Si pudiera sumergirse en el mar que inundó lo que hoy es
Villa de Leyva, ¿qué encontraría?
Un mar calientito, de unos cien metros de profundidad,
con gran cantidad de peces y animales invertebrados como moluscos, amonitas,
parecidos a los calamares de hoy en día, y bivalvos, como las actuales ostras o
almejas, cubría hace 125 millones de años lo que hoy es Sáchica, Sutamarchán y
Villa de Leyva. La cordillera de los Andes no existía, pero sí los dinosaurios,
algunos herbívoros y otros carnívoros que habitaban la superficie terrestre de
una que otra isla y solo de vez en cuando se asomaban por las orillas del
océano.
Esa vida debajo del agua, relativamente tranquila, rompía
su silencio cuando aparecían los reptiles marinos, equivalentes a los
dinosaurios terrestres, verdaderos monstruos enormes de diferentes formas que
comían todo a su paso. Aparecían y ¡sálvese quien pueda! Ictiosaurios de unos
tres a cuatro metros de largo, una mezcla entre pez y lagarto; pliosaurios,
hasta de nueve metros de longitud, con dientes inmensos, reconocidos como los
megapredadores de la época, y plesiosaurios de dos diferentes tipos, pero todos
se caracterizaban por sus largos cuellos y en total debían medir unos ocho
metros de longitud. El planeta Tierra vivía el período cretácico.
Este plesiosaurio es una de las piezas del SGC. Foto: Alejandra Cardona / Servicio Geológico Colombiano |
Tortugas gigantes completaban el paisaje, y en otras
partes del mundo, algunos grandes cocodrilos, con aletas y no patas, y por
tanto marinos y no terrestres como los de hoy en día, alternaban sus recorridos
entre el mar y la playa, a donde subían solo para poner sus huevos.
“Los animales grandes necesitan una profundidad para
nadar”, explica el paleontólogo británico Leslie Noè, experto en reptiles
marinos del Cretácico Inferior; el pliosaurio es su preferido por ser un animal
con una cabeza de uno o dos metros, dientes exageradamente grandes y cuatro
aletas que usaba para avanzar bajo el agua. “Hoy en día no hay nada que se
parezca a esa forma de nadar”.
La paleontóloga Marcela Gómez también se ha especializado
en reptiles marinos del Cretácico; su tesis de grado la hizo en el Acostasaurus pavachoquensis, el único
pliosaurio que hasta ahora se ha encontrado en tres dimensiones, de acuerdo con
su descripción.
En su análisis filogenético, para conocer los caracteres
morfológicos de la especie, plantea que muy probablemente los fósiles de estos
reptiles encontrados en la zona de Villa de Leyva corresponderían al vacío de
información que existe entre el Jurásico y el Cretácico Superior, un tiempo
llamado el hueco del Cretácico Inferior.
A partir del estudio de las cápsulas óticas del fósil,
donde se encuentran los canales semicirculares ubicados en el oído interno,
concluyó que la conexión entre lo que ve el ojo y la rapidez de los movimientos
para maniobrar está altamente desarrollada, lo cual los hacía muy eficientes
para cazar su presa.
Noè y Gómez conforman la pareja de paleontólogos que está
recogiendo toda la información posible en la zona para redescribir la fauna del
Cretácico. “Este es un sitio realmente único porque es un yacimiento fosilífero
estilo largestätten (muy rico en fósiles), donde tenemos una secuencia casi completa
y en un espacio corto en distancia”, explica Gómez; “desde Cucaita hasta Villa
de Leyva aflora todo el Cretácico, más o menos 80 millones de años”.
Así que actualmente visitan constantemente los museos de
la región y detallan centímetro a centímetro los fósiles de cada reptil marino
en exhibición, recorren montañas para conocer y describir también las rocas,
comparan lo que encuentran con artículos científicos publicados por colegas
mundiales, incluyendo colombianos, franceses y americanos que en su momento
hicieron lo mismo e interpretaron con los instrumentos de la época que tenían a
mano. De acuerdo con sus datos, hay algo que no cuadra: ¿cómo era realmente ese
mar? ¿Cómo fue posible que tanto bicho se fosilizara y preservara en tan buenas
condiciones?
Valiéndose de la paleobiología –estudio de los animales
del pasado– para reconstruir el ambiente marino de hace 125 millones de años, y
analizando los sedimentos de la corteza terrestre y la tectónica registrada, su
hipótesis del mar profundo y no tan somero, dos grados centígrados más caliente
que el actual, está ganando adeptos. Y se atreven a describir escenas como la
de un plesiosaurio tomando sedimentos del suelo oceánico y atrapando
crustáceos, bivalvos y algunos peces, mientras los pliosaurios, en actitud más
astuta y hasta violenta, se esconden para atrapar a sus presas, y si se les
escapan, las persiguen a grandes velocidades hasta ganar la carrera. Algunos
recuerdan a Nessie, el monstruo de la leyenda del lago Ness en Escocia, si no
fuera porque hasta ahora nadie ha comprobado su existencia.
Pero Gómez y Noé no le encuentran parecido: “El cuello de
los plesiosaurios nunca pudo estar en posición de cisne como Nessie”, explican;
“su morfología así lo comprueba”. Cuando esta fauna marina moría caía al fondo
del mar, donde había poco oxígeno y, por tanto, la vida era muy escasa. “El
registro marino es muy apto para que se preserven los fósiles porque quedan
cubiertos por esos sedimentos pegajosos del fondo del mar, lo que hace que se
cubran rápidamente y se preserven”, explica Gómez.
Es la interpretación que se han aventurado a esgrimir,
planteada en el capítulo del libro The Geology of Colombia, que prepara el
Servicio Geológico Colombiano y cuyo lanzamiento se prevé para noviembre.
“Ninguna interpretación del ambiente de esta región ha tenido en cuenta a los
grandes vertebrados”, continúa la paleontóloga, quien actualmente coordina el
Museo Geológico José Royo y Gómez. Son estudios que solo se han basado en la
descripción de las rocas y los invertebrados como herramienta
bioestratigráfica, o sea, para calcular la fecha. “Y las rocas dicen muchísimo,
pero cuando tienes una preservación como esta no puedes hacerte el ciego ante
la evidencia”.
“Ninguna
interpretación del ambiente de esta región ha tenido en cuenta a los grandes
vertebrados”
La combinación de las diferentes disciplinas es la carta
de presentación para defender una hipótesis que parece superar lo que se creía
hasta el día de hoy. Hay que estudiar toda la fauna, toda la paleodiversidad
que existía para entender cómo era ese ecosistema y cómo se relacionaban entre
ellos, insiste Gómez. Pero también es necesario continuar estudiando las
condiciones que hicieron que tanta fauna se preservara.
Un deleite para los paleontólogos, así como para los
visitantes de este rincón boyacense, que en cualquiera de los museos se
convierten en testigos fieles de las evidencias del pasado y pueden imaginar lo
que verían al sumergirse en ese mar salado que cubría esta región del país hace
125 millones de años y que nadie estuvo allí para contarlo.
Referencias:
Lisbeth Fog Corradine. La fauna marina boyacense de hace 125 millones de años. Fuente Periódico
El Tiempo 26.07.2018 (https://www.eltiempo.com/vida/ciencia/fauna-marina-boyacense-de-hace-millones-de-anos-247522?fbclid=IwAR1WcIJ-y8JRth2VkIaeXI77xGV4o7QxC6rXdb3pRV3HVqKT8gwMT5oUZzo)
[Última consulta 08.09.2018].
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El plesopsaurio es el Callawayasaurus ??
ResponderEliminarRealmente Callawayasaurus es un género de plesiosaurio
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