sábado, 28 de abril de 2018

Finalizan los estudios del Pliosaurio gigante de Sáchica y es devuelto a la comunidad


El pliosaurio más grande del mundo está en Sáchica

Los investigadores realizan el estudio morfológico de esta especie.

 En un salón comunal de este municipio boyacense reposa uno de los tesoros mejor guardados por sus habitantes. Un área de unos 160 m2 resguarda los gigantes huesos del que podría ser el pliosaurio más grande del mundo, recuperado para la ciencia por la U.N.

Se necesitaron cinco días de trabajo continuo de una retroexcavadora para sacar de las tierras de Sáchica (Boyacá) los trozos de roca en los que fue hallado el que podría ser el pliosaurio más grande del mundo, pues hasta ahora no se tiene conocimiento de otro de iguales dimensiones.

Gracias a la información suministrada por el Centro de Investigaciones Paleontológicas (CIP), científicos de la Universidad Nacional de Colombia (UN) ubicaron, prácticamente intacto, el esqueleto de este reptil marino en una montaña de la vereda Arrayán. Estaba enterrado en unos lotes baldíos en los alrededores de este pueblo que hasta ahora se había hecho famoso por la celebración de la Semana Santa en vivo.

El fósil hallado pertenece a un adulto.

 Solo el cráneo de este reptil mide cerca de 3 m, pero el cuerpo completo, sin contar el trozo de cola que le falta, alcanza los 9,9 m de largo, de manera que su tamaño original llegaría a los 11 m.

El espécimen hallado, que podría corresponder a una nueva especie para la ciencia, fue encontrado en rocas del Cretácico inferior, piso Barremiano, de la era Mezozoica, es decir que existió hace alrededor de 125 millones de años, cuando esta región de Boyacá era territorio marino.

Solo el cráneo de este reptil mide cerca de 3 m, pero el cuerpo completo, sin contar el trozo de cola que le falta, alcanza los 9,9 m de largo, de manera que su tamaño original llegaría a los 11 m.

El fósil halaldo pertenece a un adulto.

 Este cálculo es de la paleontóloga María Páramo Fonseca, profesora del Departamento de Geociencias de la UN, quien lideró el complejo proceso de excavación, preparación y estudio de este enorme fósil que hoy es resguardado en el salón de la Junta de Acción Comunal de la vereda.

El hallazgo de este reptil marino se registró en 2009, en desarrollo de una tarea de exploración solicitada por Ecopetrol para esta zona, en la que se tenía previsto el paso de un oleoducto. En el lugar fueron identificados unos fragmentos de huesos que llamaron la atención de la paleontóloga Páramo.

Su primer análisis científico la llevó a pensar que se trataba de un hallazgo importante, por lo que empezaron a abrir zanjas alrededor, hasta que encontraron unas vértebras de la columna del fósil, evidencia plena de que estaban ante una especie de proporciones gigantes.

Con ayuda de cuchillas y otras herramientas se hace l atarea de restos esqueléticos del pliosaurio.

 Después de gestionar recursos con Ecopetrol, a través de un convenio de investigación, la UN siguió con el proceso de recuperación del pliosaurio con la colaboración de los pobladores, en cabeza del alcalde del momento, Miguel Ángel Abril, quien hoy luce con orgullo un morral decorado con los pliosaurios de Sáchica.
“Nos gustaría mucho tener un museo para que el municipio sea más visitado y tengamos nuevos recursos”.
“Para nosotros es muy importante este hallazgo, vemos que el municipio se puede convertir en un atractivo turístico internacional de carácter científico”, señala el exmandatario mientras camina por los alrededores del parque principal.

En el salón comunal de Sáchica se preparó el fósil hallado en jurisdicción de este municipio de Boyacá.

Este interés lo comparten los miembros de la Junta de Acción Comunal, tal como lo expresa el actual presidente, Omar Nova: “nos gustaría mucho tener un museo para que el municipio sea más visitado y tengamos nuevos recursos”.

Por su parte, la secretaria de Cultura y Turismo del municipio, Patricia Torres Piraquive, dice que el hallazgo del pliosaurio abre grandes posibilidades para Sáchica: “en el Consejo Municipal de Cultura ya tenemos constituido el Grupo de Vigías del Patrimonio para proteger y difundir esta riqueza”, señala.

Y aunque don Jesús Heredia, exdirector de la Junta de Acción Comunal, no sabe mucho sobre reptiles marinos como el que ayuda a cuidar, está convencido que este nuevo “habitante” le traerá mucha prosperidad a su pueblo.

El estudio de este fósil será publicado en una revista científica internacional.

Hueso por hueso

 

A punta de pico y pala, pobladores y técnicos del CIP se dieron a la ardua tarea de sacar los huesos del pliosaurio, dirigidos por la profesora Páramo.

Por lo menos un mes tardó el proceso de extracción del fósil. Se hizo una especie de túnel por debajo de la roca que cubría los huesos, mientras que la superficie fue protegida con yeso, armando una especie de chaqueta para cada uno de los 14 bloques en que se extrajo el esqueleto. “La excavación fue custodiada por la Policía”, recuerda la profesora Páramo, quien no descarta la posibilidad de que algún “guaquero de fósiles” hubiera querido alzarse con alguna de estas valiosas piezas.

Con ayuda de la retroexcavadora, los enormes bloques se montaron en un camión y se trasladaron hasta el salón comunal: “fue necesario hacer una minga con los pobladores de Sáchica para ingresarlos al salón”, recuerda la docente. A partir de ese momento, este centro de reuniones se convirtió en el laboratorio de los expertos: cuchillas, cinceles y otras herramientas para la limpieza de los huesos se instalaron en la mesa de trabajo.

El estudiante de maestría Cristian Benavidez, colaboró en todo el proceso de preparación y estudio del fósil de este rptil marino.

 Los expertos de la UN, con mano de obra contratada con operarios del CIP, prepararon por medios mecánicos una de las técnicas más utilizadas en paleontología, junto con la química, que incluye el uso de sustancias especiales para remover la roca.

“La excavación fue custodiada por la Policía”, recuerda la profesora Páramo, quien no descarta la posibilidad de que algún “guaquero de fósiles” hubiera querido alzarse con alguna de estas valiosas piezas.
Los estudios se fueron desarrollando con el apoyo de estudiantes vinculados al proyecto. En 2015 los recursos de Ecopetrol se agotaron y el trabajo quedó paralizado por un poco más de un año, hasta cuando el Servicio Geológico Colombiano aprobó recursos para continuar con la tarea.

Esta investigación de la UN fue realizada con recursos de Ecopetrol y el servicio Geológico Colombiano

 En 2017 se retoma el estudio y se vincula al hoy estudiante de maestría Cristian Benavidez; él y la profesora Páramo se concentran en el proceso de estudio morfológico del fósil para comparar hueso por hueso las diferencias con otros de estos animales prehistóricos hallados en diferentes partes del mundo como Australia, EE. UU. y Europa, y por supuesto con el que se encontró hace ya varios años en Villa de Leyva.

Expectativa científica

 

Hasta el momento se sabe que la edad de este fósil es anterior a la del pliosaurio recuperado en el vecino municipio de Villa de Leyva, y aunque es más grande parece tener menos dientes. Además se han identificado algunas otras particularidades en el cráneo, en el paladar y en la columna vertebral, que se convierten en datos significativos para los estudios científicos.

Durante cinco días continuos se utilizó una retroexcavadora para sacar de las tierras de Sáchica los vestigios del fósil.

 También resultan interesantes algunas características de la extraordinaria preservación de este fósil. En tal sentido, la investigadora de la UN no duda en asegurar que “Colombia tiene los mejores fósiles del Barremiano”.

Varios aspectos se constituyen en expectativas científicas, como por ejemplo el tipo de conservación y la forma como se fosilizó esta especie, cómo vivía, qué comía y cómo eran sus relaciones con otras especies existentes en esta época, entre otros.

La investigadora de la UN no duda en asegurar que “Colombia tiene los mejores fósiles del Barremiano”.
El esqueleto del pliosaurio, cubierto con resinas especiales, sigue resguardado en el salón comunal de la vereda Arrayán en Sáchica, en medio del celo generalizado del pueblo, que lo quiere conservar y convertir en un nuevo motivo para que los turistas visiten esta pintoresca población, que le sigue los pasos a Villa de Leyva en patrimonio paleontológico.

Actividades de excavación que permitieron rescatar el esqueleto del reptil marino que existió hace cerca de 125 millones de años , cuando Boyacá era un fondo marino.

 Por lo pronto la UN tiene previsto para el próximo lunes 30 de abril un acto especial de entrega del fósil al Servicio Geológico Colombiano, entidad encargada del patrimonio paleontológico del país.

Ese día, el alcalde actual, Édgar Orlando Cuadrado, y las demás autoridades locales se harán presentes para velar porque no vayan a llevarse el fósil de su pueblo, en el que tienen fincadas sus esperanzas, porque el cultivo de tomate y de cebolla no está dando los frutos esperados.

Los pobladores de Sáchica quieren construir un museo para conservar y exhibir el fósil.

Fotografías Nicolás Bojacá / Unimedios.

Referencias:

María Luzdary Ayala. El pliosaurio más grande del mundo está en Sáchica. Fuente UN Periódico Digital 25.04.2018 (http://unperiodico.unal.edu.co/pages/detail/el-pliosaurio-mas-grande-del-mundo-esta-en-sachica/) [Ultima consulta 28.04.2018].


Video “A Sáchica, Boyacá, le entregan pliosaurio descubierto hace 9 años” | Noticias Caracol 03.05.2018


 Video “Hallan en Sáchica, Boyacá, fósil del pliosaurio más grande del mundo” | Blu Radio 02.05.2018
 
 

  
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miércoles, 25 de abril de 2018

La Guajira y el Mediterráneo estuvieron conectados en el pasado


Los geólogos buscan evidencias del pasado para reconstruir la historia del territorio.

En uno de los lugares más calurosos de Colombia, donde el sol no da tregua, los fuertes vientos han torcido los pocos árboles, como el trupillo y el marúa; las caminatas se hacen pesadas por la dureza y la cantidad de rocas en el suelo, por la arena, por los cactus, especialmente el yosu. Allí en la alta Guajira, hace 125 millones de años, el paisaje era otro.

Las olas y las corrientes de un inmenso océano, el de Tetis, les daban rumbo a animales marinos viajeros que los paleontólogos califican como fauna cosmopolita, es decir que se distribuyen en regiones muy grandes; hoy se encuentran como fósiles incrustados en rocas sedimentarias, muy sólidas, en varias zonas del país. Esos organismos vueltos roca, parecidos a los actuales caracoles, ostras y peces, divagaban libremente y hoy se encuentran también en países mediterráneos como España, Francia e Italia, así como en el norte de África, en México y probablemente en Perú.

Los geólogos trabajaron en el cerro Yuruma, cuyas franjas de rocas representan diferentes momentos geológicos de la antigüedad.

 Hace unas semanas, el paleontólogo Pedro Patarroyo, profesor investigador de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, estuvo buscando evidencias de aquellos fósiles del Barremiano, una de las divisiones del tiempo geológico perteneciente al Cretácico temprano, que data de hace 129 a 125 millones de años. Esos fósiles en la alta Guajira colombiana demuestran que el Tetis se extendía más allá del actual Mediterráneo, en una zona semitropical.

En 1838, el paleontólogo alemán Leopold von Buch lo mencionó cuando estudió las muestras que llevó Alexander von Humboldt a Europa a comienzos del siglo XIX y que hoy reposan en el Museo de Historia Natural de Berlín. Luego, en la década de los años cincuenta, Hans Bürgl dejó literatura al respecto. Ahora Patarroyo busca demostrar, fósil en mano, que estas amonitas –moluscos con concha en los cuales es un experto– son la mejor herramienta para relacionar regiones de Colombia con las de otros continentes. La alta Guajira es un lugar ideal para adelantar estas investigaciones porque a los geólogos les encanta trabajar en lugares desérticos donde las montañas están desnudas y pueden ver mejor las rocas que estudian. Además, porque poco se sabe de su geología y porque se piensa que fue allí donde alguna vez estuvimos unidos a otros continentes.

Durante cinco días, acompañado por María Fernanda Almanza, geóloga del Servicio Geológico Colombiano (SGC), el profesor Patarroyo fue subiendo los doscientos metros del cerro Yuruma, una montaña que parece una tajada de ponqué con capas, pero en el que, en lugar de estar relleno de chocolate, las franjas de rocas representan diferentes momentos geológicos de la antigüedad.

“Esto puede haber sido así, pero aún nos falta evidencia para confirmarlo”

El ritual de los geólogos en la salida de campo

Las jornadas comenzaban temprano en la mañana y terminaban a las cuatro y media de la tarde, no por cansancio, sino porque había que aprovechar la luz del día para terminar de registrar lo encontrado o lo visto durante el día. En la ranchería Watchuali, donde Patarroyo guindó hamaca y Almanza montó su carpa, seguían dándoles vueltas a posibles interpretaciones de las rocas del cerro Yuruma, una montaña escarpada y empinada, todo un reto para turistas, pero un bocado de cardenal para los geólogos porque la ven como un libro: allí leen el pasado y pueden describir la historia geológica del territorio. “Tenemos el ojo adiestrado para distinguir la morfología o los cambios de material”, explica Patarroyo.

El balance de ese martes fueron muchos bivalvos, grupo de moluscos con caparazón, como las conchas que contienen perlas. Preciosos, pero eso no es lo que buscan; con la lupa encuentran foraminíferos, otro tipo de fósil, pero ese tampoco es el que quieren. No importa. Ambos escriben en sus cuadernos de notas, dibujan en planillas los diferentes estratos de rocas encontradas en la columna estratigráfica, aquella que muestra la secuencia de capas en una montaña, y revisan conjuntamente los mapas. El camino de rocas planas, rotas, pequeñas y grandes, corrugadas y lisas es monótono, excepto por una serpiente plateada, una cazadora, que se desliza rápidamente al paso de la geóloga; tras un grito silencioso, la enfoca con su cámara y logra dejar testimonio de su huida.

Ya van a ser las 12 de ese primer día, y los dos geólogos siguen su camino mirando hacia abajo, buscando, revisando, tomando muestras y marcando cada una de ellas. Aún están en la parte baja de la montaña. Frente a ella, alzan su mirada y empiezan a marcar alturas. Lo hacen con el bastón de Jacob, una vara de metro y medio pintada con franjas negras y blancas; en su parte superior tiene un disco metálico y un nivel que permite medir el espesor y la inclinación de las capas y, con base en esa inclinación, marcar cada metro y medio hacia arriba, lo cual facilita la comprensión de la columna estratigráfica.
El primer día terminan en el bastón 22, lo que equivale a 33 metros de altura. Regresan a la ranchería con unas pocas muestras de amonitas de los géneros Nicklesia y Pulchellia, correspondientes al Barremiano inferior. “Lo sabemos por la bioestratigrafía, por la correlación con las zonas patrón del Mediterráneo”, dice el profesor.

A las nueve de la mañana o a las cuatro de la tarde, explica, es la mejor hora para buscar sus amonitas, “cuando la incidencia de la luz solar hace que los relieves y los rasgos geológicos resalten”, lo que no ocurre al mediodía. Trucos de los geólogos.

El primero no fue un buen día; el profesor dice estar “descorazonado” porque no encuentra lo que está buscando. Al día siguiente será necesario subir más.

Durante el segundo día usan su brújula y, ya conociendo las rocas sedimentarias, buscan las mismas capas, pero en otro lado del cerro. Primero es necesario ubicarse bien; luego, calibrar sus instrumentos y continuar cerro arriba. El viento produce un ruido que se lleva las conversaciones; pero cuando deja de correr, el silencio es total. Con martillo y cincel van rompiendo rocas, desentrañando lo que contienen.
Ya estamos en el tercer día, y se aproximan a la cima del cerro. Van en el bastón 70 y no se cansan de mirar las capas, buscando evidencias. Hoy han encontrado Gerhardtia otro género de amonitas; ya le volvió el alma al cuerpo al profesor Patarroyo.

En la cuarta jornada resuelven iniciar el día contándoles a los pocos estudiantes que llegan al Aula de Watchuali sobre lo que están haciendo en el cerro Yuruma. Tranquilina, la profesora, de 56 años, les traduce al wayunaiki las diferencias entre las eras geológicas y los fósiles. El profesor Patarroyo deja como material pedagógico algunos fósiles; pero son pocos los alumnos que lo pudieron escuchar porque las distancias en esta desértica región no permiten que los niños lleguen hasta la escuela. Además, algunos no han vuelto por estar trabajando en una mina recién abierta en la zona. Eso cuentan los habitantes de la ranchería.

De nuevo en el cerro, los geólogos se concentran en sus mediciones para ir trabajando de acuerdo con sus parámetros de estudio. A veces los encuentra uno, entre roca y roca, hablando de la vida, la familia, lo cotidiano. Van subiendo y marcando rocas con un plumón rojo, ya casi llegan a la cima. Pero no están seguros de si podrán subir, porque el camino está escarpado y esos últimos metros parecen una pared. Ayer vieron unos tres chivos lograrlo. Les tocará hacer como las cabras que ‘tiran al monte’.

El último día llegan a la cima, y, aunque en ese último tramo los fósiles son más escasos, hay algo que les llama la atención: “Con base en un fósil que encontramos hoy, una amonita que estaba en una caliza muy compacta, vamos a ver qué metodología utilizamos para sacarla sin dañarla porque es un organismo bien diferente de lo que se puede encontrar en el Barremiano; existe una remota posibilidad de decir que evidentemente en el cerro Yuruma tenemos depósitos del Aptiano”, dice el profesor, “pero hasta que no se prepare la muestra no lo sabremos”.

Concluye que sí encontraron fósiles del Barremiano similares a los que hay en Villa de Leyva. Pero en realidad le quedan más dudas que respuestas. Así es la ciencia. “Ahora viene lo bueno porque la limpieza de los fósiles demanda un gran trabajo”. Y el reto será publicar la experiencia en una revista científica, un texto acompañado de ilustraciones y fotografías, que hasta ahora no existe.

Esta salida de campo forma parte de la producción del libro Geología de Colombia, que produce el Servicio Geológico Colombiano y compila el estado actual del conocimiento de la geología del país. “Hemos querido viajar a diferentes puntos del país para hacer no solamente una toma de fotografías que puedan publicarse como portadas de los tomos, sino que también nos ha servido para colaborar con los diferentes autores para venir a campo y resolver algunas dudas puntuales que tienen los investigadores”, dice la geóloga Almanza. Durante el segundo semestre de 2018, el libro será distribuido gratuitamente en versión digital e impresa.

El ‘profe’ Pedro Patarroyo

El profesor Pedro Patarroyo va lento. Todo lo mira con cuidado, todo lo hace como si estuviera en un ceremonial. Piensa sus palabras antes de decidirse a pronunciarlas y no se permite ser categórico. “Esto puede haber sido así, pero aún nos falta evidencia para confirmarlo”, parece decir cada vez que habla.
Ecuánime, silencioso, concentrado y tranquilo. Frecuentemente divierte a sus coequiperos con algún chiste cargado de humor irónico. Una vez terminada la jornada se echa en su hamaca, y lo ve uno con la mirada perdida, seguramente su cerebro maquinando diferentes hipótesis de lo que vivió y encontró durante el día.
La noche le sirve para descansar, pero juraría que entre sueños sigue maquinando. En la mañana, cuando empieza a clarear, toma su cuaderno de notas, sus mapas geológicos y su portafolio, y empieza a anotar, a pintar, a dibujar, a ubicar, a describir. Manos le faltan para plasmar todos sus pensamientos en esos documentos. Es ahora o nunca. Patarroyo tiene doctorado y posdoctorado en ciencias naturales y paleontología en las universidades Justus Liebig Universitaet Giessen y la de Heidelberg en Alemania. Tiene más de 30 publicaciones científicas nacionales e internacionales indexadas. Desde hace 24 años es profesor en la Universidad Nacional, en donde ofrece clases como estratigrafía, paleontología, geología histórica o Campo IV. En esta última enseña a sus estudiantes de geología las técnicas básicas para hacer un levantamiento estratigráfico, justo como el que hizo en el cerro Yuruma. Es autor del capítulo sobre el Barremiano en Colombia que se publicará en el libro Geología de Colombia.

Referencias:

Lisbeth Fog Corradine. La Guajira y el Mediterráneo estuvieron conectados en el pasado. Fuente Periódico El Tiempo 24.04.2018 (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/la-guajira-y-el-mediterraneo-estuvieron-conectados-hace-125-millones-de-anos-208694) [Ultima consulta 28.04.2018].


Video del Servicio geológico Colombiano sobre la investigación del Dr Pedro Patarroyo en el Cerro Yuruma en la Guajira.

  


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