viernes, 17 de agosto de 2012

Carlos Bernardo Padilla, una pasión de millones de años


Aprovechando la próxima apertura del Centro de Investigaciones Paleontológicas, quiero rescatar para nuestros lectores la siguiente entrevista realizada por la revista Kienyke al Dr. Carlos Bernardo Padilla, gran promotor e impulsor de la apertura del CIP.



Monstruos marinos en Bogotá

Carlos Bernardo Padilla tiene una doble vida: cuando se quita la corbata, desentierra bestias prehistóricas.
En una bodega de la calle 13 con carrera 60 de Bogotá está el monstruo del lago Ness. Es un plesiosaurio que exhibe sus huesos, sus vértebras de más de 110 millones de años. Viven con él, detenidos en el tiempo, varios huesos y fragmentos de animales extintos y un enorme pliosaurio con una dentadura hecha para destrozar de todo, incluso tortugas del cretáceo. Todos fueron desenterrados del suelo colombiano. Gracias al empeño de Carlos Bernardo Padilla y la Fundación Colombiana de Geobiología, estos seres monstruosos del pasado han vuelto a la luz para ayudar a descifrar la casi inexplorada prehistoria de Colombia.

La pasión de Padilla empezó muy temprano. Ahora tiene 52 años y recuerda que cuando era joven y vivía en San Diego, California, solía hacer largas caminatas en las que recolectaba fósiles. Su interés por la ciencia lo llevó a estudiar biología molecular y química analítica en la Universidad de California. Siempre que venía a Colombia, iba de vacaciones a Villa de Leiva. Allí se sorprendió por la abundancia de fósiles de invertebrados, como amonites y bivalvos, que vendían los niños a los turistas. En lugar de comprarles su mercancía, les daba algo para las onces y les pedía que lo llevaran a los lugares donde habían encontrado los fósiles, para ir a excavar.


Fue así como hace más de veinticinco años comenzó a hacer hallazgos. El primero fue una mandíbula que, sospecha, era de un pez. En medio de sus ires y venires por los cinco continentes no la pudo trastear. Desde entonces, nunca ha encontrado una igual. Padilla gerencia una multinacional dedicada a la comercialización de maquinaria y reactivos para laboratorios químicos. Padilla y la Fundación Colombiana de Geobiología se han especializado en el estudio del Cretácico Inferior (110 a 130 millones de años), un periodo aún muy desconocido.

‒Lo más valioso de nuestra colección es que describe un periodo de la historia que no ha sido bien descrito por falta de material –cuenta Padilla. En esencia, él estudia a los primos hermanos de los dinosaurios: los grandes reptiles marinos, criaturas muy especializadas, carnívoras y depredadoras.


Pocos saben que el norte de Suramérica, territorio que hoy ocupa Colombia, fue alguna vez un mar con algunos cuerpos de masa terrestre. Aquel mundo de agua era habitado por criaturas voraces, como los enormes pliosaurios; los ictiosaurios, que tenían una forma muy similar a la del delfín, y los alargados plesiosaurios. Incluso el árido desierto de la Tatacoa, en el Huila, fue una suerte de humedal en el que coexistían las más diversas especies de plantas y animales. Los ictiosaurios de Colombia son raros en especial, porque pertenecen al cretácico; la gran mayoría de los que se han encontrado en Europa pertenecen al periodo jurásico.

Pero no sólo han hallado reptiles. Durante estos años han encontrado otros tesoros. La siguiente anécdota lo confirma: en el Bogotazo, cuando el Instituto de la Salle se incendió, el único colmillo de un tigre dientes de sable que había en el país quedó reducido a cenizas. Pasaron más de cuatro décadas antes de que, en las canteras de mármol de Villa de Leiva, el equipo de Padilla encontrara otro. De nuevo, el único que hay en Colombia. En su colección también figuran ámbares en formación con sus insectos adentro, amonitas, hojas del periodo cuaternario y tortugas del cretáceo ‒una de ellas con huevos en su vientre‒.

Huila, Neiva, Sutamarchán y La Mesa son algunos de los lugares donde se han hecho más hallazgos. El trabajo es lento, desde desenterrar los huesos, transportarlos y “enchaquetar” el fósil ‒cubrirlo con yeso, plástico, fibra de aluminio‒ hasta remover la piedra calcárea en la que está encapsulado. Este proceso puede durar hasta cinco años. En muchos fósiles usan dispositivos y técnicas de radiología, como tags, que les facilitan radiólogos allegados que suelen usarlos con humanos.


Padilla explica de manera calmada, con detalles, yendo de lo general a lo particular, cómo era aquel mundo de reptiles gigantes y mamíferos enanos que desapareció de la noche a la mañana. De esa manera evidencia la paciencia que hay que tener cuando se investiga el pasado. Pero la paleontología trasciende lo laboral. Mientras señala unos huevos de avestruz que reposan en una enorme bandeja, explica que con alguna frecuencia prepara “desayunos paleontológicos”, a los que invita a sus amigos más cercanos. Les prepara huevos de avestruz, que aprendió a preparar en Sudáfrica. Un huevo de avestruz equivale a 24 huevos de gallina. En una de las paredes de su casa cuelga la imponente cabeza de un antiguo rinoceronte negro, disecado a finales del siglo XIX por un reconocido taxidermista inglés.


La fundación de la que Padilla es gerente ha recibido apoyo técnico, asesoría y entrenamiento de varias organizaciones, como el Smithsonian Institute, la Universidad de Cambridge  ‒que los ha acompañado en excavaciones‒, el Museo Americano de Historia Natural de Washington, la Universidad de Texas y el Field Museum, de Chicago. Con la ayuda de estas instituciones se están llenando vacíos, armando un rompecabezas al que le faltan miles de fichas.

La rica cultura antropológica de Colombia ha ensombrecido el estudio de la prehistoria del país. Nuestra memoria llega hasta hace diez mil años. Más atrás, sólo hay vacío. Se nos olvida que el suelo que pisamos fue habitado por reptiles que subsistieron durante 200 millones de años. El hombre sólo lleva 200 mil. Estos seres, cuenta Carlos Bernardo Padilla, “sobrevivieron mucho tiempo porque eran aplastantes. No pensaban: simplemente atacaban. Devoraban”. 


Referencia Web

Monstruos marinos en Bogotá. Revista Kienyke 08.10.2010. (http://www.kienyke.com/historias/monstruos-marinos-en-bogota/) [Última consulta 17.08.2012] 



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