dedicado sus últimos años a buscar más pistas de las tortugas que alguna vez vivieron en lo que hoy conocemos como Colombia.

La última la encontró en el desierto de la Tatacoa, en Huila. Su hallazgo, que acaba de ser publicado en la revista de acceso abierto Heliyon (que forma parte de la “familia” de revistas de Cell Press), es una pieza más para comprender la que es, hasta el momento, la tortuga más grande de agua dulce conocida en el planeta: la Stupendemys geographica

Edwin Cadena durante la excavación en el desierto de la Tatacoa


Sobre este espécimen ya se sabían algunas cosas. Hace justo un año, Cadena, junto con otro equipo de científicos, había descrito el caparazón más grande de una tortuga de agua dulce que se ha encontrado. También pertenecía a la Stupendemys geographica y fue hallado en Urumaco, un pueblo al norte de Venezuela. Aunque los primeros fósiles de esta especie fueron descritos en 1976, lo cierto, afirma Cadena, es que hasta ese instante los paleontólogos no sabían casi nada sobre ella. Había una larga lista de enigmas por resolver.

Una de las incógnitas tenía que ver con la manera en que crecía esta especie gigante que vivía, entonces, en un paisaje muy diferente de lo que hoy es Colombia: las cordilleras apenas se estaban formando y los ríos Magdalena y Cauca aún no atravesaban cientos de kilómetros de tierra. En vez de eso, había un complejo sistema de ríos y humedales más parecido a los Llanos Orientales. Lo llamaron “Pebas” y se extendía desde Huila hasta buena parte de Venezuela, Brasil y Perú.

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 Huila fue el lugar donde Cadena, en compañía de varios colegas, encontraron el nuevo fósil de la Stupendemys geographica. Para ser precisos, lo hallaron en el desierto de la Tatacoa, en la formación La Victoria, como llaman los geólogos a esas capas de roca. El primer avistamiento lo hicieron en 2018 junto a los paleontólogos Andrés Link, Siobhán B. Cooke y Melissa Tallman (de la Universidad de los Andes, Johns Hopkins University y Grand Valley State University, respectivamente). Al año siguiente volvieron para iniciar el proceso de excavación.

Tras estar poco más de tres días bajo el inclemente sol huilense, trasladaron el fósil en un tractor al Museo de Historia Natural la Tatacoa, que resguarda Andrés Felipe Vanegas, otro de los autores del artículo publicado en Heliyon. Después vino otra etapa difícil: armar el caparazón de la tortuga que, entonces, parecía más un complejo rompecabezas.

“Lo valioso esta vez es que el fósil que encontramos pertenece a un ejemplar juvenil, porque hasta el momento solo teníamos pistas de individuos adultos. Esto es importante, porque nos ayuda a entender cómo era ese proceso de crecimiento”, cuenta Cadena, también profesor del programa en Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario. “Además, es la primera vez que encontramos tanto el caparazón como el cráneo de la Stupendemys geographica”.

Hay otro punto que también es importante en esta publicación. En ella sus autores demuestran que durante el Mioceno, el nombre oficial de aquella época remota, hubo otra especie gigante de tortuga que compartió el mismo ecosistema: la Caninemys tridentata. Es posible que una de ellas viviera en la base de ese extenso sistema de lagos que se extendía hasta Venezuela y la otra habitara más en la superficie.

Es la primera vez que se encuentra tanto el caparazón como el cráneo de la "Stupendemys geographica".

Pero, además de ayudarnos a comprender cómo era este territorio hace millones de años, cuando hubo una conexión entre Colombia, Brasil, Venezuela y Perú, en el que también habitaron caimanes gigantes, para Cadena dar con estos fósiles en el desierto de la Tatacoa representa otro par de hechos invaluables. El primero es que ayuda a promover el turismo científico en Huila, un proceso que han impulsado varios investigadores y en el que participan las comunidades.

El otro tiene que ver con el gran momento que vive la paleontología colombiana. Como dice, si hace unas décadas era una sorpresa publicar un descubrimiento cada 10 o 15 años en el país, hoy todos los años se están haciendo anuncios fascinantes liderados por científicos colombianos. Hace solo dos meses, por poner un ejemplo, el mundo conoció el primer cangrejo de la época de los dinosaurios preservado en ámbar. Los resultados, que aparecieron en Science Advances, se robaron varias portadas de medios. Al frente estuvo Javier Luque, otro paleontólogo colombiano.


Referencias:

Sergio Silva Numa. Hallan en Colombia nuevas pistas de las tortugas más grandes que hubo en la Tierra. Fuente: El Espectador 31.12.2021.  (https://www.elespectador.com/ambiente/blog-el-rio/nueva-pista-en-colombia-sobre-las-tortugas-mas-grandes-que-habitaron-el-planeta/)  [Última consulta 04.01.2021].

 Para más información por favor consulte: Cadena, E.-A., Link, A., Cooke, S. B., Stroik, L. K., Vanegas, A. F., & Tallman, M. (2021). New insights on the anatomy and ontogeny of the largest extinct freshwater turtles. Heliyon, 7(12), e08591. https://doi.org/10.1016/j.heliyon.2021.e08591


Todas las imágenes y fotografías aquí publicadas son propiedad de sus respectivos autores.





jueves, 9 de diciembre de 2021

Un crocodiliforme marino de gran tamaño en el Cretácico temprano de Colombia

Para información actualizada por favor visita https://titanoboaforest.com/cocodrilomorfos-talatosuquios-cretacico-colombia/

El hallazgo de un fósil en Villa de Leiva llevó inicialmente a los científicos del Centro de Investigaciones Paleontológicas (CIP) a pensar que podría tratarse de un dinosaurio con placas óseas en la espalda, similar a un estegosaurio. Sin embargo, estudios posteriores revelaron que se trataba del primer crocodiliforme teleosauroideo descubierto en Colombia, un reptil marino de casi 10 metros de largo que habitó hace aproximadamente 126 millones de años.

Este descubrimiento es significativo porque demuestra que los teleosauroideos sobrevivieron a la extinción del Jurásico-Cretácico, contradiciendo hipótesis previas. La presencia de este fósil en Colombia sugiere la existencia de una ruta marítima, conocida como el ‘Corredor Hispano’, que pudo haber permitido su supervivencia en América del Sur cuando otros crocodiliformes desaparecieron.

Además, el estudio de la estructura ósea confirmó su enorme tamaño, con una estimación conservadora de 9,6 metros de longitud.
 

A continuación la noticia publicada por el periódico El Tiempo

“Encontrar un dinosaurio parece ser el sueño de todo paleontólogo. Por eso, lo primero que cruzó por la mente de los científicos del Centro de Investigaciones Paleontológicas (CIP) de Villa de Leyva, en Boyacá, cuando empezaron a analizar los restos fósiles que parecían formar parte del dorso de un animal desconocido fue que este tenía unas placas en su espalda, a semejanza de un estegosaurio.

Los restos fósiles del teleosauroideo pueden visitarse en el Centro de Investigaciones Paleontológicas en Villa de Leyva.

 
Así lo recuerda Dirley Cortés, la autora principal del artículo que en 2019 dio a conocer el importante hallazgo, que si bien no fue un dinosaurio, sí fue el primer crocodiliforme teleosauroideo encontrado en Colombia. Un antepasado de los cocodrilos que habría habitado el planeta hace unos 126 millones de años y cuya descomunal medida de casi 10 metros lo hace uno de los más grandes conocidos hasta ahora.

“Yo estaba en la universidad y conocí por primera vez a un paleontólogo que hoy es mi supervisor en Canadá –el profesor Hans Larsson, director del Museo Redpath de la Universidad McGill–, con él tuvimos una discusión y me dijo que podía ser 75 por ciento cocodrilo y 25 por ciento dinosaurio. Por mucho tiempo creímos que era un dinosaurio porque tenía unas placas que son unos osteodermos, es como una extensión de la piel que se osifica y hoy en día se conoce que sirve para termorregulación, para liberar calor, y también como defensa”.

Pero las placas del fósil de Villa de Leyva tenían unas pequeñas perforaciones que permitieron identificar finalmente a este animal como un cocodrilo prehistórico del tipo teleosauroideo, una rama de los reptiles crocodiliformes ancestrales que se caracterizaban por ser acorazados con hocicos largos, similares a los gaviales actuales, y que vivían en ecosistemas marinos y de agua dulce. 

Sobre estos animales se creía, debido a la falta de hallazgos fósiles más allá del Jurásico, que se habían extinguido antes del Cretácico. Un fósil de teleosauroideo descubierto en Túnez en 2016 ofrecía una posible prueba de que este no era el caso. Sin embargo, la edad del sedimento circundante aún no se ha podido determinar definitivamente. Una historia que el teleosauroideo colombiano llegó a cambiar.

“Este resultó ser el único cocodrilo que es teleosauroideo y que sobrevivió realmente a la extinción del Jurásico-Cretácico. Además, es uno de los más grandes conocidos hasta hoy”, explica la paleontóloga Cortés. En el caso del material de Colombia, la edad de las rocas en las que el fósil fue encontrado, y de amonitas asociadas a él, sí se encuentra dentro del Cretácico.

Comparación del tamaño teleosauroideo hallado en Villa de Leyva. Se estima que media 9,6 metros aproximadamente. Foto:Dirley Cortés

 Hallar en la Colombia actual este fósil, de un momento del Cretácico en el que muchas otras especies se habían extinguido, y el hecho de que sea el primer teleosauroideo blindado encontrado en la América del Sur actual, indica que pudo haber existido una ruta marítima disponible para la vida marina –conocido como el ‘Corredor Hispano’– que pudo haber permitido a los teleosauroideos de este lado del planeta sobrevivir cuando otros no lo consiguieron.

Algunos fósiles que encontramos en Colombia representan los vertebrados más grandes jamás encontrados

Además, el estudio de la estructura microscópica del hueso (osteohistología) proporcionó un acercamiento a la vida de esta criatura. El tamaño de los huesos descubiertos, así como la densidad de los vasos sanguíneos dentro de ellos, indica que este reptil era efectivamente una criatura enorme. Incluso, la estimación de 9,6 metros es conservadora, porque pueden haber existido vértebras más grandes que no se conservaron.

Este estudio, del que también hicieron parte Erin Maxwell, Mary Luz Parra Ruge, Pedro Patarroyo y Jeffrey Wilson, fue impulsado por el doctor Carlos Padilla, uno de los fundadores del CIP y responsable de la descripción del primer dinosaurio colombiano (Padillasaurus leivaensis), quien desafortunadamente, tras su muerte en 2013, no alcanzó a ver los resultados.

Tierra de gigantes

Sin embargo, este no es el primer animal gigantesco del que se tiene conocimiento en la historia del territorio que hoy conocemos como Colombia. En la historia de esta parte del planeta también se tiene referencia de la especie de serpiente más grande de la que haya registro hasta la fecha: la Titanoboa cerrejonensis, que habitó el Caribe colombiano hace unos 60 millones de años, mucho tiempo después de que el teleosauroideo hubiera pasado sus días nadando en las aguas que en el Cretácico bañaban el centro del país.

“Probablemente cuando la Titanoboa habitó los ecosistemas del norte de Suramérica ya teníamos fósiles de teleosauroideos, pero ambos animales expresan patrones interesantes en cuanto a sus tamaños corporales, los cocodrilos modernos no alcanzan esa dimensión (los más grandes son de unos 6 metros) y las serpientes actuales tampoco. Algunos fósiles que encontramos en Colombia representan los vertebrados más grandes jamás encontrados", explica Cortés.”.

Referencias:

Alejandra López. Colombia fue hogar de uno de los cocodrilos más grandes del mundo. Fuente: Agencia periódico El Tiempo 06.12.2021. (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/fosiles-colombia-fue-hogar-de-uno-de-los-cocodrilos-mas-grandes-637313) [Última consulta 12.02.2025].



Para más información por favor consulte: Dirley Cortés, Hans C.E. Larsson, Erin E. Maxwell, Mary Luz Parra Ruge, Pedro Patarroyo & Jeffrey A. Wilson (2019). An Early Cretaceous teleosauroid (Crocodylomorpha: Thalattosuchia) from Colombia. Ameghiniana 56: 365–379. http://dx.doi.org/10.5710/AMGH.26.09.2019.3269


Todas las imágenes y fotografías aquí publicadas son propiedad de sus respectivos autores.







jueves, 25 de noviembre de 2021

Kyhytysuka, un nuevo ictiosaurio que habitó los mares hace 130 millones de años


En las rocas de la localidad de Villa de Leiva, en el departamento de Boyacá, se descubrió un fósil excepcional de ictiosaurio, un reptil marino que habitó el planeta hace 130 millones de años. El fósil, un cráneo de un metro de largo y con una dentición adaptada para grandes presas, pertenece a una nueva especie llamada Kyhytysuka sachicarum. Este hallazgo es significativo porque el Kyhytysuka podría ser uno de los ictiosaurios más grandes conocidos y representa una especie única con características inusuales.

El nombre Kyhytysuka, que significa "el que corta con algo afilado" en lengua muisca, debido a la habilidad del reptil para cazar y celebra la herencia cultural de la región.

Quiero aclarar que en un estudio de 2024 liderado por la paleontóloga María Páramo, se descarta que 𝘒𝘺𝘩𝘺𝘵𝘺𝘴𝘶𝘬𝘢 𝘴𝘢𝘤𝘩𝘪𝘤𝘢𝘳𝘶𝘮 sea una nueva especie y se vuelve a incluir en el género 𝘗𝘭𝘢𝘵𝘺𝑝𝘵𝘦𝘳𝘺𝘨𝘪𝘶𝘴.


A continuación la noticia publicada por El Tiempo

Así es el monstruo marino extinto recién descubierto en Villa de Leyva

Un cráneo de un metro de largo increíblemente conservado ha resultado ser uno de los últimos ictiosaurios supervivientes: animales antiguos parecidos inquietantemente a un pez espada moderno, pero que, no obstante esta similitud, hoy en día no tienen ningún referente con el que se puedan comparar.

Monstruos marinos que habitaron la Tierra en los tiempos en que los dinosaurios dominaban la superficie, una mezcla de reptil, mamífero y pez, cuyos ancestros habrían sido terrestres y, por alguna razón, regresaron al mar para especializarse tan bien en estas aguas que al nadar podían alcanzar velocidades de hasta 60 kilómetros por hora.

Los autores del descubrimiento de este nuevo reptil marino, que bautizaron Kyhytysuka sachicarum, pertenecen a un equipo internacional de investigadores de Colombia, Canadá y Alemania que decidieron revisar de nuevo la descripción que se había hecho en 1997 de este fósil, encontrado en los años 70 en la loma Pedro Luis, en Villa de Leyva, Boyacá.


El fósil fue encontrado en 1970 en la Loma Pedro Luis, en Villa de Leyva (Boyacá). Gracias a la revisión de los investigadores fue posible identificarlo como nueva especie. Foto:Dirley Cortés




Es, además, el primer ictiosaurio descrito en Colombia, si se tiene en cuenta que el primer fósil atribuido a uno de estos animales que se encontró en el país, una mandíbula inferior parcial con varios dientes descubierta en el municipio de Piedras (Tolima), fue identificado finalmente como mosasaurio en 1992. Un espécimen que se encontraba alojado en el Museo del Servicio Geológico Nacional en Bogotá, pero que lamentablemente parece haberse perdido.

Para la investigadora Dirley Cortés, estudiante de doctorado y quien estuvo al frente de este trabajo, bajo la supervisión de los profesores Hans Larsson, de la Universidad McGill de Canadá, y Carlos Jaramillo, del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, el hallazgo, que se publicó esta semana en el Journal of Systematic Palaeontology, es una prueba más de la gran riqueza paleontológica que existe en Villa de Leyva, que incluye amonitas, peces, cangrejos, plantas y grandes vertebrados.

“Hay ictiosaurios, pliosaurus, plesiosaurios, tortugas y cocodrilos, entre otros, pero en Colombia se ha estudiado muy poco de la formación geológica ubicada en el centro del país y en general de casi todos los sitios importantes de paleontología”, explica la científica villaleyvana que encontró su amor por las rocas y los fósiles desde muy temprana edad en caminatas con sus tíos y abuelos en su pueblo natal, lo que la llevó a estudiar biología en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en Tunja, y a trabajar como guía en el Centro de Investigaciones Paleontológicas (CIP) en medio de su carrera.


Dirley Cortés trabajando con el cráneo de Kyhytysuka.Foto:Dirley Cortés



Actualmente, como parte de sus estudios de doctorado en la Universidad McGill, trabaja desde el Instituto Smithsonian en Panamá analizando material de Villa de Leyva en busca de más datos que ayuden a entender cómo funcionaban los ecosistemas marinos de hace 130 millones de años en el Cretácico, ese periodo geológico en el que los dinosaurios caminaban por la Tierra y los ictiosaurios nadaban en ese océano que era gran parte del territorio colombiano.

Existen grandes vacíos respecto al conocimiento que se tiene de los animales prehistóricos que habitaron Suramérica. Particularmente en el caso de los ictiosaurios, de acuerdo con la investigadora Cortés, los estudios se han limitado a entender las especies presentes en otros continentes. Actualmente en Colombia este panorama está cambiando gracias a los jóvenes investigadores locales interesados en redescubrir el patrimonio paleontológico del país.

Por eso, el Kyhytysuka, que antes se creía que era un Platypterygius sachicarum, ahora es una nueva especie. “Lo que hicimos fue reestudiar todo este material y nos dimos cuenta de que era extremadamente interesante y que cambiaba la historia de lo que conocemos de los últimos sobrevivientes de los ictiosaurios en el mundo”, señala la paleontóloga.
 
El regreso de los hipercarnívoros

“Este animal desarrolló una dentición única que le permitió comer presas grandes”, dice el profesor Larsson, que es también el director del Museo Redpath de la Universidad McGill. “Mientras que otros ictiosaurios tenían dientes pequeños de igual tamaño para alimentarse de presas pequeñas, esta nueva especie modificó el tamaño y el espaciamiento de sus dientes para construir un arsenal con el que desgarran presas grandes, como ocurre en peces de gran tamaño y otros reptiles marinos”.




Esta característica solo se conoce en animales que ocupan altos lugares en la cadena trófica: los hipercanívoros. Depredadores enormes que se creían extintos en Europa hace más de 250 millones de años, pero que reaparecieron en el territorio colombiano, convirtiendo a este animal en el primero de este tipo del Cretácico, la última etapa en la que vivieron.


“Ahora en Colombia encontramos este de hace 130 millones de años y nos cambia la historia de lo que conocemos de los ictiosaurios”, dice Cortés. Por eso el panorama general de la evolución de los ictiosaurios también se aclaró con esta nueva especie.

“Comparamos este animal con otros ictiosaurios de otros continentes del Jurásico y Cretácico y pudimos ver que los ictiosaurios de Colombia tienen características inusuales y distintivas en su cráneo”, dice la doctora Erin Maxwell, del Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart (egresada del laboratorio Larsson en McGill). “Esto sacude el árbol evolutivo de los ictiosaurios y nos permite probar nuevas ideas sobre cómo evolucionaron estos animales”.

“Esto sacude el árbol evolutivo de los ictiosaurios y nos permite probar nuevas ideas sobre cómo evolucionaron estos animales”


Según los investigadores, esta especie proviene de una importante época de transición en la que la Tierra estaba saliendo de un período relativamente frío, el nivel del mar estaba en aumento y el supercontinente Pangea se estaba dividiendo en masas de tierra del norte y del sur.

También hubo un evento de extinción global al final del Jurásico que cambió los ecosistemas tanto en la tierra como en el mar. “Muchos ecosistemas marinos clásicos del Jurásico de ictiosaurios que se alimentan de aguas profundas, plesiosaurios de cuello corto y cocodrilos adaptados al mar fueron sustituidos por nuevos linajes de plesiosaurios de cuello largo, tortugas marinas, grandes lagartos marinos, llamados mosasaurios, y ahora este gran ictiosaurio”, dice Cortés.

“Estamos descubriendo muchas especies nuevas en las rocas de las que proviene este nuevo ictiosaurio. Estamos probando la idea de que esta región y tiempo en Colombia fue un antiguo hotspot (punto caliente) de biodiversidad y estamos utilizando los fósiles para comprender mejor la evolución de los ecosistemas marinos durante este tiempo de transición”, agrega.
 
Herencia muisca


Los pozos azules de Villa de Leyva están en propiedad privada. Hay que pagar 10.000 pesos para entrar.
Foto:Andrea Moreno. El Tiempo



Kyhytysuka se traduce como ‘el que corta con algo afilado’ en lengua muisca, una elección hecha por los investigadores para honrar a esta antigua cultura que ha existido durante milenios en esta región colombiana y que representa la habilidad de este reptil marino para atrapar a su presa y cortarla con sus dientes.

Un aporte también para preservar este conocimiento ancestral a través de su uso en descripciones paleontológicas, a lo que se suma la intención de los investigadores por exaltar la importancia de Villa de Leyva para la ciencia.


Región en la que, además, los restos fósiles se conservan con un gran nivel de detalle y en tres dimensiones, algo que permite entender mejor la anatomía e historia de cómo fue la vida de estos animales prehistóricos.

Por ejemplo, en el caso del Kyhytysuka se logró recuperar incluso tejido conectivo, que les permitió a los investigadores entender que estos animales podían abrir su boca casi a 75 grados para engullir a sus presas, e identificar que durante su vida este animal había sufrido una infección en la mandíbula.

“En Colombia lo que estamos viendo es que las aguas del Cretácico tuvieron un rol ecológico demasiado importante, es como si las faunas que quedaron en la mitad encontraron en el mar de ese momento el punto perfecto para quedarse”, dice Cortés sobre la historia que posiblemente está capturada en las rocas del centro del país.

Así, los próximos pasos de estos paleontólogos se encaminarán a continuar explorando la riqueza de nuevos fósiles alojados en el Centro de Investigaciones Paleontológicas de Villa de Leyva.

“Es una oportunidad enorme para estudiar la riqueza paleontológica que tenemos en Colombia, aunque todavía falta mucho por hacer y redescubrir”, concluye la investigadora.

Referencias:

Alejandra López. Así es el monstruo marino extinto recién descubierto en Villa de Leyva. Fuente: El Tiempo 25.11.2021. (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/asi-es-el-nuevo-monstruo-marino-extinto-descubierto-en-villa-de-leyva-634878) [Última consulta 06.11.2024].

 


Para más información por favor consulte:

Cortés, D.; Maxwell, E.E.; Larsson, H.C.E. (2021). «Re-appearance of hypercarnivore ichthyosaurs in the Cretaceous with differentiated dentition: revision of 'Platypterygius' sachicarum (Reptilia:Ichthyosauria, Ophthalmosauridae) from Colombia». Journal of Systematic Palaeontology: 1-34. https://doi:10.1080/14772019.2021.1989507

Páramo-Fonseca, M. E., Benavides-Cabra, C. D., & Garavito-Camacho, R. A. (2024). A new species of Platypterygius (Ophthalmosauridae) from the lower Barremian of Colombia and assessment of the species composition of the genus. Earth Sciences Research Journal, 28(2), 103-126. https://doi.org/10.15446/esrj.v28n2.112332



Todas las imágenes y fotografías aquí publicadas son propiedad de sus respectivos autores.








sábado, 20 de noviembre de 2021

Fragmentos mandibulares de un Gonfoterio (Notiomastodon platensis) hallados (y después robados) en el sur de Bogotá

Para información actualizada por favor visita https://titanoboaforest.com/colombia-tierra-de-mastodontes-anexo/




Estos son los restos óseos hallados en Bogotá. FOTO: Ana María Sánchez. CitytvEl hallazgo se hizo en el barrio Alcalá. Expertos analizarán y protegerán las piezas

En medio de la excavación de un pozo para reforzar una estructura en el barrio Alcalá, en el sur de Bogotá, tres obreros hicieron un hallazgo sin precedentes.

De las profundidades de la tierra extrajeron restos óseos que parecen ser las mandíbulas de un enorme animal.

De manera preliminar, el Servicio Geológico Colombiano le aseguró a Citytv que estas piezas podrían ser de un mastodonte:

"De manera preliminar, se puede determinar que la pieza corresponde a una mandíbula izquierda de mastodonte, siendo la parte anterior la que tiene el molar con las cúspides más desgastadas, lo más probable es que sea nastiomastodon platensis".

El espécimen al que habría pertenecido esta mandíbula sería un pariente lejano de los elefantes modernos, que predominó principalmente en el continente de América del Sur y se extendió sobre la mayor parte del territorio.

Según le contaron los obreros a Citytv, llevaban varios días encontrando piezas que parecían ser huesos. Sin embargo, no prestaron atención y los desecharon junto al resto de escombros. Solo hasta que encontraron las mandíbulas y los dientes supieron que este no era un hallazgo cualquiera.

El Servicio Geológico recordó que, ante este tipo de situaciones, es necesario cumplir un protocolo para proteger las piezas."Quien de manera fortuita encuentre posibles bienes de interés geológico o paleontológico deberá dar aviso inmediato a las autoridades locales y al Servicio Geológico Colombiano o la entidad que este autorice en un plazo máximo de 24 horas siguientes al hallazgo".

 

Referencias:

Ana María Sánchez, periodista de Citytv. ¿Un mastodonte en Bogotá?: obreros encuentran enormes huesos. Fuente: El Tiempo.10.11.2021  (https://www.eltiempo.com/bogota/obreros-habrian-encontrado-huesos-de-un-mastodonte-en-bogota-630986)  [Última consulta 10.11.2021].


Aquí el vídeo de la noticia del hallazgo. Créditos City TV



Comunicado sobre el hallazgo paleontológico ocurrido en la ciudad de Bogotá

El Servicio Geológico Colombiano se permite informar que el pasado 8 de noviembre, la periodista de CityTV, Ana Guzmán, informó a la Entidad el hallazgo efectuado el pasado 8 de noviembre, durante la realización de una obra civil al interior de un inmueble localizado en el barrio Alcalá de la ciudad de Bogotá.

Acto seguido, y con base en los datos suministrados por la periodista, el Servicio Geológico Colombiano estableció, preliminarmente, que los restos presentados en imágenes correspondían a un fragmento mandibular de un mastodonte, posiblemente un Notiomastodon plantensis. Sin embargo, es necesario efectuar una revisión técnica y detallada de las piezas.

En ejercicio de sus funciones, la entidad procedió a realizar los acercamientos con los posibles involucrados con el hallazgo, encontrando que el material fue retirado del lugar, luego de que se efectuara la publicación de la nota periodística, por una persona que manifestó tener la condición de arqueólogo.

Hasta el momento, y pese a los esfuerzos realizados por el Servicio Geológico Colombiano, no ha sido posible establecer la identidad, ubicación o vínculo con una entidad o institución universitaria, de la persona que sustrajo los restos ya referidos.

Con base en los hechos antes señalados, y en el marco del CONVENIO DE COOPERACIÓN PARA PREVENIR Y CONTRARRESTAR EL TRÁFICO ILÍCITO DE BIENES DEL PATRIMONIO CULTURAL DE LA NACIÓN, el Servicio Geológico Colombiano informó a las autoridades pertinentes lo sucedido, con el objetivo de que se adelanten las investigaciones necesarias y se proceda a realizar la búsqueda de los restos paleontológicos, con el fin de poder atender el hallazgo y garantizar la protección de este.

Finalmente, el Servicio Geológico Colombiano hace un llamado a la comunidad en general para que, en caso de que esté en presencia de piezas fosilizadas, contacte al Servicio Geológico Colombiano, quienes realizarán el estudio y protección del patrimonio geológico y paleontológico.  (patrimonio@sgc.gov.co).

 

Referencias:

Servicio Geológico Colombiano. Comunicado sobre el hallazgo paleontológico ocurrido en la ciudad de Bogotá. Fuente: Geoflash del 12 de noviembre de 2021 (https://us10.campaign-archive.com/?e=[UNIQID]&u=d512a1b81e3621f02b8da7d1b&id=e9a1a951b7&fbclid=IwAR2exGwiYnsjgEsD1ngiiLqwQpxAYy07imOwjBf1RtbuIy2ihtDO3HPl6G4)  [Última consulta 12.11.2021].



Todas las imágenes y fotografías aquí publicadas son propiedad de sus respectivos autores.






Reciente descubrimiento de un cráneo muy completo del gavial Gryposuchus colombianus en La Tatacoa ⚒

En el desierto de La Tatacoa, Huila, se descubrió el cráneo casi completo y parte del postcráneo de un gavial, un cocodrilo de hocico alarga...