domingo, 30 de octubre de 2011

Un Xenungulado del Paleoceno de la Sabana de Bogotá


Seguimos rescatando las noticias que hablan sobre hallazgos paleontológicos en nuestro país especialmente las que han sido publicados por el periódico El Tiempo y que se encuentran disponibles en su archivo digital.
En esta publicación nos hacemos eco del descubrimiento del que sería bautizado como Etayoa bacatensis mamífero placentario perteneciente al orden de los Xenungulata o “ungulados extraños” y considerado el mamífero más antiguo encontrado en nuestro país con una antigüedad de 55 millones de años lo que lo situaría en el Eoceno inferior.

Carodnia , género de mamíferos placentarios suramericanos del orden de los Xenungulados, el mismo orden al que pertenece Etayoa bacatensis

Mandíbula que habla
El animal debía ser del tamaño de un perro. Nadie lo puede decir con certeza porque lo único que queda de él es un pedazo de mandíbula. Con dientes filudos que significan que no era herbívoro. Debía comer un poco de todo, pero tampoco se sabe exactamente qué. La mandíbula fue descubierta de casualidad por un grupo de estudiantes holandeses. Se encontraba pegada a un roca, al borde de una quebrada, cerca de Usme. Se necesitaba ojo de aprendiz de paleontología para sospechar que aquello no era cualquier pedazo de hueso.
En realidad no lo fue: Tenía 55 millones de años! Es el fósil de mamífero más antiguo de Colombia.
Según los estudios, ese mamífero presenta una forma muy primitiva que no puede relacionarse ancestralmente. Debió pertenecer a un grupo separado que luego desapareció al finalizar el Paleoceno época en que florecieron los mamíferos primitivos y arcaicos y cuando comenzaba el período Terciario.
Hace cuarenta, cincuenta millones de años. Cuando en lo que iba a ser luego el territorio colombiano, no existía vida humana. De hecho, no la hubo hasta muchos otros millones de años después (los antepasados del hombre aparecieron hace solo dos o tres millones de años).
Al geólogo Carlos Villaroel, profesor de la Universidad Nacional, le correspondió estudiar el fósil. Como homenaje a su colega Fernando Etayo, lo bautizó Etayoa, y por haberse encontrado en Bogotá, le agregó bacatensis.
Pero no se encontraron en el lugar otras piezas contemporáneas. En realidad, tampoco se ha investigado mucho: se necesitarían fondos y profesionales preparados. Y el país no dispone ni de unos ni de otros. Villaroel, un boliviano, es uno de los pocos especialistas en Colombia en fósiles de mamíferos.
Sin embargo, valdría la pena: la fauna suramericana fue rica, variada, con familias seleccionadas, típicas. En el contexto, Argentina cuenta con más abundancia de fósiles; le sigue Bolivia y, en tercer lugar, podrían estar Colombia, Perú y Brasil, con una cantidad que los expertos califican como aceptable.
Los hallazgos se han dado en varias regiones. Sin embargo, Huila parece ser el lugar fosilífero más importante del país en lo que concierne a mamíferos. Específicamente, La Venta, en Villavieja, a unos treinta kilómetros al norte de Neiva, donde está el desierto de la Tatacoa.
Además de la cantidad, allí se encuentra la variedad: hay fósiles de peces, reptiles (parientes de las iguanas), mamíferos. Estos últimos son los más abundantes, y en general, datan de hace 15 millones de años.
Colombia anterior al Mioceno (entre hace 23 y 5 millones de años) era muy distinta. La Cordillera Oriental podía ser un poco de núcleos de rocas, pero no existía como tal. Gran parte de ese territorio, además, estaba invadido por el mar, lo que explica la presencia de algunos sedimentos marinos.
De esa época, se tienen restos de micos, de un tamaño muy pequeño y que, por deducción de los investigadores, no tienen parentesco evolutivo con el hombre. Estos, que tenían tres premolares, fueron los antecesores de los micos que se encuentran en el país.
También se encontraron en La Venta otros grupos, con representantes actuales, de unas especies más clásicas, como explica Villaroel: gliptodontes, animales de fuerte coraza y parientes lejanos de los armadillos; megaterios o bestia grande, antepasado del perezoso; zarigüeyas o marsupiales.
Estas y otras especies que no sobrevivieron pudieron tener semejanzas en el continente.
En el ámbito mundial, hay lugares en donde los hallazgos de fósiles de mamíferos son más abundantes.
En África, por ejemplo, un poco en Asia y Europa. Aparentemente, también en Australia. En Norteamérica, se encontraron restos de 50, 60 millones de años. La población de Suramericana fue la más tardía.
La explicación parte del movimiento de las denominadas placas tectónicas.
Durante el Paleozoico y el Triásico (hace aproximadamente 250 millones de años), los continentes se mantuvieron unidos.
Durante el Mesozoico (hace 180 millones de años), Suramérica estaba unida al Africa, a Australia y la Antártida. La India, hoy pegada al Asia, hacía parte de ese continente del sur. En el norte, Norteamérica, Groenlandia, Europa y Asia constituían un solo bloque.
Pero a partir del Jurásico y a la mitad del Cretácico (hace 100 millones de años), comenzó la división: Norteamérica se aisló, África se separó, la Antártida también y la India comenzó a moverse hacia el norte. Hasta ese momento, los mamíferos se habían podido desplazar libremente de un continente a otro.
Durante el Terciario, y hasta hace dos o tres millones de años, Suramérica quedó completamente aislada. La fauna evolucionó con unas características propias. Luego, comenzaron nuevamente las migraciones animales. A Norteamérica viajaron marsupiales, gliptodontes y megaterios y algunos roedores. A la parte sur vinieron llamas, caballos, perros, pumas, jaguares y osos (antepasados del oso de anteojos, el único oso suraméricano). También otras especies de roedores.
En este sentido, los estudios se enfocan de manera global, continental. Fundamentalmente, los trabajos han sido hechos por expertos de Estados Unidos y Europa. En los últimos tiempos, investigadores de la universidad japonesa de Kyoto se han dedicado al estudio de los micos de La Venta. Con este comenzará a saberse algo de la riqueza fosilífera en mamíferos del país. Hasta el momento, como lo expresa el geólogo Villaroel, la verdadera dimensión de Colombia no se conoce.
¿Para qué estudiar los fósiles de mamíferos si no ofrecen ninguna gratificación económica, ni tienen valor comercial, y ni siquiera, como sucede con otros, permiten detectar yacimientos petrolíferos? Estudiarlos, sin embargo, sí significa muchas cosas: Ante todo, conocer lo que tenemos. Si queremos proyectarnos, dice el geólogo Carlos Villaroel, debemos saber lo del pasado.
Sí tiene aplicaciones su estudio para determinar la edad de los sedimentos, de las rocas. Los organismos vivieron en un momento determinado y eso implica que las rocas en que se encuentran sus fósiles se les pueda asignar la edad de ese momento.
Qué decir de la riqueza que emana de un museo en donde puedan apreciarse esos fósiles que hablan de tantas cosas nunca conocidas.
Y finalmente, cuán recreativo es adivinar ese pasado tan lejano a partir de trocitos de huesos!

Referencia Web
Mandíbula que habla. Periódico El Tiempo. 24 de febrero de 1991 (http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-30874)  [Última consulta 30.10.2011]


La ilustración ha sido sacada de la Web http://prehistoric-fauna.com

Todas las imágenes y fotografías aquí publicadas son propiedad de sus respectivos autores.







1 comentario:

  1. Que bueno que dan a conocer ese artículo, restos del Cenozoico de antes del Mioceno son escasos en el norte de Suramérica y no digamos Colombia...

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