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Los gigantes prehistóricos que habitaron Antioquia
Justo donde hoy se levanta el populoso sector de Belén,
al occidente de Medellín, hace 12 millones de años deambulaban mastodontes,
esos gigantescos parientes extintos de los elefantes.
Restos de molares de esta especie, de más de tres metros
de altura, que se presume habitó en la era Cenozoico superior, habían sido
hallados en depósitos contenidos en capas de arcillas. Pero no fueron los
únicos, pues también encontraron vestigios de animales gigantes en Yalí y San
Vicente, en Antioquia.
Los descubrimientos se extienden a otras regiones del
país, como Villa de Leyva, La Guajira y La Tatacoa, suelos que tienen una
importancia sin par para la paleontología y la reconstrucción de la fauna y
flora que las poblaba desde hace 130 millones de años. Allá se han encontrado
los mayores vestigios de gigantes que habitaron estas zonas en diferentes
épocas.
Andrés Cárdenas Rozo, investigador del departamento de
Ciencias de la Tierra de la Universidad Eafit con postdoctorado en
Paleobiología del Smithsonian Tropical Research Institute en Panamá, anota que
Antioquia tiene un gran potencial paleontológico.
Los gigantes
Revisando las localidades fosilíferas del departamento,
que lideró y publicó con estudiantes de Eafit, Cárdenas Rozo relata que, además
del descubrimiento en el barrio Belén, en el río San Bartolomé, en Yalí, en la
mina la Marmolera, se hallaron molares posiblemente pertenecientes a la familia
Gomphotheriidae y al género Stegomastodon; y en Hojas Anchas, municipio de San
Vicente, se encontró un molar de caballo Equus sp.
Todos estos estudios van más allá de una excentricidad.
Cárdenas dice que “entender la vida a lo largo del tiempo nos permite entender
nuestro lugar (el de los humanos) en la naturaleza”. Y hoy cobra más relevancia
que nunca antes.
Comprender cómo es que el clima moldea la vida en la
Tierra, “nos permitirá saber cómo enfrentar este cambio al que los humanos nos
enfrentamos por primera vez”, dice.
Porque además, hay un patrón sobre el que el biólogo y
divulgador científico del Parque Explora, Luis Kamil Buitrago, llama la
atención. Los animales más grandes de varios grupos están en peligro de
extinción: las ballenas, el tiburón ballena, el oso andino, los grandes
felinos, los elefantes... En un contexto de presencia humana, ser grande casi
que significa una amenaza de muerte..
Recientemente, en Nueva Zelanda se registró el
descubrimiento de los huesos de un megaloro que deambuló por la Tierra hace 19
millones de años. Medía más de la mitad de la altura de un humano promedio (un
metro) y pesaba unos siete kilogramos.
Los científicos
El tamaño es un concepto relativo. En biología, cuenta
Ross MacPhee en su libro El final de la megafauna (W. W. Norton & Co,
2018), el del cuerpo generalmente se evalúa en términos de similitudes y
diferencias entre especies. Y el curador de mammalogía en el Museo Americano de
Historia Natural de Nueva York da un ejemplo: las criaturas unicelulares,
llamadas foraminíferos, que viven en todo el océano y se alimentan de pequeños
organismos como diatomeas o bacterias, tienen en su mayoría alrededor de un
milímetro de tamaño. Algunas especies, sin embargo, pueden alcanzar una
longitud de 20 centímetros. En su micromundo, un tamaño relativamente enorme
califica como megafaunal, que es como estas especies clasificadas por los
científicos que las estudian.
En escala humana, los elefantes y las grandes ballenas
califican de la misma manera: son mucho más grandes que otros mamíferos vivos,
lo que genera preguntas sobre por qué son así, evolutivamente hablando.
“Es que las razones por las que un animal se puede hacer
gigante son de diversa índole y casi que dependen de su grupo”, explica el
biólogo Buitrago. No hay una única explicación para el gigantismo.
El experto suma ejemplos para explicarlo. En el caso de
los insectos gigantes del Carbonífero (hace unos 300 millones de años), se cree
que su tamaño se debió a que requieren altas presiones para que el oxígeno
ingrese a sus tejidos. Esto porque los insectos no tienen corazón que bombee,
ni pulmones que se inflen. Así que el período geológico les habría propiciado
crecer gracias a que las concentraciones de gases en la atmósfera de aquella
época eran muy superiores a las actuales.
En el caso de los reptiles –que no producen su propia
energía por ser ectotermos o comúnmente llamados de “sangre fría”–, necesitan
de altas temperaturas para calentar sus cuerpos. Por eso es que se cree que la
enorme Titanoboa, que vivió hace aproximadamente 60 millones de años en lo que
hoy es La Guajira, floreció en una época de altas temperaturas.
Dependiendo del organismo, el tamaño corporal grande
tiende a correlacionarse con una gama de características fisiológicas y de
comportamientos que no necesariamente ocurren de la misma manera en parientes
más pequeños.
MacPhee explica que el gran tamaño del cuerpo que se
encuentra en los herbívoros que se alimentan a granel (como las vacas) puede
ser ventajoso, ya que la digestión de la materia vegetal suele ser un proceso
largo y que consume energía que puede hacerse más eficiente procesando grandes
cantidades de alimentos a la vez.
Por el contrario, las especies diminutas, como los
roedores, pueden explotar con éxito alimentos pequeños y llenos de energía, que
especies más grandes no pueden digerir de manera eficiente.
Algunos investigadores han sugerido que las tortugas de
las Galápagos (Ecuador), que en comparación con otras son gigantes, lograron
ser grandes porque no hay grandes depredadores, por lo que se no tenían
restricciones para crecer.
Y sobre herbívoros como los dinosaurios, cuenta Buitrago,
“ha surgido una hipótesis interesante sobre el espacio que requerían para poder
procesar (en ese bioreactor interno de bacterias), materiales tan difíciles
como la madera, las colas de caballo, los pinos o helechos. Ahí es más un tema
de espacio de una flora bacteriana que requiere un tiempo y unas cantidades
para ayudar a un animal de esta envergadura a sacar nutrientes de cosas que hoy
prácticamente nadie se come”.
En definitiva
La presencia y formas de vida en las diferentes eras
geológicas da pistas a los geólogos y paleontólogos sobre cómo diversos
animales se adaptan a épocas más frías o más calientes de la Tierra.
- Contexto de la noticia -
La microhistoria - Riqueza fosilífera de la Tatacoa
Los grandes yacimientos fosilíferos en el trópico son
escasos y antes de que los terrenos del sur se conectaran con los del norte a través
de Panamá –en lo que se ha llamado el Gran Intercambio Biótico Americano–, el
desierto de la Tatacoa (Huila) es el yacimiento más rico que se tiene para el
Mioceno (hace 23 a 5 millones de años). Es un lugar crítico porque los demás
yacimientos están en Brasil, Bolivia, y Argentina. Más al sur.
Pero para
entender el origen de la diversidad del trópico y de Colombia, la Tatacoa es la
fotografía perfecta. Esto porque después de que se formó Panamá y empezaron a
migrar animales del norte al sur y del sur al norte, cambió por completo la
fauna del hemisferio. Del norte llegaron los osos, tapires, los zorros,
conejos, ciervos, conejos, tigres dientes de sable, las tatabras y dantas; y
del sur se exportaron al norte aves del terror, chigüiros, chuchas perezosos
gigantes (megaterios), armadillos y puercoespines. En noviembre el Parque
Explora inaugurará una exposición temporal sobre este tema: Territorio fósil:
historias vivas.
Referencias:
Helena Gómez. Los
gigantes prehistóricos que habitaron Antioquia. Fuente: Periódico El Colombiano
10.10.2019 (https://www.elcolombiano.com/medio-ambiente/los-gigantes-prehistoricos-que-habitaron-antioquia-ME11735458)
[Última consulta 10.10.2019].
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