Desierto de La Tatacoa, bajo la lupa de científicos
colombianos
Al desierto de La Tatacoa (Huila) han llegado científicos
de la paleontología desde hace más de 100 años, atraídos por la cantidad de
restos fósiles que sin mucho esfuerzo se encuentran en los 330 kilómetros
cuadrados que componen la segunda zona más árida del país, que aunque le llaman
desierto su ecosistema es un bosque seco tropical.
Dentro de los hallazgos en campo se destaca un cocodrilo
fósil.
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En el municipio de Villavieja, que tiene la jurisdicción
sobre la zona en cuestión, más exactamente en la vereda La Victoria se escucha
a los habitantes hablar de la vez que vinieron los japoneses y los fósiles que
se llevaron. Parece una parte importante de la historia del lugar, y sí que lo
es. Gracias a la viveza de estos científicos asiáticos, que recolectaron y
compraron a tutiplén restos fósiles que nunca más regresarían al país, la
comunidad se percató de que algo valían las piedras que reposaban en sus casas
como adornos o cachivaches curiosos. Poco a poco entendieron que el valor no es
económico, y tiene más que ver con la herencia que reciben de esta tierra que
habitan.
El 7 de enero de este año, un grupo de científicos, en su
mayoría colombianos, arribó al lugar para empezar a cambiar esa estadística
actual que indica que los extranjeros saben más de las especies que habitaron
esta zona —que hace entre 16 y 13 millones de años era un bosque húmedo
tropical que albergaba las condiciones propicias para múltiples especies de
flora y fauna— que los propios colombianos.
¿Por qué tardaron tanto en llegar? El geólogo Carlos
Jaramillo, investigador del Smithsonian Institute of Tropical Research y quien
lidera el equipo de casi 50 personas que conforman la expedición, dice sin
tapujos que por mucho tiempo fue un lugar desconocido para ellos, del que casi
no se tenía referencia en la academia nacional, pero ahora el país cuenta con
una masa crítica de profesionales que están haciendo ciencia de categoría
internacional en este campo, por lo que se dan las circunstancias idóneas para
investigar a profundidad el lugar.
“Este sitio es increíble en términos de su riqueza
paleontológica y que las rocas están expuestas: podemos seguir una misma capa
por kilómetros. Es un sitio único en Colombia. No hay nada ni siquiera cercano,
de esa magnitud, en todo el trópico, ni en Asia, África o Sur América. Es una
oportunidad única para entender cómo funciona el trópico, sus bosques y cómo
han cambiado como respuesta a grandes cambios en el clima”, explica Jaramillo,
profesor honorario de Uninorte.
Dentro de la delegación de científicos cuatro de estos
son de Uninorte: Jaime Escobar, ingeniero ambiental doctor en Ecología
Paleoclima, quien se encarga de estudiar muestras de paleosuelo y análisis
isotópicos de los fósiles con miras a entender el clima del periodo en que
habitaron las especies encontradas y su dieta; Camilo Montes, geólogo
estructural que en la expedición se encargó de dirigir la cartografía, el mapa
geológico, que le sirve a los demás investigadores para guiar la búsqueda de
fósiles e identificar periodos de tiempo; Aldo Rincón, paleontólogo experto en
mamíferos fósiles, uno de los mejores colectores en campo, que en esta ocasión
se enfocó en buscar patas de ungulados (mamíferos con pezuñas) que podrían
estar relacionados con los caballos actuales, pues durante mucho tiempo se ha
pensado que los mamíferos ungulados que habitaron en Sur América en el pasado
no tienen relación con los caballos que más tarde trajeron los europeos al
continente; y Jorge Moreno, estudiante del doctorado de Ciencias del Mar,
especialista en cocodrilos fósiles, quien se encargó de recolectar una especie
de cocodrilo parecido al gavial actual de India.
A ellos se sumaron cuatro estudiantes del programa de
Geología, quienes trabajaron mano a mano con expertos de gran trayectoria en
este campo profesional. Estefanía Gómez, de quinto semestre, recuerda que al
principio sentía temor por estar al lado de profesionales tan reconocidos, pero
luego aprovechó todas las oportunidades para aprender al máximo. Encontró fósiles
de dientes de peces y vertebras de serpientes, vivió de cerca las caminatas
interminables que se requieren para hacer una cartografía, o experimentó la
labor minuciosa que exige extraer un fósil sin dañarlo y conservar su contexto.
Cosas que le ayudaron a confirmar el amor por la carrera que eligió estudiar
hace dos años.
Todos saben que este apenas es el principio de años de
investigación en laboratorio, de horas incesantes de búsqueda en la literatura
científica para clasificar correctamente las piezas encontradas en las dos
semanas que estuvieron en campo, a temperaturas que alcanzaban los casi 40º
—pero que se sienten por lo menos a 60—.
En ese tiempo encontraron pistas para las preguntas
generales que guiaron el trabajo, como identificar el momento en que se formó
la cordillera oriental y lo que esto influyó en el cambio de las condiciones
del ecosistema al cerrar la conexión que existía con el Amazonas; entender cómo
y cuándo se formó el río Magdalena, que nace cerca de la zona; o cómo afectó el
calentamiento global que se presentó hace entre 16 y 13 millones de años, que
presentaba condiciones ambientales similares a las que se proyectan para dentro
de unos 100 años.
Todas las investigaciones que se desarrollen se harán con
la participación activa de los Vigías del Patrimonio de La Victoria, un grupo
de jóvenes de la vereda que casi a diario recolecta fósiles y que, en parte,
fueron los culpables de que esta expedición se llevara a cabo.
“Han sido compañeros de lo que estamos haciendo. Y es la
primera vez que los fósiles que se colectan no se sacan de la región; se van a
quedar aquí en la colección del museo de Historia Natural de la Tatacoa. Espero
que haya investigación aquí por lo menos por los próximos 200 años, porque el
material así lo amerita”, dice Jaramillo, y destaca lo que ocurre con los
vigías como un ejemplo único de cómo la comunidad se puede apropiar de su
herencia natural.
Referencias:
Jesús Anturi. Desierto
de La Tatacoa, bajo la lupa de científicos colombianos. Grupo Prensa -
UniNorte 29.01.2019 (https://www.uninorte.edu.co/web/grupo-prensa/noticia?articleId=14113862&groupId=73923&fbclid=IwAR1GUTNXHq0ZBBGtlGbg4ZrhZhXqNUN2HKzNwyghJmDzJurcCI165OgHkSI)
[Última consulta 29.01.2019].
El sitio más rico en fósiles del trópico
En este proyecto participa el grupo de investigación en
Geociencias - GEO4, y el Instituto de Desarrollo Sostenible.
La primera gran expedición de geólogos y paleontólogos
colombianos comenzó el periplo investigativo en un lugar que por más de 100
años ha sido referente mundial para la búsqueda de especies que habitaron el
planeta hace entre 16 y 10 millones de años.
Al desierto de La Tatacoa, en Huila, han llegado geólogos
y paleontólogos , desde hace más de 100 años, atraídos principalmente por la
cantidad de restos fósiles que sin mucho esfuerzo se encuentran en los 330
kilómetros cuadrados que componen la segunda zona más árida de Colombia, que,
aunque le llaman desierto, su ecosistema es realmente un bosque seco tropical.
Decimos que “sin mucho esfuerzo” porque eso repiten los científicos
constantemente, pero es solo llegar al lugar y darse cuenta de que el asunto, a
ojos no entrenados, se parece más a encontrar un cabello en un campo de fútbol.
En el municipio de Villavieja, más exactamente en la
vereda La Victoria, se escucha a los habitantes hablar de la vez que vinieron
los norteamericanos y los japoneses y de los fósiles que se llevaron y que
ahora hacen parte de colecciones en museos fuera del país. Gracias a las
expediciones de estos científicos extranjeros, que recolectaron a tutiplén
restos fósiles que los habitantes del lugar solían conservar en sus
propiedades, la comunidad se percató de que algo valían las rocas y huesos
fosilizados que reposaban en sus casas como adornos o cachivaches curiosos.
Poco a poco entendieron que el valor no es económico, sino con la herencia que
reciben de la tierra que llaman hogar.
Científicos colombianos apenas empezaron a explorar la
zona a profundidad. Y este año, en el mes de enero, se conformó la primera gran
expedición nacional que apunta a cambiar la estadística que indica que los
extranjeros saben más de las especies que habitaron esta zona —hace entre 16 y
10 millones de años era un bosque húmedo tropical que albergaba las condiciones
propicias para múltiples especies de flora y fauna— que los propios
colombianos.
El geólogo Carlos Jaramillo, investigador del Instituto
Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) y profesor honorario de
Uninorte, y quien lideró el equipo de casi 50 personas que conformaron esta
primera gran exploración, lo llama el bautizo de las expediciones en el sitio
más rico de fósiles del trópico.
“Este sitio es increíble en términos de su riqueza
paleontológica y porque las rocas están expuestas: podemos seguir una misma
capa por kilómetros. Es un sitio único en Colombia. No hay nada ni siquiera
cercano, de esa magnitud, en todo el trópico, ni en Asia, África o Sur América.
Es una oportunidad única para entender cómo funciona el trópico, sus bosques y
cómo han cambiado como respuesta a grandes cambios en el clima”, explica
Jaramillo, profesor honorario de Uninorte.
Pero la región es un referente científico a nivel global
y ya era hora de que llegaran colombianos a escribir su nombre al lado del
conocimiento que las huellas del lugar aporten para entender cómo era la vida
en el planeta durante el mioceno (período de tiempo geológico que va entre 23 y
5 millones de años atrás). De acuerdo con Jaramillo, es tal la importancia de
La Venta que la escala de edades de mamíferos suramericanos que se usa a nivel
mundial tiene una época bautizada con su nombre: Laventense.
Así que cuando Andrés Vanegas, un joven nacido en La
Victoria aficionado a recolectar fósiles y que a pulso ha levantado el Museo
Vigías del Patrimonio La Victoria, le escribió un correo para invitarlo a que
conociera la colección de casi 1600 especímenes fósiles, Jaramillo vio que era
una oportunidad ideal para reactivar la investigación en la zona. Sobre todo
ahora que el país ha entrado en una época de menos violencia en el campo y
cuenta con una masa crítica de profesionales en el área que están haciendo
ciencia de categoría internacional. Y, como si fuera poco, vio que todo esto
podía hacerse en cooperación con la comunidad.
El equipo de investigadores que hicieron parte de esta
primera gran expedición estuvo conformado por cuatro grupos de paleontólogos,
responsables de la búsqueda de fósiles, y uno de geólogos, cuya tarea fue hacer
el mapa geológico de la zona. La salida fue apoyada por el Instituto
Smithsonian de Investigaciones Tropicales, la Universidad del Norte, la
Universidad Eafit y la Universidad del Rosario, y contó con la participación
activa del grupo de jóvenes que conforman el colectivo Vigías del Patrimonio
Paleontológico La Tatacoa.
Dentro de la delegación, cuatro científicos son de
Uninorte. Uno de ellos, Jaime Escobar, ingeniero ambiental doctor en Ecología
Paleoclima y profesor de Ingeniería Civil, quien estudia muestras de paleosuelo
y análisis isotópicos de los fósiles con miras a entender el clima del periodo
en que habitaron las especies encontradas y su dieta, señala que las preguntas
científicas que motivan la investigación tienen que ver con entender los
cambios geológicos que ha sufrido el lugar en el tiempo. Los geólogos mantienen
la hipótesis de que el lugar cambió tan drásticamente (se presume que lo que
ahora parece un desierto antes era un ambiente más selvático parecido al
Amazonas o a una sabana con bosques galería) cuando se levantó la cordillera
oriental, que cambió el rumbo de los afluentes y se separaron los dos
ambientes.
“Este periodo de tiempo que vamos a analizar cae en el
registro climático y geológico de la Tierra en un periodo que es muy similar a
lo que se espera que vamos a tener más o menos dentro de 100 años con el
calentamiento global que estamos viviendo. Entender y conocer cómo era la
reacción de los ecosistemas a este clima en particular nos va a ayudar a
conocer o estar preparados para lo que creemos que podemos tener en menos de
100 años”, agrega Escobar. Estas conclusiones las podrá extraer a través de estudios
geoquímicos, particularmente de isótopos estables, los cuales toma de las
muestras que levantan los geólogos y paleontólogos, y de algunos nódulos de
carbonato de calcio de paleosuelos.
Aldo Rincón revisa uno de los fósiles de ungulados
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Un lugar lleno de cocodrilos
En Colombia aún existen seis especies de crocodilianos
(cocodrilos, caimanes, babillas y sus parientes): dos de estas se encuentran en
las regiones Caribe, Andina y Pacífica; otras cuatro en la Amazonía y la
Orinoquía. En el mundo hay 23 especies de este tipo de animales. El
paleontólogo Jorge Moreno Bernal, estudiante del doctorado en Ciencias del Mar
de Uninorte y especialista en cocodrilos fósiles, destaca que en el desierto de
La Tatacoa se han encontrado fósiles de hasta ocho especies diferentes del
grupo de los crocodilianos. “Eso quiere decir que en esta región coexistían al
mismo tiempo ocho especies de cocodrilos. Eso es algo que no entendemos muy
bien, porque no entendemos cómo hacían, por decirlo así, para caber juntos
ecológicamente en la misma área, ¿cómo hacían para coexistir sin competir por
el alimento y por el espacio?, ¿qué ocurría en esa época para que hubiera
tantas especies al mismo tiempo”.
La zona es uno de los lugares más importantes para
fósiles de este grupo en en Sur América. En los años 40, cuando vinieron
científicos estadounidenses de la Universidad de California se llevaron crocodilianos
fósiles que ahora están en el Museo de Paleontología de esa institución. Y en
1965, el paleontólogo Wann Langston, Jr. publicó el artículo Fossil
crocodilians from Colombia and the Cenozoic History of the Crocodylia in South
America, en donde más del 90 % de las especies descritas provienen del área.
“La Tatacoa es un área de referencia para la historia de
los crocodilianos en Suramérica. Todo el que quiera conocer esta historia tiene
que pasar por acá o leer sobre lo que se ha encontrado acá. Los hallazgos de
crocodilianos son de los más abundantes que existen”, dice Moreno. Los vigías
del patrimonio, esos jóvenes locales que desde 2016 vienen trabajando para
formalizar los hallazgos que han realizado durante años los habitantes de la
región, se han encontrado con cosas nuevas para investigadores como Moreno o
que han ayudado a completar información.
Durante la expedición, Moreno encontró varias partes del
esqueleto de un crocodiliano del grupo de los Gavialoídeos, caracterizados por
tener hocicos muy largos y estrechos. El único gavialoídeo que vive en la
actualidad, el Gavial de la India, es una especie que solo se encuentra en la
India y en Nepal. De acuerdo con Moreno, lo más parecido a esta especie
asiática, en términos de morfología y parentesco, se han encontrado en Sur
América. “Este cocodrilo que estamos excavando aquí es una de las formas que
más se parece a la especie asiática. Eso es algo que estamos tratando de
entender, si en realidad las características que comparten son el producto de
una adaptación similar a un medio de vida similar y no tiene nada que ver con
su parentesco, o si en realidad estas formas están emparentadas”.
Como parte de su investigación que prepara como tesis
doctoral, Moreno también comparará estos hallazgos con los restos encontrados,
en la Alta Guajira, de otra especie de crocodiliano gavialoideo, que hace parte
de la colección del Museo Mapuka de Uninorte. Ambos son especímenes bastante
completos para su estudio, lo que ayuda a determinar relaciones de parentesco
dentro del árbol genealógico del grupo.
Por el momento sabe que el gavial de la Alta Guajira es
más antiguo y que vivió en ambientes marinos (fueron encontrados rodeados de
conchas, ostras, y caracoles, en depósitos que se formaron bajo el mar). Se sospecha
que el origen de estos animales está en África, de donde habrían migrado
atravesando el océano Atlántico hasta el caribe. Las hipótesis sobre su
extinción están asociadas a cambios profundos en la hidrología del norte de
Suramérica, y a los cambios climáticos ocurridos durante los últimos siete
millones de años.
Durante la expedición, los paleontólogos encontraron
fósiles de un gavialoideo
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Los caballos en Suramérica
Cierto es que los caballos actuales que viven en
Suramérica llegaron con los europeos. Pero los caballos son especies que están
al final de una larga lista evolutiva, y en su filogenia están los mamíferos
ungulados (que tienen pezuñas). De este tipo de animales sí se han encontrado restos
fósiles en el continente, pero por más de 100 años los científicos no han
podido concluir si estos ungulados tienen relación con los caballos actuales.
Debe ser porque los restos más importantes que se han encontrado son fragmentos
de mandíbulas.
Aldo Rincón, doctor en Paleontología, especializado en
mamíferos fósiles del Caribe y profesor de Geología de Uninorte, piensa que sí
pueden estar relacionados, pero tiene claro que si quiere acabar con la
incertidumbre científica debe encontrar partes del cuerpo que aclaren el
asunto. En esta expedición su interés se centró en buscar patas o manos de los
ungulados para descubrir convergencias con los caballos. “El hallazgo más
importante es la morfología de las paticas. Esto nos va a permitir explorar cuáles
son los posibles orígenes de este grupo”, dice, mientras agarra uno de los
fósiles de extremidades que ha encontrado en la expedición durante sus
recorridos diarios por La Tatacoa.
La especie que define este grupo de mamíferos ungulados
es más joven que el periodo a estudiar en La Tatacoa; de hecho, en Colombia no
se conocen restos de proteroteridos. Así que la fecha del fósil será decisiva
para definir convergencias con los caballos, es decir, aunque no estén
relacionados genéticamente desarrollaron morfologías parecidas. Rincón ahora
tiene una pequeña ventaja: unas paticas de las que espera extraer respuestas
más definitivas.
La guía en el camino
En 330 kilómetros cuadrados no se puede andar a ciegas.
Los paleontólogos trazan sus rutas basados en toda la información que pueden
recoger del sitio, tanto en la literatura, como en lo que cuentan los
habitantes. También necesitan un mapa geológico que les permita identificar
sitios de interés basados en el tipo de roca que hay. Camilo Montes, geólogo
estructural de la expedición y profesor de Uninorte, lideró el trabajo de
cartografía, que se hizo con la máxima precisión posible y de la forma en que
se hacía a la antigua: caminando la zona.
Montes estima que en las dos semanas que estuvieron en La
Tatacoa, él y su equipo, conformado principalmente por estudiantes de geología
de las universidades participantes, lograron cubrir un área de 100 kilómetros
cuadrados, que se logró caminando entre 17 y 20 kilómetros diarios, subiendo y
bajando cerros. Para la tarea llevaban solamente un mapa de papel, lápiz y una
brújula análoga, con lo cual marcan los diferentes tipos de rocas por los
colores. Una técnica que ya ha caído en desuso, luego de que las imágenes
satelitales o los GPS hicieran más cómodo el trabajo. A pesar de la tecnología,
Montes asegura que la cartografía les da mucha más calidad.
“Un mapa geológico se hace para saber cómo es la
estructura de la corteza en un sitio determinado. En este caso, les dice a los
otros investigadores cuál es la localización geológica de los hallazgos
paleontológicos. Por ejemplo, si encuentran un fósil de cocodrilo en un punto
determinado, nosotros podemos decir en qué parte de la secuencia está ese
hallazgo, si está cerca de la base, si está en la mitad, si está en el techo de
toda la secuencia”, agrega Montes.
Con pocos días en el lugar, los científicos tienen
seguridad de que en La Tatacoa hay material para hacer investigación durante,
por los menos, otros 200 años. Este es un sitio único que seguramente ayudará a
conocer mejor la historia de la biodiversidad colombiana, en particular aquella
que habitó el territorio nacional hace unos 10 millones de años.
Desde hace 100 años, científicos de muchas partes del
mundo han explorado esta área. Ahora por primera vez, lo hace un grupo de
colombianos
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Custodios del patrimonio
El Museo de Historia Natural La Tatacoa es una realidad
en progreso. Tiene ya su propia sede que lo conforman, por ahora, un cuarto
donde almacena la colección de fósiles y un salón destinado para laboratorio y
exhibición, y en este momento se adelanta la construcción de un segundo espacio
que albergará una exhibición para el público. De las características del museo
tal vez los vigías no hagan mucho alarde aún, pero con orgullo repiten que su
colección tiene más de 1600 especímenes, y han identificado alrededor de 10
especies nuevas para La Tatacoa.
“Dentro de esos hay una tortuga de un género que todavía
sobrevive, la mesoclemmys, que actualmente la llaman tortuga carranchina. Esa
tortuga será la primera especie que lleve nuestro apellido como homenaje al
trabajo que hemos desarrollado”, sostiene Andrés y recuerda que además tienen
armadillos, perezosos, osos hormigueros, restos de delfines de río y una gran
cantidad de fósiles muy completos.
En La Venta, Andrés ha formado un grupo de jóvenes que
son los Vigías del Patrimonio, quienes aprendieron a colectar, sistematizar y
preservar los especímenes fósiles, ofrecen charlas y visitas a turistas,
colegios y universidades. Así se ha logrado vincular a la comunidad con el
trabajo científico y se ha promovido la consciencia de conservar el patrimonio
natural que rodea a los habitantes, hasta el punto que ahora cada vez que
alguien va a realizar un trabajo en sus tierras y detecta un resto fósil,
recurre al grupo de vigías para que estos se encarguen de retirarlo con los
cuidados necesarios.
Referencias:
Jesús Anturi. El
sitio más rico en fósiles del trópico. Revista Intellecta 04 - UniNorte 01.2019
(https://www.uninorte.edu.co/web/intellecta/el-sitio-mas-rico-en-fosiles-del-tropico)
[Última consulta 14.09.2019].
Científicos a la reconquista del desierto de la Tatacoa
Más de 50 investigadores de diferentes instituciones y
países, en compañía de jóvenes y líderes locales, llevaron a cabo una
expedición para recolectar fósiles y analizar la geología de uno de los lugares
paleontológicos más emblemáticos de Colombia y del continente: el desierto de
la Tatacoa. Fotos: Felipe Villegas / Instituto Humboldt. Textos: Luz Helena
Oviedo (Instituto Smithsonian) y Felipe Villegas.
Referencias:
Científicos
a la reconquista del desierto de la Tatacoa. Fuente: Periódico
el Espectador 25.01.2019 (https://www.elespectador.com/noticias/ciencia/cientificos-la-reconquista-del-desierto-de-la-tatacoa-galeria-836078?fbclid=IwAR1z4OFCCQGJ_pxNfd2cBjZ-Ml-jfVJO7opemL6K_cU6EqV0qa0RE8CPr3U)
[Última consulta 27.01.2019].
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